
Hasta el domingo.
En la tribuna G3 del circuito de Valencia soportaba algo mucho peor que un sol de justicia sin una mísera sombra bajo la que resguardarse. Ese algo peor era, obviamente, la perspectiva cada vez más real vuelta a vuelta, de que me había marcado el palizón de ir a la ciudad de las fallas – y arrastrar a lanavaja en mi insensato periplo – para ver una autoritaria victoria del Mierda en el suelo patrio.
Vuelta a vuelta iba agotando mi arsenal de maldiciones gitanas cada vez que pasaba por delante de la tribuna. Entonces, en la última gran oportunidad – esperar una gañanería en la segunda parada en boxes – tanto yo como lanavaja luchamos por concentrar toda nuestra energía negativa hasta que la tribuna se tiñese de negro.
Sé que es duro que alguien tan ateo, antiespiritual, antinewage y fan de Richard Dawkins como un servidor tenga que caer en ese foso. Tal es el poder de los Mierdas. Pero, qué quieren… ¡salió bien! McLaren logró la star of the race por su caastrófico repostaje, marca: “Ay, entra, ay, no, ay, sí, ay no…” que, lógicamente lleva un x2 del factor Mierda y 10 puntos de estilo por haberme quitado el trauma de no tener poderes mentalistas.
Muchos dirán, y con razón, que por qué no uso esos poderes para el bien propio en vez de para procurar la desgracia ajena. Mi respuesta es sencilla: si hiciese eso no sería un esP-P-P-P-P-añol con “P” mayúscula. Hombre ya. ¿A alguien le extraña mi cara de alegría al ver a estos cariacontecidos ingleses que abandonaban el circuito portando sus camisetas de “Lewis”?
Respecto a los pilotos, la star of the race no admite discusión: Schumacher, calentando a la peña para luego poner a Badoer, logra 10 puntos por cabrón-hijoputa. Pero luego, el bueno de Luca nos regaló un inmenso recital que, muy probablemente, protagonice mi próximo artículo para la Gran Prix Actual. En efecto, su arranque de semana supuso acumular ¡cuatro! multas por exceso de velocidad en el pitlane. Pero no puedo culparle: fue la única parte del circuito en la que logró ser más rápido que el resto. Perdón: ni así. El adelantamiento al que le sometió Grosjean en boxes lleva un 4+6 de estilo depravado por lo inverosímil del suceso y por la gestualidad, marca: “¡¿Quieres irte a cagar?!” del Kaiser. ¡Y encima le metieron un drive through (1) por el orto! Eso sin olvidar su trompo en la vuelta 2 (1). Tampoco renuncio a darle un punto por el desastre de relaciones públicas de calificar el último, a segundo y medio de un bisoño Alguersuari, al que sólo le preocupó llegar sano, salvo y no deshidratado a la meta. Pero, sin duda, lo que subraya la grandeza cósmica de Badoer es encular (3) a otro monoplaza al intentar aparcar en el parc fermé. ¿Adivinan cuál? Sí, el de Tootsie. Añadan tres puntos de estilo, por favor.
Antes de que me critiquen por puntuar cosas de Schumacher sin que éste participase en la carrera, recomiendo ojear mi artículo en la última Gran Prix: Michael es como El Cid. No necesita participar en las carreras para vencerlas. A continuación, un pequeño extracto:
“Cuando Schumacher se retiró, todos pensamos que el talento de Alonso nos haría olvidar al Kaiser. Pero el asturiano tuvo que conformarse con dos títulos que sólo brillaban más por haber sido conseguidos en plena “Era Schumacher”. Era el turno de otro piloto que, lejos del talante de Michael, demostraría ser un maestro en el arte del politiqueo, y del mentir y no ir nunca de cara. En algunas aldeas españolas a eso se le llama “Ser un mierda”, pero yo soy muy educado y no llamaré aquí “mierda” a nadie. Aunque lo piense. (…) No tuvimos Schumacher, pero el Kaiser ganó la carrera. La emoción que provocó el anuncio de su retorno demostró que, sin él, la F1 actual es la lúgubre “Era Hamilton”. Pero, con la inteligente decisión de no participar, le negó a ese individuo la oportunidad de reivindicarse derrotándole en la pista: una perfección estratégica digna del mejor Ross Brawn. Esta victoria de Schumacher nos deja un mensaje claro: que termine pronto esta era (tal vez cuando Vettel se anime a dejarse bigotón) porque Bernie, siempre ávido de titulares, no dudará en fabricar un “Se estudia la clonación de Ayrton Senna a través del ADN de células un mechón de sus cabellos que un fan guardaba en un escapulario”.
Por lo demás, demos un voto de confianza a Grosjean: tuvo el detalle de dedicarnos un trompo a los de nuestra tribuna (1) y no supo esquivar a Trulli en la salida, con lo cual perdió el morro (2). Acto seguido, hizo trompear a Badoer y el resultado fue enviar a Glock y a Buemi a los pits para cambiar el morro (7). Nakajima, por su parte, se esmeró a la hora de reventar plásticamente su neumático (1), pero poco más.
Aplausos también para Red Bull, que logró romper ¡dos motores! gracias a Vettel. Recordemos que Sebastien había roto en Hungría, así que doy, vista la consecutividad, 15 puntos en total. El equipo hermano, Toro Rosso, por su parte, logra 4 puntos por los problemas de frenos de Buemi.
¿Una conclusión? Después de mi exhibición mentalista en Valencia sólo puedo reafirmarme en mi amor por la F1. Valió la pena cada hora del viaje y cada gota de sudor. Al final, me desgañité como un buen hooligan, uniéndome a la masa y celebrando los acelerones que nos dedicaba Alonso, insultando al Mierda y aclamando a Rubinho. Que nadie se engañe: todos somos masa. Pero existen pocos momentos mejores para fundirse con la masa que viendo la cara de Anthony Hamilton ante el pitstop de McLaren. ¡Qué sinfonía de insultos más bella y ensordecedora!
UPDATE:
Jracias por aportarme lo de Alguersuari llevando la estampita de la Macarena y un reloj de Antonio Molina. Si bien desprecio con toda mi alma la religiosidad sevillana sobre cualquier otra manifestación, hay que dar a Dios lo que es de Dios (me refiero a Antonio Molina, claro): 3+3 de apoteosis estética. Por su parte, Nelsinho, en su canto de cisne, también merece 3 puntos por la infantilada de «Flavio no tiene amigos». Eso sí, recuerdo que, en los entrenamientos, sólo puntúan las gañanerías de la última sesión. Por mucho que ponga la foto de la piña a Heidfeld.