La liga fantástica de F1 2009. Round 16: Brasil.

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Decía Lobato que, este fin de semana, Jenson Button era el hombre más feliz del mundo. Automovilísticamente hablando, tengo que disentir. O, por lo menos, decir que el onvre más feliz del mundo ese fin de semana… ¡¡¡era yo!!! Chorrocientas clases después y, al segundo intento, por fin me he convertido en otro español de pro que hace bueno el dicho “Es que le dan el carnet a cualquiera”.

Y ahora, la clásica pregunta ¿Cómo OSAS hablar de F1 o llamarle Mierda a Hamilton sin tener ni siquiera el carnet? Probablemente, como buen gallego debería responder diciendo ¿Y cómo oso montar “Sin tetas no hay paraíso” sin meterme rayas, operarme las tetas, follarme a un futbolista y pagarle una puta privada a mi hermana lesbiana? Still, me parece que llegar a los 35 sin carnet – y creo que Paco superará mi marca – es una actitud vicisitúdica lógica en ente volg. Al nivel de seguirme negando a aprender a montar en bici, a montar a caballo, a patinar sobre hielo y, en general, negarme a practicar cualquier actividad que requiera un mínimo de coordinación psicomotriz. Y es que mi integridad física se pone en peligro con nada y uno es un cagao.

Pero, al final, uno cede a las presiones y termina haciendo sufrir a un pobre profesor de autoescuela que tenía que oír de mi boca perlas tipo “¡Hay entes en la vía!” o “¡Satán es mi señor!” (dicha ante el urbanismo de ciertos polígonos) cuando no “Después de pegar a una mujer, pisar un embrague es la forma más subnormal de demostrar la hombría”. Al final, aprobé, sencillamente, por encontrarme con el examinador más majo de España. Un onvre capaz de comulgar con piedras de molino y con incorporaciones a rotondas que serían la envidia del mejor Takuma Sato. Pero, en realidad, lo que mejor describía la jrandeza del examinador era algo tan sencillo como esencial.

El bigotón.

Atrás queda el esquivar, con violentos volantazos, a peatones en pasos de cebra o el hacer un ensayo previo a las clases prácticas en el circuito de karts de Carlos Sainz (en el que, por cierto, a la que dije “creo que puedo enlazar las tres primeras curvas sin pisar el pedal del freno” lo único que logré que hacer un Nelsinho clavando el coche en la cuarta y haciendo una épica montonera de cuatro karts estrellados a mis espaldas). Lo que queda por delante es volver a ser un buen español canónico, de los que se relaja viendo Bricomanía. Porque no hay nada más bello que ver a otros hacer algo mientras tú te tocas los cojones. Y, si esas personas que hacen algo son gays y comparten aficiones… so much the better!

Así que ahora toca cachondearse de señores para los que meter la quinta velocidad no supone que su cuerpo se vuelva un bloque rígido que arrastre el volante hacia la derecha. De la misma manera que no hay nadie mejor que un jubilado para criticar cómo un rumano hace la mezcla del cemento, nadie mejor que un sórdido incapaz para festejar el magnífico espectáculo de destrucción que el GP de Brasil nos deparó. O, al menos, eso quiero creer.

En una de esas coincidencias cósmicas, dado que un Toyota Yaris será la pobre máquina a la que haga sufrir – y que despertará un temor religioso entre los demás entes de la vía – quisieron los hados que los dos pilotos de Toyota tuviesen una actuación realmente magggggnífica en Interlagos. Por una parte, demos una calurosa bienvenida a uno de los mejores talentos que Japón haya dado en muchos años: Kamui Kobayashi. Donde gente como Ide o Nakajima simplemente eran inútiles – y ya han visto que sé mucho de ese tema – cuya incapacidad para conducir por lo negro o para frenar antes de donde estaban colocados los mecánicos producía momentos de gran regocijo, Kobayashi es un heredero directo del jran Takuma Sato: velocidad y talento puestos al servicio de la mejor conducción kamikaze sin ningún respeto por la vida propia o ajena. Donde Ide o Nakajima terminarían “mejorando” hasta convertirse en unos taxistas como Alguersuari, Kobayashi sólo aspira a tomar más rápido las curvas apoyándose en los otros coches. O a maximizar frenada reventando difusores. En este GP, Kamui nos dio una señora exhibición de cómo no dejarse adelantar dando volantazos indiscriminados. La aniquilación de Nakajima en el proceso tiene 7 puntos con un complemento de 5 de estilo por plasticidad. Rezo a San Peich para que Toyota largue a quien sea con tal de que podamos seguir disfrutando de Kobayashi varios años más.

Su compañero de equipo, por su parte, hiló más fino hasta lograr ser la star of the race. Sí, la culpa del accidente con Sutil era íntegramente de Jarno y de su ocurrencia de intentar adelantar por el exterior de una curva rápida. Lógicamente, no terminó de pillar la posición y un trompo en la hierba fue su merecido destino. Lo realmente brillante a la par que plástico fue la carambola que logró hacer con Sutil, que terminó por cobrarse al Renault de Alonso (7 más 9 de estilo por la épica). Y entonces, fue cuando Jarno destapó el tarro de las esencias al irse corriendo a zarandear a un pobre Tootsie completamente atontao tras el golpe. El poligonerismo de Trulli merece 10 puntos y otro más por la merecida multa que le puso la FIA, por no hablar del subsiguiente safety car (1).

Aplauso también para Webber que demostró que, cuando su innato cipotismo no le pone fuera de juego a la primera de cambio, le sirve para ganar carreras. 7 puntos por su empujón a Raicoñen.

Barrichello, por su parte, se animó a emular a Kobayashi a la hora de no dejarse adelantar por el Mierda. Pero quedó claro que Rubinho no está hecho de esa pasta: el Mierda le adelantó – por cierto, bella su salida de boxes (1×2) – y, debido a lo cutre de la obstrucción, Barrichello tuvo un pinchazo que añadir a su colección de patéticos resultados en el GP de Brasil. 5 puntillos por gañán.

En el terreno de los equipos, siguiendo este homenaje que fago a Toyota, no puedo dejar de refocilarme en esta teoría de la conspiración . Normalmente, dichas teorías no suelen ser ciertas, pero… ¿Cómo resistirse a la perspectiva de que Toyota se había inventado la fisura de vértebra para evitar que Glock viajase a Brasil, un país en el que sería linchado por una afición que no le perdona su última curva del 2008? 5 puntos para Toyota por dar pie a tan buenos rumores (y forzando el debut de Kobayashi en el intento).

Sin embargo, la ghloria absoluta se la merece McLaren y su épico repostaje donde, al levantar la piruleta antes de tiempo (4) lograron un arranque de manguera (5 de estilo) que lleno de fuegoooooorrrlll (10) al pobre Raicoñen que seguía al eunuco de Heiki. Como consecuencia, se llevaron una abultada multa (2, que fue de las gordas) y Heiki una penalización a posteriori (un puntillo que unir a otro por salida de pista). Eso sí, Brawn se llevan -3 por la cortesía de haber retirado la manguera de Kovalainen. ¡Al enemigo, ni agua! Mucho mejor que el fallido repostaje de Heidfeld, que terminó sin gasolina (le doy 10 puntos porque no tuvo fuste o psicodramatismo como los 25 puntazos de Massa en España).

En el terreno de roturas varias, hay que darle puntos a Liuzzi por joder su caja de cambios de un hostión (4) y a Williams por el abandono de Rosberg (5).

Y, fuera de la pista, como no, aplaudamos tanto las lagrimitas de Vettel (1) como el desastre de relaciones públicas de Massa al dar la bienvenida a Alonso al equipo volviendo a insistir en que el asturiano sabía lo de Singapur. Di que sí, Felipe, esa es una buena forma de conseguir pues… 8 puntos, que son los que me dan a mí con el carnet. Eso sí, doy -5 a Ferrari por haber disculpado y maquillado las declaraciones de Felipe en su web oficial. ¡Aquí queremos malrollismo y promesas de diversión y psicodrama para el 2009!

Ah, por cierto, Button fue campeón del mundo así que, por primera vez, y sin que sirva de precedente, paso a reproducir íntegro el artículo que hice en su momento para la GPA – ¡que ya tiene página web! – titulado “Será un gran campeón”.

Hubo una época en la que “ganar el Gran Premio de Mónaco” significaba “acostarse con Estefanía”. Hubo una época en la que los campeones del mundo llegaban de empalme a los circuitos tras noches de sexo y alcohol… ¡Y luego, se montaban en su bólido para dejarlo aparcado en el arcén y echarse una siesta dentro! También hubo una época en la que Eddie Irvine abría la puerta de su casa a las cámaras de televisión en pelota picada, pero esa es otra historia…

Pues bien, gracias a la sentencia absolutoria sobre los difusores de Brawn, esta temporada podríamos tener un campeón “como los de antes”: Jenson Button. Y eso es motivo de júbilo.

Las primeras carreras de Jenson en F1 le convirtieron en el niño mimado de la prensa británica. Por no decir que su físico lo hacía candidato a reemplazar a Robbie Williams en Take That y a que sus fotos forrasen la carpeta de los hijos de Lady Di. Así de grande era Jenson: hacía tambalearse la heterosexualidad del Imperio Británico.

Button, en un alarde de sabiduría, hizo lo mejor que se puede hacer con la adulación: dejar que se te suba salvajemente a la cabeza. De la noche a la mañana, se hizo monegasco y decidió que no llevaría una prenda que no fuese un smoking. Vale, no está a la altura moral de vivir constantemente en batín como el dueño de Playboy, pero la perspectiva de levantarse de la cama a las siete de la tarde y enfundarse en un smoking para ir a ligar al bar del hotel de Coulthard me parece más interesante que la de encerrarse en una casa en Suiza – la opción de la gente aburrida a la hora de evadir impuestos – para que no te pidan autógrafos.

Durante su espiral de orgía y desenfreno, Button no logró buenos resultados en las carreras. Eso era porque sus coches eran una porquería, claro. Pero, para los de siempre, esa mala racha significaba que sólo los buenos chicos deportistas, disciplinados y sacrificados, podían triunfar. ¡Qué lejos quedaban los tiempos en los que James Hunt se proclamaba campeón para luego mear borracho sobre el público! Incluso Ron Dennis saboteó al único piloto que demostró que se podía aspirar al campeonato mientras te cebabas con hamburguesas: Juan Pablo Montoya.

Así que los que lo ensalzaron lo hundieron en el fango so pretexto de que, con esa vida disoluta, Button no podía “ser un ejemplo para la juventud”. Y yo me pregunto… ¿Unos seres de una competitividad patológica, que salen de un punto X para llegar a ese mismo punto X a una velocidad altamente peligrosa, tienen que ser el ejemplo de algo? Preferiría vivir en un país donde un ejemplo fuese un científico o, simplemente, alguien que se duche y se cambie de calzoncillos cada día. Pero no pensaron así los ingleses, que encontraron su nuevo “ejemplo” en Hamilton: el niño perfecto que no miente, no atropella, no pulsa el botón… Y, claro está, con una maravillosa familia de telefilm que no tenía nada que ver con el padre de Button: ese señor sórdido descamisado en pos de las pit babes.

Un año y un difusor después, los nostálgicos de la buena F1 saboreamos nuestra venganza. Estamos a punto de ver cómo un piloto que tarda en comparecer a la rueda de prensa porque está ocupado “celebrándolo” con su novia, cómo un piloto que se pelea con Richard Branson cuándo intuye que éste está tirándole los tejos a esa misma novia, cómo un piloto con el físico para cantar en Backstreet Boys que prefirió morir con smoking antes que vivir de rodillas, va a ser campeón del mundo. Y lo celebrará con una fiesta de tal nivel, que Beyoncé será la que limpie los servicios y David Beckham el que dé las fichas en el guardarropa. Y, no, no estarán invitados los pobres pilotos que viven en Suiza. ¿Sabíais que, nada más acabar la carrera, tienen que viajar allí porque, obligatoriamente, han de residir la mitad del año en el país más aburrido del mundo si quieren defraudar impuestos? No me extraña que Hamilton, para animarse un poco, se saltase un stop y estrellase su coche contra unos ciudadanos suizos.

¿Campeón “merecido” Button? No lo puede ser más.

Y un rayo de esperanza para afrontar esa carrera tonta que nos queda en Abu Dhabi (me alegraría haberlo escrito mal: hay países que no merecen el menor respeto). Mis fuentes a pie de pista me han comentado que puede que, a lo mejor, sería posible, en según que circunstancia… para esa última carrera… Fernando Alonso himself… podría dejarse…

Redoble de tambor…

Bueno, qué carallo, si ya sabéis lo que viene…

Pero queréis oirlo ¿no?

Venga, va…

Bigotón.

Esa es toda la épica e intriga que le podréis pedir a la última prueba del 2009. That’s life.

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