El ataque de los clones de combate 4: Apocalipsis cerebral

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Llega un momento en la vida de todo onvre en el que observa su existencia y se da cuenta de que debería haber follado más. Objetivo que quizá habría alcanzado si no hubiera desperdiciado su tiempo leyendo en internet todo tipo de reseñas de películas malas. Podría decir que yo llegué a un razonamiento similar cuando me planteé hacer la cuarta parte de la temible saga de los clones de combate (Partes 1, 2 y 3). Claro que entonces comprendí la realidad: con 1,68 cm, narizota tezúkica y afición a hacer pelotillas con las cascarrias, perder menos el tiempo en ningún caso habría significado un aumento en el número de polvos. Por lo tanto, desolado ante lo chungo de la realidad, emprendo el camino hacia la culminación de este titánico proyecto.

¿Se acuerdan ustedes que acabé la anterior entrega diciendo que no iba a comenzar la siguiente con los clones de ‘La guerra de las galaxias’. ¡Pues no mentí!

Guarreridas sexuales clónicas:
Mi tío bisabuelo era un paradigma con patas. Gallego que hacía empanadas. Marinero brutote que tenía un tatuaje de una sirena. Y fanático de las películas bélicas. Se las veía todas. No tenía ni idea de directores ni casi de actores. Lo cual le llevó a enfrentarse, confundido a la terrible amenaza para la salud mental de…

¡El blandiporni nazi!

Todavía recuerdo su cara de extrañeza cuando fue a devolver al videoclub ‘Las calientes noches de las SS’ (o algo así). Cualquiera pensaría que, con semejante título, sabía en dónde se metía. Pero no era así. Él sólo quería tiros y se encontró con torturas y tetas.

Huelga decir que la presencia de la palabra ‘tetas’ en la descripción de una película me parece algo interesante. Pero lo de ‘tortura’ ya no tanto. Por consiguiente, el blandiporni nazi es una corriente sub-fílmica que nunca me ha interesado. Ciertamente le eché un vistazo en su momento a un par de las películas importantes del género, por aquello de la culturilla cinematográfica:
Una fue ‘Portero de Noche’, ese coñazo de Liliana Cavani que fue la que le dio el espaldarazo cultureta a la unión de esvástica, tetas y sado en el cine. Algo que tiene que ser como el Emerson Lake and Palmer de los aficionados al sadomasoquismo, a la vista de las curiosas actividades de Max Moxley. Que nos lo confirme el Primo Porno.

Por su parte, el amante de bigotillos adolescentes Pier Paolo Pasolini (también conocido como ‘el director con pinta de yonki’) estrenó el mismo año ‘Saló’, película que nunca he tenido la más mínima intención de ver, por mucho que la gente me reprenda con un: “¿Y tú te llamas cinéfilo y no has visto ‘Saló’?”. Ante lo cual sólo puedo contestar: “¿Qué es un cinéfilo?¿Qué es un ‘saló’?¿Lleva chope?”.

Un año más tarde surgió ‘Ilsa, la loba de las SS’. Las dos anteriores habían sido un éxito, lo cual marca un raro momento en esta saga de artículos, pues es la primera vez que dos pelis de esas que se llamaban antediluvianamente ‘de arte y ensayo’ engendran una legión de clones de combate. El productor David F. Freeman (onvre que auspició las primeras muestras de cine-colonoscopia de Hershell Gordon Lewis) recordó una cosa de nazis y tetas en la que había trabajado en el 69 llamada ‘Love Camp 7’ (la verdadera pionera del infra-género) y decidió repetir la fórmula a lo bestia, mutilaciones genitales (¡uy!) incluidas. El éxito le acompañó. Los italianos vieron que se les habían adelantado. Y atacaron con más desenfreno que colibrí hasta arriba de éxtasis.
Primero llegó ‘Salón Kitty’, otra piedra angular del chungogénero realizada por el guarrete y entrañable Tinto Brass. Todavía contaba con cierta coartada curta, pues tenía como protagonistas a un par de actores recién salidos de ‘La caída de los dioses’ de Visconti. En ésta, por lo que recuerdo, había mucho folleteo, pero pocas palizas. Y bastante aburrimiento.
A partir de aquí, ¡a saturar el mercado con alegría! En el 77 se estrenaron alrededor de 12 de estos finstros fílmicos, con títulos como ‘Tren especial de las SS’, ‘Casa privata per le SS’ (de, por supuesto, ¡Bruno Mattei!) o ‘La Bestia in Calore’, especialmente memorable porque el póster prometía una especia de Bigfoot violando señoras y al final era sólo un tipo unicej bastante feo y con bigotón. Observen, además, cómo la calidad fílmica de estas películas está fuera de toda duda:


Tal exceso de esvásticas prácticamente fulminó la corriente ese mismo año, demostrando que Richard Dawkins quizá esté equivocado cuando dice que no existe un dios misericordioso.

Existieron otros clones de éxitos mamarios, esta vez sin nazis de por medio. ‘Emmanuelle’ fue una de esas películas de visión obligada en Perpiñán. A algunos les despertó su libido. A un tal Bitto Albertini (sí, amigos: director de la apócrifa secuela de ‘Star Crash’), su cuenta bancaria. Este semi-desconocido director del mundo del cine-colonoscopia rodó ‘Emanuelle Negra’, un tremendo éxito protagonizado por la canija pero monilla Laura Gemser (que acababa de participar en ‘Emmanuelle 2’ y, dicho sea de paso, ni siquiera era negra) y una de esas muestras de título consciente de las denuncias por plagio: obsérvese que sólo era necesario quitar una ‘m’ del nombre et, voilá!: casi tantos espectadores como ‘El ultimátum de Bourne’. Eso es más o menos 1.700.000 pajilleros.

Al mismo tiempo, el amigo Joe D’Amato, todavía en los albores de su carrera como perpetrador de clones, estrenó con mucho menos éxito una cosa escrita junto a Bruno Mattei titulada ‘Emanuelle e Françoise’ (‘Venganza de mujer’ fue el título que le dio el poco avispado distribuidor español). Frustrado, le robó a Albertini la protagonista para su propia secuela, creándose la regocijante situación de dos clones de combate compitiendo entre sí. D’Amato ganó y continuó con una tercera entrega. Y cuarta. Y quinta. El resto se las dejó a Mattei, esa especie de D’Amato de segunda. Y pocos insultos más graves que ese se me ocurren.
Por su parte, Albertini intentó abandonar la cutrez y realizó una ‘Emanuelle amarilla’ (título alternativo menos políticamente incorrecto: ‘El mundo de los sentidos de Emy Wong’) que intentaba ser un melodrama serio. A quién se le ocurre.

D’Amato le cogió el gusto al clon guarrete, afición que culminaría en los 90 con sus Tarzan y Aladino porno. Aunque una vez más se le adelantaron con la explotación del truño aquel titulado ‘Calígula’, enorme divertimento consistente en ver a grandes y reputados actores en una producción de tetas y culos. La secuela / remake / desvergüenza del amigo Massacessi se tituló en España ‘Calígula 3, la historia jamás contada’. Yo, no sólo no he conseguido averiguar cuál de los otros clones fue aquí ‘Calígula 2’, sino que no me importa lo más mínimo.

Finalmente, y ya bien metidos en los ochenta, D’Amato se marcó un clon algo tardío de ‘9 semanas y media’ titulado imaginativamente ‘Once días, once noches’ (“¡menos días, pero más folleteo!”, pensó Joe). La broma, misteriosamente, volvió a tener éxito, y algunas películas posteriores del mismo director fueron adscritas a la serie (a veces con títulos tan gloriosamente redundantes como ‘Once días, once noches 2: La secuela’, que es como se tituló una tal ‘Top Model’ en el Reino Unido’), hasta que cuatro años más tarde rodó la continuación ‘oficial’, cuya existencia se podría decir que nos importa un carajo.

Creí que nunca iba a escribir esta frase, pero ya no tengo nada más que decir del tema de las tetas. Bueno, al menos de las tetas clónicas de combate. Aunque, ahora que lo pienso, sería un gran título para un porno de ciencia ficción. Lo cual me lleva, de una vez por todas, a…

Las bazofias de las galaxias:
Por fin llegamos, amigos, al clon de combate más adorado y querido por todos los seguidores del cine chungo. ‘Star Crash’ es una de esas maravillosas putrículas que contienen todos los elementos que convierten un visionado en un continuo regocijo. A saber:

-David Hasselhoff.
-Una tía buena en bikini.
-Un tipo con pelos Bisbal que se parece a Jon Anderson y que era un antiguo niño-telepredicador.
-Plagios de pelis de Harryhausen
-David Hasselhoff
-Artistas solventes poniéndose en ridículo (con Christopher Plummer y el compositor John Barry a la cabeza)
-Naves espaciales que lanzan misiles al enemigo. Éstos rompen las cristaleras y, no sólo no explotan ni se hace el vacío, sino que de él salen unos señores pegando tiros.
-David Hasselhoff.

Mucho se ha escrito en la web sobre este flim. Sin ir más lejos, algunos de nuestros lectores más fieles la han abordado. Es más, una de las pocas veces que he hablado en persona con alguien a quien sólo conocía por internet fue porque escuché a un señor decir las palabras ‘Luigi Cozzi’ y ‘Star Crash’. Naturalmente, sólo un tipo de gente muy perturbada puede hablar de esas cosas, y es posible que tarde o temprano hayamos acabado unos en los blogs de los otros.

Así que poco más podría añadir yo. Luigi Cozzi, el director de esta infamia, es un tipo cuya obra me cae simpática. Porque, al contrario de otros compañeros de caspa italiana, se nota que él le pone ilusión y esfuerzo. Los resultados son catastróficos y ensombrecerían en su horterismo al cuadro de la Macarena toreando a una vaquilla que hay en un bar de Triana (sí: en serio). Pero detrás de esas estrellas de colorines y trajes de conde drácula disco hay verdadero amor por el cine fantástico. Y eso es algo que alabamos en este blog.

La secuela antes nombrada y tan citada en los comentarios de otras páginas es una cosa blandiporni llamada ‘Juegos eróticos en la tercera galaxia’, que, según la IMDB, imitaba en tal medida el look de la original que le cambiaron el nombre en algunos países para hacerla pasar por secuela. Lo cual no deja de resultar inquietante por dos motivos: El primero es pensar que alguien tome este despropósito como modelo a plagiar. El segundo, mucho más terrorífico, es que, si algunos países aprovecharon el nombre de ‘Star Crash’… es que la original tuvo éxito. Una visita a los archivos del ministerio me confirma que tuvo tantos espectadores como ‘V de Vendetta’. ¡Ahí es nada! ¡Cozzi es mucho Cozzi!

No menos difundida recientemente por internet es ‘El hombre que salva al mundo” (también llamada ‘La Guerra de las Galaxias Turca’) De esta cosa ya hablamos en el excesivamente extenso artículo sobre los peores diálogos de la historia. Más que de un clon de combate, se trata de piratería cinematográfica, pues toma prestados planos y música de la película original. Tragársela entera es una experiencia única sólo comparable a hacer puenting con la cuerda atada al prepucio mientras Jennifer Connelly te procura placer prostático. Para convenceros, basta que veáis el clímax de la cinta, que nos muestra a un señor saltarín destrozando ositos de peluche king size y momias de papel higiénico mientras que se intercalan planos de la películas de Lucas con la música de ‘En busca del arca perdida’. Es difícil pensar en algo mejor y, al mismo tiempo, más terrorífico:

Único. Una cumbre de la bazofia a la que muchos han intentado buscar hermanos (Una supuesta ‘Brazilian Star Wars’ circula por You Tube, pero no es más que una parodia infantil al estilo de Enrique y Ana o (¡ups!) ‘Buenas noches, señor monstruo’). Aprovechando la popularidad internetera de la no-película, unos señores hicieron una secuela (¡con los mismos actores!), cuya poca difusión demostró que la bazofia hecha en serio es mucho más divertida que la perpetrada a propósito.

Pero por mucho que los turcos rodaran el plagio más desternillante, fueron los italianos (¡una vez más!) los más pródigos en clones. Ya en el mismísimo 77 se rodaron dos cosas: ‘Battaglie Negli Spazi Stellari’ y ‘Anno Zero – Guerra Nello Spazio’, ambas esputadas por un tal Alfonso Brescia, lamentable señor conocido por algunos imbé… freaks como yo aficionados a la espada y brujería por ser el director de ‘Iron Warrior’ (peli no oficial de la saga Ator). El tipo, escudado tras el pseudónimo de Al Bradley, le cogió gusto al género y se dejó caer más adelante con ‘La Guerra dei Robot’, ‘Sette Uomini D’Oro Nello Spazio’ y una guarrilla titulada ‘La Bestia Nello Spazio’, que tenía toda la poca vergüenza de ser un cruce entre ‘La guerra de las galaxias’ y ‘La bestia’ de Walerian Borowczyk (¡intenten memorizar ese apellido!)
Sé que he visto una de ellas, pero no tengo ni idea de cuál. Varias aparecen en uno de esos packs de 50 películas de dominio público que se pueden comprar en los EEUU. Una vez intenté tragarme una con unos señores azules y ritmo exasperante, que era casi como ‘La guerra de las galaxias’, pero sustituyendo el guión por uno de ‘Los mundos de Yupi’. Lógicamente, mi mano se reveló y apagó la tele en contra de mi voluntad. O por mi propio bien.

Sin embargo, el otro clon italiano que, además de Star Crash, conoció una mayor difusión fue ‘El Humanoide’. Por algún extraño motivo, Columbia se encargó de su distribución mundial en video y televisión, por lo que extraño era el videoclub que no la tenía en sus estanterías. El director fue un tránsfuga del giallo con el improbable nombre de Aldo Lado (sus padres tenían que ser unos cachondos). Gracias a colaboraciones pasadas consiguió enrolar a Ennio Morricone en la música, quizá con el oscuro objetivo de compartir con ‘Star Crash’ el hecho de poner en ridículo a dos compositores legendarios. Claro que tampoco podemos olvidar que Ennio, lo que se dice selectivo, nunca ha sido (sólo buscando clones de combate en su filmografía, uno puede encontrar ‘El tesoro de las cuatro coronas’, ‘Holocausto 2000’, ‘Orca’ o ‘Hundra’). Su música abre la película con lo que parece una versión disco del ‘himno de la alegría’. A continuación, cómo no, vemos un plano directamente plagiado de ‘La guerra de las galaxias’. A partir de aquí, tenemos un festín de chunguez en el que, por algún motivo, todos los efectos especiales parecen estar rodados con una gasa de las que le ponían a Sara Montiel para las entrevistas. Tampoco falta el malo con casco de Darth Vader, algo que comparte con la muy querida ‘Yor, el cazador del futuro’. Y por ‘muy querida’ quiero decir ‘película que has visto más de una vez y te sientes avergonzado de ello’.

Por la misma época llegó un clon japonés. Aunque, claro está, proviniendo de ese país sólo puede ser… distinto. Su personalidad y el motivo por el que la recordaréis es que hay una nave espacial con forma de barco. Sí: con velas y todo (¿verían esta cosa los de ‘La isla del tesoro’ de Disney?). La película, titulada aquí ‘Los invasores del espacio’, tiene sus fans, por lo que tendré que poner la mula en marcha. Extrañamente, la trama viene a ser más o menos una mezcla de Lucas (con princesa huyendo) y ‘Los siete samurais’. Y es curioso porque el otro clon de combate de ‘La guerra de las galaxias’ que suele destacarse en este tipo de artículos es ‘Los siete magníficos del espacio’, producción de Roger Corman dirigida por Jimmy T. Murakami. Ésta era directamente un remake, hasta el punto de contar con Robert Vaughn repitiendo su papel de ‘Los siete magníficos’. No sé qué tendrá esta historia que tanto gusta a la hora de hacer caspa galáctica, pues algunos recordaréis cómo la lamentable saga de tebeos que continuaba ‘Star Wars’ la usó para la primera aventura de Han Solo, muy recordada por la presencia en el grupo de mercenarios de un conejo verde gigante y un caballero jedi loco llamado Don Wan Kihotay. Y si con esta descripción no habéis salido corriendo a la tienda de comics a comprarlo, es que sin duda estáis mentalmente más sanos que yo.

Como suele ser habitual en las producciones de Corman de la época, nos podemos llevar algunas sorpresas si miramos los créditos. De entrada, el director fue el responsable de una de las grandes obras maestras olvidadas del cine de animación (y no sólo por contar con un tema de Génesis en la banda sonora. O a lo mejor a pesar de ello): ‘Cuando el viento sopla’. Pero mucho más bonito es darse cuenta de que el guión es de John Sayles, director independientoso pero talentoso que ya ha visitado esta serie de artículos con un par de clones de ‘Tiburón’. ¿Acaso no es fascinante que un hombre sea capaz de hacer ‘Passion Fish’, ‘Piraña’, ‘Alligator’, ‘El secreto de la isla de las focas’ y el guión rechazado de ‘Parque jurásico 4’ con dinosaurios mercenarios inteligentes? Por mucho que me aburriera con ‘Lone Star’, todos tenemos que aplaudir a este jrande.
Corman se gastó muchísima pasta, sobre todo en pagarle a Vughn y George Peppard, así como en los efectos especiales en los que, como en ‘La galaxia del terror’, participó James Cameron.

*Inciso: no puedo resistirme a volver a este clon de Alien. Tras hacer aquel artículo, me dio por verla. La cosa era tan infame como esperaba (incluyendo un ligero ‘¡era yo!’). Pero lo mejor fue descubrir una de las más impresionante frases lamentables de la historia del cine. En un momento de exasperación y frustración, una de las protagonistas grita:

DIÁLOGO DOLOROSO 31:
-‘¡Ojalá me hubiera quedado atascada en el útero de mi madre!’

Y ojalá todas las frases de las películas malas fueran tan gloriosas. Fin del inciso*.

La película fue bien, y Corman estuvo sacando partido de la inversión en efectos durante años, incluyendo un tercer (¡!) remake de ‘Not of this Earth’ en 1998.
El mismo año se estrenó ‘Galaxina’, una cosa que no sabe si es parodia o clon serio que, según he leído, es un tanto rollete y, según veo en el trailer, no parece que la salve ni la presencia de un sórdido con bigotón:

Con todo, tuvo cierta notoriedad por estrenarse cerca de la muerte de la protagonista, Dorothy Stratten, una conejita de Playboy que se supone que estaba destinada a la fama (una afirmación bastante dudosa) y que fue asesinada por el cabrón de su marido y representante (los morbosos pueden ampliar la información con la película de Bob Fosse ‘Star 80’, y, al mismo tiempo, deprimirse un poquito).
El tono de parodia estuvo un poco más conseguido en la jocosa ‘Los piratas del espacio’, protagonizada por Robert Urich y dirigida por el responsable a efectos penales de ‘Mi amigo Mac’. Con Angelica Huston avergonzando el nombre familiar, la película era una inmensa chorrada que se basaba en algo que Lucas no supo ver para las precuelas de la Santa Trilogía y que muchos fans le echaron en cara: darle protagonismo a personajes al estilo Han Solo. En este caso, la cosa no funcionó. Años más tarde, Joss Whedon pensó lo mismo para su (cojonuda) serie ‘Firefly’ y tampoco se comió un gruño. Y es que nadie sabe nada.

Finalmente, y aunque no sea extrictamente un clon de combate, no puedo olvidarme de ‘El abismo negro’. Algo que, sin embargo, llevan intentando hacer todos los involucrados en la película desde que se estrelló en la taquilla allá por el 79. Fue la apuesta de Disney para igualar el éxito de George Lucas en una época en la que la compañía no sabía qué hacer. Todo el mundo la odia, aunque a mí siempre me caerá simpática debido a su esquizofrénica naturaleza: Por un lado, era un producto típico de la compañía con robotijos que tenían los ojos de cartón en la carcasa. Por otro, ciencia ficción de la dura que acaba con todos los protagonistas palmando (y unas extrañas imágenes del infierno que me maravillaron de chiquitín). Fue la primera película Disney que no era para todos los públicos, además de ser un hito en los efectos especiales por ordenador (sí: en el 79). Tenía una partitura memorable de John Barry sólo un año después de la bazofia de ‘Star Crash’. Y, al mismo tiempo, mostraba imágenes de extremo terror estético-narrativo, como Ernest Borgnine en pijama Star Trek, imaginería moralizante chungo-cristiana o un campeonato de videojuegos entre robots.
Tenía previsto continuar esta entrega con los clones de ‘El exorcista’ y ‘La profecía’. Pero creo que me he pasado de extensión. Y tampoco me apetece. La saga culminará con un último episodio en el que tendremos cabezas que giran 360 grados y, como colofón, el resto de morralla en plan batiburrillo. Permanezcan en sintonía (si es que queda algún lector asiduo a la serie) para ‘El ataque de los clones de combate 5: Miscelánea Mortal’.

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