
1982: con 8 años, un servidor de ustedes ya era un freak canónico, amante de los tbeos, nulo para la educación física, con buenas notas y con cierta habilidad para atraerse grupos de alumnos de mayor edad – e incluso, a veces, menor – que disfrutaban pegándole. Entre las múltiples características que definían a estos matoncillos ochenteros, aparte de un compulsivo fumeteo o lucimiento ocasional de arma blanca, destacaba, curiosamente, una elevada politización. En su caso, eran férreos seguidores de Alianza Popular. El desprecio que esa gentuza me producía se correspondía, de forma lógica, con que mis padres fuesen fieles votantes socialistas. Así, mi filofelipismo infantil se convertía en otro motivo más de colleja en esos horribles recreos ochenteros en los que, pese a huir del campo de fútbol como de la peste, una turba de futuros votantes populares lograba encontrarme y fostiarme.
La noche electoral del 82, me acosté pensando en cómo Fraga iba a ganar de calle – feck, prácticamente TODO lo que me rodeaba iba a votarle – y como, a la mañana siguiente, la dosis de capones tendría un cachondeo especial añadido. Como cuando te sodomizan y, encima, te insultan.
Llegó la mañana y, al despertarme, le pregunté temerosa a mi madre «Ha ganado Fraga… ¿verdad?». Incrédula y conteniéndose la risa me respondió «¡¡¿Qué dices?!!! ¡¡Ha ganado Felipe con más de doscientos escaños!!». Recuerdo que ver la cara de pasmaos de toda aquella gentuza en el patio del colegio fue uno de los momentos más felices de mi infancia.
Luego uno crece, y si bien se da cuenta de que en el PSOE pueden ser tan corruptos como el que más,
o que su política económica en nada se diferencia de la del PP, siempre queda ese agradecimiento hacia Felipe, esa cosa grabada a fuego en tu inconsciente que hace que, a la que cierta gente a la que admiro y respeto dice «Yo sólo volveré a votar cuando se vuelva a presentar Felipe» sólo pueda darles la razón.
Por ese motivo, tras la lamentable oposición y peor campaña hecha por Rajoy, un servidor, cual Fernando Alonso de la vida, se alegró enormemente no por la victoria de un partido al que no suelo votar – o al que voto con muchas reservas – sino por la derrota de una ad
versario que se queda más a cero que McLaren. Embebidos por la euforia, Dillinger et moi nos plantamos en el sarao de la calle Ferraz para tomar cervecillas al ritmo de canciones de Queen y sentir el poder del metal cuando todos se abalanzaban sobre la vicepresidenta en plan rock star. A destacar la imensa cantidad y calidad de bigotones que había en el ámbito, de lo que también dejo testimonio gráfico.Algún borracho pasó y se dedicó a insultar a Zapatero, lo cual sólo recibió risas por parte de la congregación (no quiero imaginarme qué le hubiese pasado a un borracho similar en Génova).
Dicho esto, parece que el afan infantil de
Paco por recuperar lectores en su magníficamente masturbatorio post se contrapone al afan adolescente de perderlos con este post tan sociata. Fear not: aquí estamos eljos del seguimiento acrítico de cualquier doctrina que no sea la sordidez. Pero es que en eso, como en tantas cosas, el PP también apesta. Creo firmemente que lo que diferencia al onvre de los animales no es la inteligencia, sino el disfrute del erotismo festivo y, ahora, hay que recordar que fueron los socialistas – franceses, en este caso – los únicos que produjeron cine porno. Se trata de un maravilloso cortometraje dirigi
do nada más y nada menos que por Cédric Klapisch y protagonizado por la jran Oliva del Río. Diálogos como «- Bonjour, c’est le ramoneur. – Mais, je ne sais pas… Je suis toute seule, mon mari est parti… – Ne vous inquietez pas, madame, je ne suis que pour ramoner…» (- Hola, soy el deshollinador – Pero, no sé… Esoy sola, mi marido se ha ido… – No se inquiete, señora, sólo he venido a deshollinar…) demuestran que la lengua de Molière se creó sólo para llegar a ese momento mágico que es ‘Le Ramoneur del Lilas’. Vean y gocen mientras le cedemos la palabra a Dillinger.
Irreflexiones electorales dillingerianas
Algunos verán poco apropiado que un blog de humor y cachondeillo como este se meta en política, pero es que precisamente lo que nos define es no hacer nunca lo más adecuado ni decoroso. Sobre todo en mi caso, puesto que tuve la poca vergüenza de acudir el pasado domingo a Ferraz a celebrar como el que más la victoria de ZP … sin haber votado por ZP. Servidor de ustedes es uno de los pardillos que sigue votando a IU, ya saben, esa “izquierda rancia” tan poco fashion que sigue creyendo tercamente en la escuela y la sanidad públicas, el estado del bienestar, el laicismo, el respeto a las minorías y todas estas cosas anticuadas y pasadas de moda de las que poco a poco nos van librando los iluminados del neoliberalismo pepero, demostrando que se sigue cumpliendo la máxima de que tener ideas de hace 30 años es anticuado pero tenerlas de hace 200 es modernísimo (eso sí, también gilipollas); pero sobre todo uno es español y le gusta sumarse al ganador, además de que lo que se trata, como bien dice Vicisitud, es de celebrar la derrota del contrario más que la victoria de los tuyos, sobre todo cuando se es gallego y por lo tanto, según la única frase ocurrente dicha por Aznar ever, profesional del resentimiento. Por otra parte, mis elogios a ZP no dejan de ser un homenaje a mi señora abuela, el único precedente de voto izquierdista en la familia; a ella la política se la repampinflaba pero le hacía ilusión votar y el PSOE eran los únicos que le mandaban la propaganda a casa.
¿Por qué todos los colaboradores de Vicisitud y Sordidez nos regocijamos con la derrota facha?

Podríamos decir que porque no queremos un gobierno en el que la mitad de los ministros pertenezcan al Opus, legionarios de Cristo, kikos y demás sectas integristas chungas sin sentido de la estética ni del erotismo, porque se supone que el camino a seguir no es Irán y que por lo tanto el gobierno no debe estar condicionado por lo que digan los curas, porque el PP hace cierta la frase johnwatersiana de que decir familia es decir censura, porque, por mucho que joda, los solteros, maricas, inmigrantes y sórdidos también somos España, aunque no nos hayamos apropiado de la bandera y por extensión de todo el país, porque si Rajoy piensa que en España “no cabemos” y Espe Aguirre que en Inglaterra todo es maravilloso pues que se larguen los dos para allí y que no se den prisa en volver, porque es feo utilizar el sufrimiento de las víctimas del terrorismo para hacer demagogia, sobre todo si mientras tanto te dedicas a llamar de todo a las víctimas que no votan al PP, porque, como decían por Internet, a Rajoy su niña le salió lesbiana y votó a los socialistas para poder casarse, etc. etc. Pero la razón principal por la que ser pepero es incorrecto la expresó con rotunda claridad una de las más grandes de España, Sara Montiel: yo voto a Felipe; Aznar no tiene ni medio polvo. Diez años después tal afirmación sigue plenamente vigente: Rajoy tiene menos morbo que Pitita Ridruejo en tanga y el sabio electorado español ha dado la razón a Almodóvar y McNamara: lo que no da morbo tú sabes bien que es un estorbo. En cambio ZP sí es erótico, ZP rocks y hasta Sonsoles es mucho más guapa que mrs. Rajoy. No hay duda pues: España ha tomado la decisión correcta. Celébrenlo a nuestra salud.
Nos despedimos con la cósmica reflexión de nuestro Gepunto Panadero a la que, en pleno reproches al PP y debates sobre la mayoría absoluta, pronuncia LA pregunta de la jornada – y estamos hablando del autor de frases como «¿Quién es Bisbal?» – y esa pregunta no fue otra que:
«¿Qué es un escaño?»
Think about that.