
Uno de nuestros muy jrandes lectores es Juan, cuyo apellido nos callaremos por el bien de su imagen pública. El nombre es real. Porque, claro está, si te llamas Clodoveo, there’s no point en ocultar tu apellido. Pero lo de Juanito es como Paquito o los pelos del pubis: siempre encuentras uno cuando menos te lo esperas. Ente onvre, medio israelí, medio vallecano, judío y rojo convencido (¡qué hermoso! ¿Acaso os creíais que sólo había curas cristianos de izquierdas?) llegó a este blog gracias a un amigo común y acabamos tomándonos unas cervezas para charlar sobre Menahem Golan. De hecho, me ha animado y dado información de cara al épico proyecto de libro de la Cannon, del que todavía no he escrito ni una línea. Fue él quien me descubrió esta obra maestra musical del director israelí, una mezcla de ‘Hair’ y ‘El violinista en el tejado’ que me ha bajado de la mula aun estando sólo en hebreo: Pero no sólo es experto en pegadizos y vicisitúdicos musicales de Menahem. También tiene unos grandes conocimientos de cine bélico, películas de la Europa del Este y cine español lamentable (¡que nadie grite ‘¡pleonasmo!’, que Azcona casi está de cuerpo presente!). Así que, viendo que me va el masoquismo, me prestó la que para él es la cosa más chunga de nuestro cine. Suena duro. Muy duro. Y el resultado fue, como diría Neil Patrick Harris, legendario. El flim se titula ‘SOS Invasión’ y es, como no podía ser menos, de ciencia ficción. A veces no hay palabras para describir una película. Claro que éste no es el caso. “Lamentable” es el primer término que toma al asalto mi mente y hace una sentada de protesta en mis neuronas. Aunque “Bazofia” y “Cine-colonoscopia” no le andan lejos.
Pero, por supuesto, no estamos frente a una caspa habitual. Si así fuera, no me habría fascinado tanto como para escribir sobre ella. Lo mejor de todo es que mezcla:
– Trama de ciencia ficción.
– Con un punto de giro similar a ‘Plan Nine From Outer Space’.
– Turismo en el Algarve.
– Suecas con pelucón.
– Ni un solo efecto especial o escenarios futuristas.
– Repito: ni uno.
– En serio: la nave espacial es más bien el recibidor de un parador.
– Bueno, está bien: algunos contarían como fx un pase de manivela estilo Meliés. Yo no.
– Planos pretenciosos.
– Intentos de cine pop con un grupo musical de unicejos.
Tuve que ver la película en dos sentadas. Porque los terroríficamente aburridos primeros veinte minutos me metieron en el cuerpo un irracional miedo a que los puntos de la reciente operación de estómago salieran huyendo.
La cosa empieza cuando una de las peores actrices de la historia, en dura pugna con la de ‘Apocalipsis caníbal’, le cuenta a su tío su experiencia con extraterrestres. Flashback a unos eventos que ella no podría haber presenciado (amigos, ¡si éste fuera el único error de la peli!) en los que hay mucha juerga por Portugal la nuit. De esas rodadas desde un coche superponiendo imágenes de bailes y night-clubs. Vamos, en plan película de los años 20. Lo malo es que esta cosa es del 69.
El protagonista de estas parrandas es el insigne Jack Taylor, actor americano que ha salido en casi tantas coproducciones como Simón Andreu y que sigue en activo. Sin ir más lejos, en el reciente timo wannafreak llamado ‘The Birthday’. El tipo era uno de esos intérpretes que, tras algunos papeles en televisión, vinieron a Europa en los 60 para poder trabajar un poquito. Y acabó en películas de Jesús Franco, J.P. Simón y cosas como ésta. Por no hablar de su insigne papel como ‘sacerdote que se quiere follar a Chuarche y recibe un hostión’ en ‘Conan el bárbaro’.
El buen hombre es lo mejor de la película. No por su impresionante actuación, válgame dios, sino porque pasa absolutamente de todo. Hable de lo que hable, siempre tiene la misma cara de estar pensando: ‘A ver si acaba el rodaje de hoy y me voy al yate a follarme a alguna de las suecas extraterrestres’. Pensamientos loables que, desde luego, apoyo sin reservas.
Tras una especie de asesinato cuya planificación convierte a Hershell Gordon Lewis en el puto Hitchcock, nos metemos en la carne de la historia:
Vacaciones en el Algarve.
La prota que cuenta la historia y el amigo Taylor se dan unos paseítos por las playas, hacen una excursión en yate y conocen a un lamentable estereotipo de argentino interpretado por el mismísimo ‘Flequillo’, José María Tasso (lectores de menos de treinta y muchos: pregunten a sus padres).
Todo esto nos hizo pensar que el director tenía que ser un chaval con dinero al que le pagaron unas vacaciones y se llevó una cámara. Lo único que he podido averiguar es que el gobierno Portugués fue estaf… quiero decir, convencido para que aportara pasta. Espero que rodaran cabezas en el ministerio de turismo luso.
En lo que se refiere al director, un tal Silvio F. Balbuena, he comprobado que tiene una filmografía escasa en la que sería interesante NO profundizar. Más curioso es el hecho de que el guión es de un tal José Luís Navarro. Un viajecito a la IMDB nos revela una trayectoria que sí que merece la pena: Comienza con ‘Pasa la Tuna’ (efectivamente, con ‘Flequillo’. ¿Es que todavía no les habéis preguntado a vuestros padres?). Sigue con otras pelis de Elorrieta (incluyendo la exitosa y olvidada ‘Una bruja sin escoba’), se marca un spaguetti western con un pistolero robot (en serio) y escribe un episodio de ‘Mission Impossible’. Toma ya. Sigue con bazofia variada que y hasta se hace una peli de El Santo y un clon de combate de Salón Kitty, demostrando que no sólo era un todo terreno, sino que no tenía vergüenza alguna. Pero lo mejor es que acabó su carrera con episodios de ‘Colombo’ y el guión de ‘Target: Agente doble en Berlín’, flim de espías con… ¡Matt Dillon y Gene Hackman!. Esto sí que es un currículo y no el mío.
Pero sigamos con la película. Tras muchos paseos turísticos a velocidad FF empiezo a darme cuenta de que la película tiene algo que la distingue. No es el montaje lamentable ni la falta de ritmo. Es que el director… ¡hace planos estetas! El interés comienza a subir, además, cuando me encuentro con el primer gran momento de poca vergüenza narrativa orientada a escatimar efectos especiales:
Cuando el amigo Jack conduce por la costa y está a punto de ver algo… Bueno, así es como presentan la nave extraterrestre: ¡Planificación consciente del presupuesto! ¡Cojonudo! ¡Para eso sirve enmarcar la historia en un flashback (repetimos: de un personaje ausente)! Nos ahorramos el OVNI y colocamos el portón del parador donde se alojaba el equipo. Ni Corman llegaba a eso. Porque él siempre escondía el monstruo hasta el final. Pero se acababa viendo (aunque fuera una marioneta cutre rodada una vez completada la película, como en ‘La bestia del millón de ojos’)
Tras algunas fiestas más y una actitud extremadamente calmada del protagonista, éste convence a la chica de ir a ‘unas ruinas’ (que resulta ser un castillo con pinta de parador) donde está escondido el OVNI. Y éste es el momento en el que la película pasa de ser una bazofia a convertirse una porquería. Fascinante, eso sí. Veamos la secuencia: Ese instante de susto cuando ve el poco amenazador ornamento arquitectónico es una joya de la narrativa colonoscópica. Sin embargo, prefiero cuando, de repente, caen al mar. O eso parece. ¿Y por qué tienen tanto miedo? ¿Cómo? ¿Dónde? ¿Lo qué? ¡Ah… las delicias del buen cine!
A continuación, son apresados por las extraterrestres con pelucón. La más fea del grupo (o quizá la única que sabía hablar), les cuenta su plan en este maravilloso ejemplo de la gloriosa tradición del montaje-con-la-punta-del-nabo: Si habéis escuchado a la conversación (y si no, que conste que no os culpo), habréis captado algo muy curioso: los motivos de las suecas interestelares son los mismos que los de los extraterrestres gays de ‘Plan 9 del espacio exterior’. Great minds think alike!. Sé que todo el mundo que habla de cine colonoscópico acaba invocando el nombre de Ed Wood. Pero el placer de descubrir esta referencia en una caspa española es un acontecimiento tal que me permite salirme con la mía a pesar de usar un triste lugar común. Apiádense de mí: a estas alturas de la película mi mente no está del todo clara, pues anda ocupada en otras cuestiones trascendentales: ¿Es una nave espacial o un parador?¿Alguna es rubia natural debajo de la peluca? Y, sobre todo, ¿que ha muerto quién?: Tras este detalle informativo de TVE, los protagonistas se pasan unas bonitas vacaciones como huéspedes de las extraterrestres mientras éstas practican indeterminadas pruebas médicas que sin duda tienen como efectos secundarios la pérdida total de capacidad interpretativa de los pacientes. El director, mientras tanto, va a lo suyo, mostrándonos el mejor plano pretencioso de toda la película: Más tarde, el amigo Jack escapa de la vigilancia de sus captoras provocando un espectacular accidente: Luego comienza una persecución que voy a reproducir casi íntegramente, pues se trata del momento cumbre de la película. Algo así como Richard Lester lobotomizado. Una secuencia que permite a algún crítico indocumentado decir que la película es un ‘divertimento pop’, en lugar de descripciones más adecuadas como ‘bochorno lamentable’. Atentos sobre todo al video clip del grupo ‘Los unicejs’: cómo hacer humor de vodevil en un solo plano. La película acaba sin que se haya visto la nave espacial, e incluso se permiten hacer un chiste al respecto. ¿Acaso esperaban la simpatía del espectador al declarar abiertamente su cutrez? Quizá sí. En el caso de que quedara alguien en la sala. Y, para redondear el espectáculo, hay revelación final: el tío de la prota… ¡trabaja en realidad para las suecas extraterrestres! ¡Muérete de evidia, Mr Night Shamalama Dingdong! La chica huye y el director nos regala la última marca de calidad del flim. Una sólo comparable al ‘666’ en la cabeza de un niño o al logo de ‘Falomir’ en un juego: La interrogación tras el ‘FIN’. Una promesa de secuela nunca cumplida. Claro que, ahora que Albert Pyun va a realizar ‘The Sword and the Sorcerer 2: Tales from the Lost Empire’, mejor no dar nada por sentado.