Artit-tas cuyo lado sórdido desconocías 1: Mike Oldfield

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Iniciamos una nueva serie de artículos. Y eso sólo puede significar una cosa: que tiene todas las papeletas de quedarse en una sola entrada, pero que así dispongo de una frase para abrir el post. El objetivo de la serie: revelar a nuestro público masivo de freaks, cock rockers y gente aburrida que todavía entra por el post de masturbaciones, el lado chungo y desconocido de grandes artit-tas.

Por artít-ta, un sordidogismo que olvidamos incluir en nuestro glosario de hace unos meses, entendemos a aquellos creadores que son tomados en serio tanto por el público en general como por ellos mismos y sus psicoterapeutas. Así que voy a empezar, lógicamente, por un músico progresivo.

Ser fan de Mike Oldfield es muy duro, pues siempre estás expuesto al escarnio público. Y eso que estoy acostumbrado a que todo el mundo se cachondee de mí. De pequeñito tenía la cabeza como el extraterrestre de ‘Enemigo mío’ y mi miopía solía hacer que me cayera constantemente. En la facultad no paraba de declarar mi amor hacia ‘Star Trek IV’ o ‘Cristal Oscuro’ cuando todo el mundo hablaba sólo de Tarantino y Orson Welles. Más tarde, mientras la mayor parte de mis conocidos se dedicaba a escuchar los Ramones o pop fresco sin concesiones de Subterfuge, a mí me dio por el rock celta y el progresivo. Por no hablar de que hoy en día voy por la calle con una camiseta con la foto de Uwe Boll, algo que sólo puede definirme como ‘atrae collejas’ o, simplemente, ‘pobre perturbado’. Pero siempre he podido defenderme ante cualquier ataque, si bien no físicamente, sí usando mi comprobada capacidad para el sofismo. Además, mi cabeza finalmente recuperó una forma aceptable.

Pero con Mike Oldfield a partir de los 90 no ha habido escapatoria. Declararse fan de este señor siempre lo he considerado un deporte de riesgo a la altura de presentarse maquillado, con tacones y cantando ABBA en la Iglesia Baptista de Westboro. No sólo porque no esté especialmente reconocido ni entre la parroquia cool ni entre la élite talibán progresiva. Más bien, el culpable es él mismo y su trayectoria en los últimos años. Cada nuevo ‘Tubular Bells’ me producía más sonrojo. Lo de la tercera parte haciendo otro remake (la quinta versión si contamos los homenajes en ‘Crisis’ y ‘Songs of Distant Earth’ con la canción de vicisitúdico título ‘Tubular World’) de la melodía original en versión chunda-chunda casi acaba conmigo. Entiendo que el tipo no es tonto: si pone la campana torcida en la portada, las ventas se triplican. Pero lo de sacar tres partes, una regrabación de la primera y desprestigiar un buen disco como ‘The Millenium Bell’ metiéndolo en la saga con calzador da mucha cosita.

Claro que cambiar la vicisitud tubular por su reciente binomio de discos chill-out no era la solución. Una etiqueta que, a propósito, odio profundamente, pues esa música es sólo el new age de toda la vida, pero agregando un chunda chunda que lo hace más aburrido todavía y sustituyendo las chorradas de los chakras, la espiritualidad tribal y los tipos andando con túnicas (una actitud que siempre apoyaré) por algo así como el relax después de haberte endrojado. Un asco, vamos.

Oldfield es un grande de la música con un recorrido reciente lamentable, con fama de borde y con más fans en el armario que Erasure. Porque realmente he conocido a muy pocas personas que confiesen que les gusta este señor, a pesar de que sigue vendiendo España más que los triunfitos. ¿Qué hace, pues, en ente blós?

Prueba 1: El primer single

Miguel Campoviejo, a pesar de lo que su nombre indica, es inglés. Y todos sabemos que esa gente posee un tipo de humor peculiar. No, como ya hemos comentado en otras ocasiones, en plan dobles sentidos y juegos de palabras inteligentes. Más bien logran ese extraño equilibrio entre la ironía, la caca y los chistes de fornicio. Además, tienen una corriente un tanto infantil y, por qué no decirlo, un poco odiable, de humor absurdo llamado whimsical. Para más información, les remito a este post sobre ese grupo sórdido-progresivo llamado Caravan.

Este tipo de chistosidad estaba muy de moda entre los músicos de los 70. Por lo tanto, ¿qué se marca Mike Oldfield como cara B de su primer single, un extracto de esa ambiciosa obra revolucionaria llamada ‘Tubular Bells’? La canción infantil ‘La ranita se fue de cortejo’. Escuchen:

Bien es verdad que Bob Dylan también hizo más tarde una versión de esta misma chorrada. Pero NO acaba con un coro de voces haciendo ‘la-la-la-la’, que es lo que eleva a la adaptación de Oldfield a las cotas de sordidez necesarias para que nos entren deseos de dar de baja la conexión de internet y dejar de malgastar nuestra vida con estas cosas.

Prueba 2: I met a sweet señora in Barcelona

Lo de la canción infantil anterior podría interpretarse como el producto de una debilidad pasajera causada por el exceso de seriedad sinfónica. Pero veamos ‘Don Alfonso’, otro de sus singles de la primera época:

Parece claro que, como el tipo se marcaba grandes y serias épicas en los discos, para los singles se dedicaba a lo que se conoce en términos médicos como hacer el imbécil. Esto es una cancioncilla cuya primera audición me dejó con ganas de un par de lobotomías. Sobre todo por esa forma de cantar de David Bedford (autor de música orquestal avant garde) anclada en la honrosa tradición de hacer el ridículo y dejar constancia grabada de ello.

Lo que resulta inexplicable es que Virgin se gastara los cuartos en rodar un clip (se rumorea que incluso dos) para esta canción. Todo para retirar el single del mercado y enterrar esta obra maestra del bigotón, el estereotipo más glorioso y el humor Benny Hill en una cámara secreta, de la que sólo ha salido para un reciente DVD recopilatorio. Está claro que como venganza hacia Oldfield por haber dejado la compañía en los 90.

Prueba 3: Más singles de borrachera

David Bedford, ente onvre capaz de publicar una composición titulada ‘Stars, Clusters, Nebulae and places in Devon’ y no temer las consecuencias de sus actos, volvió a cantar en un tema llamado ‘Speak’. Y hasta se le unió Oldfield como segunda voz del infierno:

O vayan aquí si no funciona.
Lo más extraño de todo es que no sólo apareció en un sencillo, sino que se publicó como parte de la caja de 4 LPs ‘Boxed’. Y, sí: esto acabó apareciendo en CD. Por supuesto, el único de toda la discografía del Campoviejo que no tengo. Y es que este subgénero conocido por los críticos y asociaciones de alcohólicos anónimos como canción-retro-melopea no es de mis favoritos. Porque es obvio que a Mike y sus amigos les gustaban los cubatas, tal y como se puede comprobar en esta grabación televisiva:

Claro que esto no es culpa del Oldfield. Tampoco de los malvados reporteros que le pillaron pedo. Lo que realmente sorprende es que el extracto de audio de este a capella borrachuzo y televisivo acabara en algunas recopilaciones de rarezas. ¡Nada es suficientemente chungo para un verdadero fan!

Prueba 4: Amarok

En los ochenta, Oldfield encontró el éxito comercial. Pero él, en contra de los deseos de su compañía de discos, quería hacer una obra épica como las de sus inicios. Richard Branson (ese tipo millonario que salía en ‘Superman Returns’ y que debe su fortuna al primer disco de Campoviejo) se oponía, y, además, presionaba para que el LP se llamara ‘Tubular Bells 2’, cosa que le parecía mal al Miguelito… ¡qué tiempos aquellos!. Su respuesta definitiva llegó con ‘Amarok’, un disco de un solo tema que no sólo incluía un mensaje en morse que decía ‘Jódete, Richard Branson’, sino que además contaba con un listado absurdo de instrumentos entre los que podíamos encontrar:
Guitarra tocada con arco, zapatos, aspiradora, perrito de juguete, sillas, punch ball golpeado por un palo, cucharas, silbato de árbitro, uñas, vaso de agua, afinador de guitarra, puerta, bofetadas, cepillo de dientes (y dientes, por supuesto), radio de mentira, los contenidos de una caja de herramientas de aeromodelismo, cristal, martillo y cubo, falsos fuegos artificiales, realmente no tanto sintetizador (sic), esas cosas finas largas metálicas cilíndricas colgantes (sic una vez más) y la voz de una imitadora de Margaret Thatcher. Porque en su momento más vicisitúdico, tras perros de juguete y aspiradoras, aparece la voz de la Dama de Hierro recitando, con unos épicos coros africanos de fondo, la siguiente diatriba:

Hola a todos. Supongo que creéis que no está pasando gran cosa por el momento. Ja, ja, ja. Pues de eso quería hablaros: de los finales. Los finales normalmente ocurren al final. Pero, como todos sabéis, los finales sólo son comienzos.’ La cosa sigue hasta que, con la gaita de Paddy Moloney de fondo, la voz suelta ‘¿No es encantador? Realmente me apetece bailar’. A continuación se escucha un zapateado, conjurando la imagen de la Thatcher marcándose unos pasos danza irlandesa. Imaginaos lo mismo con Fraga y os haréis una idea del nivel de chunguez de la cosa. Pero sordidez de la buena, pues a continuación el tema entra en una épica fase final que desemboca en un coro doblado varias veces que supone el clímax más glorioso de la historia, por encima incluso de un Peter North recién follado por Traci Lords. Vicisitud y éxtasis musical separados sólo por unos minutos. ¡Esa es la verdadera esencia de la grandeza!

Aquí termina la primera entrega. ¿Qué vendrá más tarde?¿La carrera actoral de John Huston?¿La película sado maso de Jaime Chávarri?¿La canción sobre gays leather de Mark Knopfler?¡Se admiten sugerencias!

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