
El formato se adapta al del blog al que está destinado y, al menos en este primer caso, intenta ser un poco menos anárquico que lo habitual en esta página. Pero sin olvidar hablar de bigotones, claro.
Título Original: 1990: I Guerrieri del Bronx
Año: 1982
Director: Enzo G. Castellari
Productor: Fabrizio De Angelis
Guionistas: Elisa Briganti, Enzo G. Castellari, Dardano Sacchetti, según una historia de Dardano Sacchetti
Fotografía: Sergio Salvati
Música: Walter Rizzati
Intérpretes: Mark Gregory (Trash), Vic Morrow (Hammer), Fred Williamson (Ogre), Christopher Connelly (Hot Dog) , Stephania Girolami Goodwin (Ann), George Eastman (Golan), el bigote de Fred Williamson (Fred Williamson’s Moustache), Ennio Girolami (Samuel Fisher), Joshua Sinclair (Ice), Enzo G. Castellari (Vice-presidente)
Sinópsis:
La hija del presidente de una poderosa corporación que se dedica al tráfico de armas escapa al Bronx en un acto de rebeldía y de ganas de tocar los cojones. La zona se ha convertido en una tierra de nadie gobernada por varias pandillas. Perseguida por una de ellas, es rescatada por Trash, el líder de una banda de motoristas.
Cuando tomas la temible decisión de adentrarte en el cine italiano de género, una cosa está clara: que eso, mejor que te lo mire un médico.
Si, con todo, insistes, encontrarás que los productos que vienen de este país invariablemente son más entretenidos que los americanos. Los resultados suelen ser mucho más fascinantes, ya sea por su desvergüenza y sentido de la diversión, o bien por su absoluta incompetencia. Dentro del segundo grupo hay una larga lista de mercenarios de esos que convierten un visionado en una experiencia cercana a una lavativa. Pero también hay algunos directores con cierta capacidad.
En esta liga se encuentra Enzo G. Castellari. Una figura esencial que desde sus inicios se dedicó a pasearse por cualquier género que estuviera de moda. Comenzó su carrera en el 66 con el western ‘Alambradas de violencia’. Con los 70, picoteó en el giallo, el bélico, la comedia y, sobre todo, el thriller, género al que aportó el clásico ‘La policía detiene, la ley juzga’, cuyo título original ‘La polizia incrimina, la legge assolve’ da una idea más precisa del derechismo bien entendido del proyecto.
Con los 80, la industria italiana se dio cuenta de que lo mejor era copiar directamente los éxitos americanos. Castellari se descolgó en el 81 con un plagio de ‘Tiburón’ de tal descaro que fue prohibida en Estados Unidos, si bien llegó a España como falsa secuela del original. Un año después, su atención multicopista se volvió, por primera vez, hacia el cine futurista.
‘1990: Los guerreros del Bronx’ suele inscribirse en la corriente de películas post apocalípticas nacidas de la desvergüenza de todo productor que vio ‘Mad Max’ o, más bien, la taquilla que hizo. Sin embargo, se trata sobre todo de una fusión entre ‘1997: Rescate en Nueva York’ de John Carpenter y ‘Los amos de la noche’ de Walter Hill. Si bien la estética motero-gay se inspira un poco en la película de George Miller, la trama parte directamente del filme de Carpenter (curiosamente, con detalles más similares a la posterior secuela/remake ‘2013: Rescate en L.A.’), mientras que el ambiente de pandillas de curiosas y vicisitúdicas vestimentas se inspira en el de Hill. Hay que añadir también algunos guiños a ‘La naranja mecánica’, una de las películas favoritas del director según se puede comprobar al ver su más reciente proyecto titulado ‘Caribbean Basterds’, una maniobra tremendamente divertida de retroalimentación respecto a ‘Inglorious Basterds’.
El temible Fabrizzio de Angelis fue el productor de la función, tras colaborar con Castellari en el thriller ‘El día de la cobra’ y en la (esta sí) postapocalíptica ‘Los nuevos bárbaros’. Probablemente gracias a su recientes éxitos (con la secuela apócrifa de ‘Zombi’ que dirigió Lucio Fulci a la cabeza), el productor se permitió el lujo de rodar los exteriores de la película en el propio Bronx, si bien de manera algo guerrillera y sin permitirse el lujo de cortar ciertas calles. Pequeños problemas de continuidad aparte, la localización (y el aprovechamiento que se hace de esta en formato panorámico) es uno de los motivos por los que la película se eleva sensiblemente por encima de otras compañeras de infra-género. Otro de los valores positivos es la estructura del guión en la que más o menos se suceden las escenas de acción sin pararse demasiado a pensar las cosas. Sí: sé que en otras películas esta estructura más simple que el mecanismo de un chupete no sería un valor especialmente positivo, pero jugando en la liga de títulos dirigidos por gente como Bruno Mattei y Joe D’Amato, la capacidad de Castellari para entretener no puede ser subestimada.
Pero tampoco hay que confundirse: la película da más bien risa. Desde los ridículos conceptos de los pandilleros que pululan por el Bronx (¿Nazis patinadores?¿Bailarines de claqué?), hasta el impresionante actor protagonista. Y quiero decir ‘impresionante’ no en el estilo ‘mi corazón se llena de asombro y humildad’, sino más bien en el de ‘nunca vi a nada tan lamentable y siento que tardaré años en limpiar esa mugre de mi cerebro’. El tal Mark Gregory (nacido Marco di Gregorio, obviamente) era un chaval de diecisiete años que fue descubierto por Castellari en su gimnasio. Un hallazgo sólo comparable al de la bomba nuclear o el formato de ‘Operación Triunfo’. Su carrera fue bastante corta. Algo que no es de extrañar si tenemos en cuenta que sus capacidades interpretativas eran lamentables incluso desde el punto de vista del cine italiano de género. O a lo mejor es que al pobre no le llegaba la sangre al cerebro de lo apretado que llevaba los pantalones de lycra.
Para aliviar un tanto el dolor audiovisual de Gregory, el director de reparto agregó dos figuras bastante distintas entre sí, pero igualmente efectivas. Por un lado, Vic Morrow, intérprete televisivo que, como muchos otros, se paseó por el cine europeo cuando su estrella comenzó a apagarse. El actor aportó un poco de profesionalidad al papel de ‘Hammer’, un mercenario encargado de introducirse en el Bronx y capturar a la hija del presidente. Y sí: como el resto de reseñas de esta película que hay por ahí, añadiré que se trata del pobre hombre que falleció en el rodaje de ‘En límites de la realidad’, justo cuando volvía por la puerta grande al cine americano. Que sois todos unos morbosos.
Por otra parte nos encontramos con el carisma y el bigotón de Fred Williamson, un antiguo jugador de fútbol americano que se especializó en cine de bajo presupuesto y que ya había trabajado con Castellari en ‘Los nuevos bárbaros’. Su personaje de rey del Bronx domina con facilidad todas las escenas en las que está presente, incluida su última aparición durante el clímax final en el que Castellari abandona el espíritu rápido y algo cutre de toda la película e intenta con sinceridad otorgarle una dimensión ¡¡¡ÉPICA!!! que recuerda, aunque parezca mentira, a una escena similar de ‘El guerrero número 13’ de John McTiernan.
Un final que, a propósito, resulta un tanto nihilista. Mucho más que el de su modelo ‘Rescate en Nueva York’. Y es que el cine de género italiano consigue sorprender incluso cuando toda una película no deja de ser un mero calco de modelos americanos.