
Como ocurre con toda categoría gilipollas sacada de la manga, definir a los darknights (antes conocidos por mí y Vicisitud como Los batmanbeguínicos), es complicado. De entrada, son fans del cine de género (enfermedad mental que yo mismo sufro y que en muchos casos suele ir acompañada de afición a los tebeos y variación del síndrome de tourette consistente en repetir sin parar la palabra ‘¡NI!’). Pero se distinguen del resto por su vehemencia a la hora de abordar la trascendencia o importancia de las películas.
El rasgo principal de enta gente es su creencia de que los flims fantásticos, de terror o de señores con disfraces que darían risa en el mundo real han de ser siempre serios y trascendentes.
Está claro que el cine de género (o, en menor medida, la literatura) ha sufrido a lo largo de los años el escarnio por parte de ese tipo de personas, aficionadas a los palos metidos por el orto, que realmente creen que es lícito que el programa de música orquestal de La 2 se llame ‘Música Culta’. En pocas ocasiones se ha considerado una de sus obras como un elemento representativo de la alta cur-tura. Por lo tanto, mucho aficionado ha visto la llegada de Nuestro Señor Nolan como la oportunidad para reivindicar sus gustos, en un ataque de complejo de inferioridad que no se recuerda en todo el universo desde que intenté ligar con una chica diciendo que yo era muy bajito, pero que al menos me lavaba más que el resto de compañeros de clase.
Aquí se revelan dos tipos de darknights. Por un lado, aquellos curtidos en mil y un spinoffs de Star Trek que han conocido los tiempos malos en los que el cine de superhéroes estaba representado en las mentes de los no iniciados por la serie de televisión de Spiderman y lo más cercano a algo con un mínimo de reconocimiento crítico era ‘2001, una odisea del espacio’. De nada servía gritar por la calle las excelencias de ‘Watchmen’. No sólo por el lógico terror que provocaría en los transeúntes, sino sobre todo porque todavía quedaban algunos años para que la gente que no había pillado un tebeo desde que le salieron pelillos en el pubis fuera por la calle con ejemplares de Maus para parecer más culta. Así que, en un afán de revanchismo que se llevaría 5 puntos de estilo en la Liga Fantástica, han abrazado el prestigio crítico que ha traído Nolan con un ardor similar a Woody Allen rodando una escena con Scarlett Johansson. Lo malo es que por el camino han olvidado que también tiene derecho a existir un cine de género de alto presupuesto con ganas de cachondeo y sin necesidad de demostrar que la tiene mucho más grande que Wittgenstein y Freud juntos.
– Inicio en las pelis entretenidas y jachondas.
– Descubrimiento y exploración del cine cur-to.
– Revelación lucasianobruckheimeriana en la que reconoces todo lo bueno de ‘La Roca’ al mismo tiempo que disfrutas de las oportunidades cachondas que ofrece Bergman.
Lamentablemente, son muchos pobres que se quedan en el segundo paso y nunca vuelven a salir de los cines Renoir. Pero los darknights de nuevo cuño (esos que pueblan los foros de la IMDB) ni siquiera han pasado por ese estadio. Por lo tanto, se convierten en culturetas del frikismo que, en lugar de llevar gafas de pasta, portan orgullosos camisetas nérdicas de diseño llenas de referencias a Tarantino. ¡Seguro que así las posibilidades de follar se multiplican, como mínimo, por cero!
A la hora de disfrutar una película, cada cual prioriza un tipo de valor al que suele darle más importancia. Algunos, por ejemplo, se centran sobre todo en la novedad. Lo cual puede llevar a callejones sin salida. Como es el caso del adicto al porno que, de tanto ver guarreridas extremas alemanas, ya sólo le parece interesante el sexo transexual con armadillos. Otros, por ejemplo, no sólo consideran como obra maestra cualquier película sobre cenobitas sadomaso, sino que además disfrutan de una cómoda posición como perturbados oficiales en su grupo de amigos. Que le temen. Mucho.
En lo que se refiere a los darknights, la oscuridad y las dobleces son lo más. Por supuesto, no quiero decir que estas características sean algo indeseable. Pocos acusarían ente blos de falta de, por ejemplo, cinismo. O pudor. U oligofrenia. Sin embargo, lo que pasa aquí es que este afán eclipsa cualquier otro tipo de valor. Y genera comentarios como ‘tal película era muy entretenida y me reí mucho, pero es buena porque es muy oscura’. No. Es buena porque es entretenida y es buena porque los elementos oscuros están muy bien integrados y representan ideas interesantes. Y porque salen muchos desnudos. Una cosa no supera a la otra. Excepto que las tetas sean grandes y naturales. Toda película es mejor con tetas grandes y naturales.
Pero no nos desviemos. El caso es que ahí entra el sentimiento de inferioridad darknight. Para ser tomados en serio, han de recalcar exclusivamente los aspectos que normalmente se consideran de esa manera. De ahí la asombrosa falta de cariño hacia el humor más cacaculopedopis o los protagonistas mentalmente estables. Lo cual quiere decir que sólo tenemos que dejar de hacer chistes de caca para que tanto Vicisitud como yo… ¡podamos convertirnos en personajes de una nueva peli de superhéroes! Ya lo estoy viendo: Supersórdido, el primer superhéroe perturbado capaz de nombrar en una misma frase sus cuescos, Hans Magnus Enzensberger y ‘Sin Tetas No Hay Paraíso’ y su colega ‘El Capitán Chope’, el único bengador gusticiero maníaco-depresivo cuyo poder reside en explotar de vergüenza ajena cuando le cuentan historias de ligar. (*nota importante para no acojonar a los lectores: Ya no soy maníaco-depresivo. Abandoné la parte de ‘maníaco’ porque me cansaba mucho. Y es que soy vago hasta para estar enfermo).
Un rasgo secundario de los darknights, que a menudo comparten con lo que se conoce como ‘fanboys’, es el llevar a rajatabla la máxima de que las películas son obras maestras o putas mierda antes de que se estrenen.
Ellos saben que su opinión es esencial para el bien de la humanidad y la estabilidad de todas las dimensiones conocidas. Por lo tanto, se preocupan de ponerla de manifiesto en todo foro de internet que se ponga a tiro. Da igual que la película no se haya estrenado: han de posicionarse. Olvidando, como no, esa antigua máxima proveniente de los escritos de la Grecia Clásica que dice que “antes de hacerte pajas con una película o utilizarla para limpiarte el culo, mejor le echas un vistazo primero, ricura”, no dudan en arropar con todo su frikismo cualquier cosa que parezca que va a dar lustre y esplendor a la causa nerd frente a la intelligentsia de turno. El nuevo salvador que les enseñará que los superpoderes también son cur-tura. Así que, ganchitos de queso en una mano y teclado en la otra, se lanzan a martillear los foros, las actualizaciones del facebú o el puto twitter con orgásmicas odas hacia cosas que son una obra maestra simplemente porque se sospecha que hay un zeitgeist que así lo dice. Un afán que llega al paroxismo con los constantes artículos y/o cuentas atrás en los blogs, y a la oligofrenia aguda con la puntuación masiva de dieces en la IMDB. O de unos. Porque el zeitgeist también puede animarle a la bonita tarea de dedicarse a hundir en la miseria todo lo que le parezca una chorrada sin demasiado interés más allá del entretenimiento. Que eso no es serio y es un insulto a la calidad de la serie/tebeo/animación original. Ya veo el futuro, con hordas de darknights unidos haciendo furiosos comentarios en los foros: ¡Dios mío! – escribirán – ¡Han osado realizar una adaptación de Candy Candy en la que no han tenido en cuenta la compleja profundidad psicológica del personaje de Annie y la simbología de los caballos en las relaciones amorosas de la protagonista! ¡OMG! ¡Esto va a ser una puta mierda!
Sabed que también se puede disfrutar en su justa medida del ‘Jran Cine’(R). Hay que abandonar la vehemencia exagerada y no dejarse llevar por el barullo previo e inmediatamente posterior al estreno de una película. Esto es: hay que abrir un poco el orto. Y disfrutar en su justa medida de las incongruencias de ‘Indiana Jones y el reino de la cagalera’, la falta de originalidad de ‘Outlander’, la intrascendencia de ‘Los cuatro fantásticos’, el alma infantil de ‘Speed Racer’ o la total ausencia de personajes y el amor por la ¡¡¡¡ÉPICA!!!! cutre en cualquier ovra de Roland Emmerich. Son ese tipo de películas las que, años más tarde, acaban poblando los blogs de los niños de ahora. Que no toda visita al cine tiene que suponer una nueva revelación mística que nos permita demostrar con nuestras amistades nuestra madurez y nuestro certero análisis de la dualidad humana.
Y todo esto sin decir en ningún momento qué opino de ‘El Caballero Oscuro’. Porque es irrelevante. Y porque ya una vez escribí sobre la religión y más de uno se cabreó.