
Nunca pensé que diría esto, pero el absurdo preside mi vida: gracias a la masturbación conoces gente. En este caso, fue el sábado pasado en la reunión de «golf@s con principios» que organizan mi bienamado Primo Porno y su no menos bieanamada Santa. En ella, en un ambiente distendido, se planteó un debate sobre la masturbación que abordaré en otro post. El caso es que, al final del estricto debate onanista, pasando ya al cervecerío, conocí in person a una lectora de ente vlog llamada
electricbluejean. Entre chanzas sobre el montaje del cine porno, el precio de los guantes de látex negros, cómo conseguir un vibrador por diez euros o la importancia de los aceites esenciales en un automasaje previo a hacerse el amor a uno mismo, terminamos hablando de música.

Enta munhé, por supuesto, tenía una ventaja moral sobre mi, y era que había vivido… ¡en Alemania! Y ya saben que, para un sórdido de pro, ese país es como la Meca, Lourdes o Jerusalén para un lobotomizado. Y, desde Alemania, me trajo un concepto que tengo el deber de compartir con todos ustedes:
SCHLAGER.

¿Y eso qué es? Básicamente, un estilo musical muy común en las tierras germanas y países adyacentes (sobre todo, Escandinavia) que, partiendo de las esencias de su música popular (sobre todo, la polka) y dándole el punto pop de la época (sobre todo, con Casio y bigotón) produce un sonido que sería el equivalente teutón de nuestra canción ligera meets copla meets pasodoble meets Hard Casio. Thing is: son alemanes. Esto es: son mejores. Esto es: Deutschland über alles y bigotón para todos los ciudadanos.

Hay que decir que, además, el Schlager tiene un componente ideológico inexistentente en la canción ligera española. Y es que una de las cosas que aportó el ultranacionalismo de Hitler fue la apropiación de TODA la música popular alemana por parte del nazismo. Por ello, tras la Segunda Guerra Mundial, Alemania no sólo tuvo que reconstruir sus ciudades sino que, además, tuvo que darle a los viejos de los pueblos una nueva musiquilla pachanguera con la que bailar en las verbenas sin tener que llevar el brazo en alto. So Schlager was born.

Otra forma de explicar lo que es el Schlager sería decir «¿Saben ese maravilloso sonido que MERECE ganar siempre en Eurovisión?». Ni que decir tiene que, a día de hoy, existen muchos
blogs – mayormente gays, para qué negallo – que se centran estrictamente en el Schlager como único sonido eurovisivo válido, y que siguen demostrando que esta música no es algo del pasado. Feck, cada vez que se retoma un tema de Schlager – como, por ejemplo en el notorio anuncio del Renault Eco2 «Todos queremos tener un coche ecológico» de esos dos grandes de España y Argentina que son Fabio y

Marcelo – el éxito está más que asegurado. Lo cual me lleva a dejar de perderme en esta introducción e ir directamente a glosar todos los grandes artistas que en el Schlager han sido, empezando, ya que he hablado de ello, por los autores de la melodía del coche ecológico. Agárrense bien, porque NADA en este post va a descender un mísero peldaño por debajo de lo glorioso.
Dschingis Khan

«Hey, tenemos una canción sobre Moscú para ir a Eurovisión. ¡Vamos a montar un grupo que tenga que ver con la letra!». Esto ya no es el clásico dilema de Bob Dylan de «¿Se hace primero la música o la letra?» sino ir un paso más allá hacia la grandeza. Las bases folklóricas propias del Schlager se mezclaron aquí con un sonido claramente deudor de Boney M (el mejor grupo disco ever, y mentores espirituales de Günther). Que no ganasen eurovisión dolió casi tanto como la última curva del GP de Brasil del 2008. Bueno, no tanto.

Rebobinanmos un poco hacia los inicios del Schlager, que son los años 60/70. En esa época, la dicotomía fundamental era entre canciones marchosas clarísimamente folklóricas (y que ahora alguien me diga que el 50% de lo producido por ABBA en sus primeros discos no era, literalmente, excelente folklore sueco) y temas ultrarromanticones que te exigían un look de Arturo Fernández a lo alemán (como, por ejemplo, el mítico Peter Alexander, el de la foto en blanco y negro más abajo). Dentro de esta última tendencia se englobaría Michael Holm, cuyo pañuelo de seda marcó estilo a principios de los 70.
Aunque, claro, no sólo de fulares vive un cantante de Schlager. El mito de Michael H

olm también se debe a sus amistades. En este caso, hablamos de un jrande entre los jrandes: Giorgio Moroder, a quien Holm le dedicó el tema «Giorgio und ich». Con el nombre de
Spinach publicaron algunos singles y el LP
Spinach 1 (Cádiz 0).
Como muestra del talento de Michael Holm les regalo esta versión de – again! – Boney M en su tema más sórdido, «El Lute». (Por supuesto, Boney M fueron más allá en su apuesta por la sordidez a la hora de autoplagiarse y cambiar lo de «El Luteeeee…» por «Mandelaaaa…». Todo vale para las grandes ocasiones).
Roy Black y Anita

Peich santo, toda mi infancia puesta patas arriba. Descubriendo a este grupo, me entero, a la vez de dos cosas: Roy Black era el señor que dio nombre al bar gay menos fashion de Vigo y la Anita esta, fíjese usted, era el mito erótico de adolescencia de Fox y un servidor cuando veíamos el vídeo «Pictures in the Dark» de Mike Oldfield (a pesar del turbador debate que acompañó a aquel videoclip ¿Le faltaba media teta a Anita o era todo culpa de la iluminación?).

Sí, amigos, aquel pedazo de Walkyria llamado Anita Hegerland era el 50% del dueto niña-señor más sórdido ever. Gozosamente sórdido: todavía más que Enrique y Ana. Porque Alemania SIEMPRE gana. Salvo en las películas, pero quién las necesita teniendo youtube.
Howard Carpendale

Abandonando el concepto niña-sórdido, pasamos al de señor con el pelazo magníficamente colocado. En sus años mozos ya se veía que sería el yerno soñado de toda viejuna asistente a programas musicales de televisión autonómica. En su madurez…prefiero no pensar lo que sería. Una excelente muestra del Schlager más romántico y sentido.
Roberto Blanco

Otro incombustible del Schlager es un señor cuyo nombre parece un chiste, pero cuya música no lo es. O por lo menos, eso pensarían las señoras que viesen su actuación en el «Luar» alemán. ¿Alguien duda de que es en esos programas donde se halla LA VERDAD? ¡En Luar salía María Castro y en Rock de Luxe no!
Aunque hay que reconocer que, pese a no ser compuesta por el propio Roberto Blanco, su versión de la Macarena es todavía más gloriosa.
Chris Roberts

Otros cantantes de la época se prestaban más a ser protagonistas de las carpetas de las adolescentes alemanas de los 60/70 (si es que, por aquel entonces, se realizaba tan noble práctica). De entre ellos, me quedo con Chris Roberts por ese nombre que no deja de sonarme a cruce entre Danielle Steel y Silver Kane. Pero no por ello voy dejar de glosar a otros mozos con pelazo

como Jürgen Marcus (el rubio de la foto) o clásicos incombustibles como Bernd Clüver que, a su avanzada edad, son un ejemplo viviente de lo bien que les sienta el just for men a algunos:
Wolfgang Petry

Adornemos un poco el pachanguerío jovial que forma el corazón del Schlager con algo de macarrismo, cuero, guitarrerío y… ¡bigotón! y el resultado es el que, probablemente, sea mi artista favorito de entre todos los aquí glosados. De momento, me he unido al grupo de Facebook «
I bet i can find 1,000,000 people who likes Wolfgang Petry» el cual tiene la astronómica cifra de… 74 miembros. Feck, vivimos en tiempos nefandos. ¡Apúntense!
Roland Kaiser

Cuando uno encuentra en internez descripciones tan bellas y sentidas como ésta, no tiene más remedio que agachar su cabeza y no creerse que puede escribir algo mejor:
«Erotismo, sexualidad se podía escuchar entre cada línea de sus canciones, extrayendo su fuerza de la rica experiencia de la vida de los cantantes de la época y enriqueciendo los textos con su gran voz.
Este es Roland Kaiser, un hombre que triunfó en los grandes escenarios alemanes y europeos atravesando los muros y “cortinas de hierro”, que dividían a nuestro planeta en los años 70 a los 90 en Europa Central.
No sólo fue unos auténticos acontecimientos en Programas de Radio y Televisión si no más bien un gran talento que se anidaba en las almas de la audiencia para bucear tácitamente en los deseos, las fantasías y ansiedades de su auditórium que les llenaba satisfactoriamente en lo musical y con su postura gallarda que envidiaban muchos hombres.
Debemos de señalar que este hombre perteneciente a una clase media alemana jamás le falto el pan para su boca y por el contrario tenía servida en su mesa con el sudor de su frente y el esfuerzo de su trabajo cotidiano.» (Vía
lastfm)
Klaus & Klaus

Que levante el pubis quién nunca haya cantado «Asturias patria querida», «Mira Maruxiña» o «
Eine kleine Jägermeister war nicht gern allein» en algún momento de cebollón. El folklore, al contrario que el gafapastismo, va a los hecho relevantes de la vida, y la intoxicación etílica es algo que comparten casi todas las culturas. Por ello,
Klaus & Klaus abordan la parte más arrastrada del folklore desde la estética portuaria. Como vigués, sólo puedo aplaudirlo. Y más sabiendo que, como Alemania siempre gana, la costera Hamburgo es una de las ciudades más sórdida y gozosamente portuarias del mundo. En palabras de Dillinger «El bar más sórdido de la Costa del Sol parecería un local fashion al lado de un bareto normal de Hamburgo». Acto seguido, me dio
la camiseta que me había comprado en tan bella ciudad. ¿He dicho ya que el festival de Schlager más importante de Alemania se celebra en Hamburgo? ¿Y he hablado del maravilloso bigotón que luce uno de los dos Klaus?
Die Amigos

Agradezco a ese freak mayúsculo que es Dani Villa – el día que nos conocimos, lo primero que hizo, después de decirme «hola», fue cantarme toda la canción de la Trinca sobre el vuelque de los camiones de fruta españoles en Francia – que me haya descubierto a estos dos sórdidos.
Die Amigos tiene un sonido todavía más marcadamente folk que otros grupos, pero merecen ser reseñados, principalmente, no por su desmesurado éxito que les ha llevado a ganar múltiples discos de oro… ¡Sino por haber puesto esos discos de oro en toneles de cerveza! Classy…
Costa Cordalis

Alemania ha sido, históricamente, tierra de acogida de inmigrantes. Ello ha dado pie a que, en muchos casos, se haya logrado combinar lo mejor y lo más sórdido de dos culturas diferentes. El caso máximo de perfección es la destilación italo-alemana de Giorgio Moroder, pero no deberíamos infravalorar casos como el de Konstantinos Cordalis, quien, con su look claramente precursor de «Pasión de gavilanes» arrasó con su hit single «Anita». Quizá de estos vínculos entre países se pueda explicar cómo lugares como, por ejemplo, Malta, tienen un tipo de música tan próximo al Schlager (hecho que nos demuestran, año tras año, en Eurovisión).
A destacar que, actualmente, Costa Cordalis, se dedica al mundo del fitness y sigue manteniendo estupendamente su
cuerpo de escándalo.
Gebruder Blattschuss
Gebrüder Blattschuss son La Trinca o los Zapato Veloz del Schlager: siempre un concepto bien recibido, porque nunca habrá suficiente buen humor en este mundo. Con ellos no puedo exclamar ¡bigotón!, pero algo en su aspecto me haría disfrutar, en su compañía, de una noche en el barrio de Kreutzburg.
Henry Valentino & Uschi
Otro ataque a mi adolescencia. Uno investiga esta música y descubre la pareja Schlager (Henry Valentino & Uschi) que pudo haber inspirado al mejor dúo televisivo ever: Loreto Valverde y Don Basilio. De joven, pasé horas intentando reproducir la técnica de inspiración de aire que Loreto utilizaba para producir su inimitable risa. Y nunca me acerqué: por algo existe la palabra «inimitable». ¡¿Y ahora resulta que la química existente entre estos dos seres podría ser un plagio de un dueto Schlager?!
Bueno, la verdad es que la tal Uschi era una sosainas de cuidado que no le llegaba a Loreto a la suela del zapato. ¡Pero qué calidad la de Henry Valentino! SABÍAN que la caspa de juntar a un viejuno con bigotón con una señorita EXIGÍA la justificación de un nombre italiano. Lección que luego aprendieron
Renée y Renato en su merecido UK nº1 hit single
«Save your love».
Peter Maffay
O cómo deshacerse de las chaquetas para pasar a la chupa de cuero y no perder un ápice de sentimiento Hard Casio por el camino. Seamos sinceros, de ser guapo, Peter no hubiese necesitado ni el cuero ni las tachuelas. Pero los manolones también se merecen una oportunidad en la vida. Y en el Schlager.
David Hasselhoff

Cuando entramos en debates tipo «¿Y por qué te crees que la cultura de la Europa occidental es superior a la del Islam?» una de mis respuestas básicas es «La respetabilidad de un país se mide en la cantidad de buenos tebeos que éste es capaz de producir». ¡Y a ver quién puede negarme eso! Algún tetrahijoeputa, sin duda. Still, debo decir que esa frase se podría reformular de la siguiente manera «La respetabilidad de un país se mide en el nivel de éxito que pueda alcanzar en éste la publicación de un disco de David Hasselhoff». Se mide en proporción directa, claro.
«Du» es una de las más bellas y sentidas aportaciones de David al mundo del Schlager. Y logra estar a la altura de las circunstancias. Su chaleco, por lo menos, lo está.

Amsterdam, verano de 1998. Un servidor de ustedes, junto con otras dos personas, paseamos por la ciudad natal de Paul Verhoeven en medio de las olimpiadas gays. De pronto, un café llama nuestra atención al exhibir orgullosamente el letrero «Macho Macho». Sin pensárnoslo dos veces, entramos y descubrimos un bareto de decoración tipo Querelle y donde viejunos con bigotón se dan el lote con jovencillos al compás del «Soy un truhán, soy un señor» de Julio Iglesias. Evidentemente, decidimos pedir unas cervezas y quedarnos mientras algún señor con pinta portuaria se caía de su taburete en pleno arrebato de pasión. En un momento dado de la noche, tras haber escuchado ya un par de veces un pegadizo tema que dice «Macho Macho» (nada que ver con el hit Schlager de
Rainhard
Fendrich ) , y con varias cervezas encima, me dirijo al barman a preguntarle «¿Qué canción es esa y dónde la puedo comprar?» a lo que me responde maravillado «¡Yo soy el cantante!». En ese momento se unieron el género «Era yo» con uno de los mejores momentos del cine español: Historias de la radio. Mientras hablo con él, acercándome a su oído debido al ruido que toda la congregación hace al corear el «Eres tú» de Mocedades, alguien exclama «¡Vicisitud está enrollándose con el camarero!». No era el caso, pero luego nos pusimos a hablar y Marco nos instaba a aprender a cantar su canción «I don’t know Spanish, but I can sing Julio», mientras yo me ofrecía a enviarle por correo el último single de Mónica Naranjo «-It’s called ‘Untie me'», le dije, a lo que respondía: «I’d rather tie you!». Still, el momento de gloria se produjo cuando Marco nos preguntó a los tres, emparejandonos de todas las formas que permiten las leyes de la combinatoria: «Are you a couple?» Respondimos varios tímidos «No» hasta que concluyó que éramos un trío.
Lo último que supimos de él es que andaba con su novio por Ibiza. Le deseamos lo mejor y que pronto vuelva a delitarnos con su magnífico techno-Schlager holandés. Después de escuchar ese «Macho, macho», ¿pueden ustedes resistirse a unirse a
su página de fans de Facebook? ¡Seguro que, si somos muchos, vuelve a contactar con nosotros en un reencuentro que promete grandeza y sordidez! ¡Sólo les cuesta un click, joer!).
James Last/ Bret Kaempfert

No todo, por supuesto, iba a ser vocal. La sensibilidad del Schlager alemán también fue aplicada a los sórdidos arreglos instrumentales de las orquestas de Bert Kaempfert (por cierto, autor de un tema que se hizo famoso al ser traducido al inglés llamándose «Strangers in the Night») y, sobre todo, James Last (nombre real: Hans Last). ¿El resultado? Exitazos que llegaron hasta a América y, lo más importante, hasta el salón de mi casa en Vigo. Cuando, entre los vinilos de mi padre, vi el «James Last… ¡y olé!» justo al lado del «Oceans of Fantasy» de Boney M (en su edición desplegable con troquelado: sí, es TAN sórdido como se imaginan) y el «Romantic Warriors» de Modern Talking, sólo pude contemplar su bigotón y su grandeza moral y decir «¡Claro! He nacido en el lugar correcto».
DJ Ötzi

Pongámonos algo contemporáneos y arrastrados. Lo que viene, más o menos, a querer decir bakalas. Los alemanes, con su propensión al chunda chunda salchichero – ¿Alguien ha visto «Alone in the Dark» de Uwe Boll? – no tienen mayor problema a la hora de convertir cualquier cosa electrónica en polka (incluso hoy en día, abundan unos grupos de pop-Schlager como
Michael Wendler que arrasan ante una juventud alemana que quiere ver a un Bustamante cantando polkas disfrazadas de otra cosa). Y, en este contexto, es donde un sordidazo como Dj Ötzi se siente plenamente a gusto. La música es mala, vale, pero el Schlager consigue resistir un generación más para que la siguiente pueda redescubrir a gente como Roy Black o similares. Mientras tanto, ente
onvre, en compañía de Captain Jack (¿ecos de Klaus & Klaus?) perpetra cosas como esto:
Nicole

Como despedida, vamos a por uno de los momentos más felices del Schlager. Dijimos que el lugar natural de este tipo de música es el Festival de Eurovisión. Ello tiene sentido si vemos la cantidad de veces que, durante los 70 y 80, Alemania estuvo a punto de ganarlo. Pero sólo una vez lo lograron. Fue con una balada titulada «Un poco de paz» (Ein bisschen Frieden) cuya orquesta dirigió el glorioso bigotón de Norbert Daum. Merecían haber ganado muchas más veces pero, por hoy, nos quedamos con aquel momento en el que el Schlager ruled the World.
Como debe ser.

(PD: Si alguien se perturba mucho y decide que lo único que puede otorgar sentido a su vida es convertirse en cantante de Schlager, en este
link puede descargarse un Singstar de PS2 publicado sólo en Alemania dónde todos estos hits – y más – están presentes. Un buen motivo para aprender idiomas).