
– El hotel es algo chungo, pero lo peor es unos cuadros horrendos que tienen…
– ¿De qué son, de mujeres vaporosas masturbándose en paisajes valencianos al atardecer?
– ¡Ojalá! Esto es como un Warhol degenerado. Espera que el tío este tiene un nombre y… No puede ser verdad…
– ¿El qué?
– ¡Se llama Ronnie Cutrone!
Evidentemente no me lo creí, pero Internet se encarga de demostrarte que estas cosas ocurren.
Sí, hacer pintura deplorable y llamarse Ronnie Cutrone ya te da la medalla de “onvre del año” y así podrá concluir, sin más, este post. Pero ya sabéis que lo nuestro es, al igual que Encarna Sánchez, el periodismo valiente dirigido a la verdad. Así que comenzamos a investigar en la vida de ente onvre.
Ronnie Cutrone – no, no pienso decir su nombre de forma abreviada en ningún momento del artículo, faltaría más – se dedicó a ser el “asistente” de Warhol en los años dorados de The Factory. Sobre toda la gentuza que rodeaba a Andy sólo puedo decir lo mismo que se cantaba en una coplilla de King Crimson:
“…Y si Andy Warhol es un genio, qué soy yo sino una mota de polvo en el glande de un alienígena conservado en gelatina”.
Se puede decir más alto y, sobre todo, más claro, pero no me apetece hacerlo: lo único que se puede añadir a las fotos de Ronnie Cutrone con Warhol sería un bocadillo que dijese “¡Mira, mamá, aquí estoy al lado de Andy!”.
Still, queda la gran duda: ¿Cómo llegó Ronnie Cutrone a esa posición de privilegio? ¿Cómo logró, al igual que jrandes como Pitita Ridruejo y Ana Obregón, salir al lado de Warhol en las fotos? La respuesta a esta pregunta es la que convierte a Ronnie Cutrone en uno de los más notorios onvres de la historia. Aquí está su ídem:
El caso es que, a la que Ronnie Cutrone se sumió en el ambiente artístico de la Factory, se dedicó a hacer disciplinadamente los deberes: el cartel de “prohibido consumir drogas” que presidía la factoría, sólo servía para que todos estuviesen en las escaleras chutándose Metadrina. Y a ello se aplicó Ronnie Cutrone. “Pero sólo Metadrina, éramos unos puristas”.
Por supuesto, un chaval aplicado como Ronnie Cutrone, también se fijó en la homosexualidad dominante en el ámbito (mítica la frase de Lou Reed “Cariño, soy un chupapollas… ¿Qué eres tú?”). Así que Ronnie Cutrone se dispuso a hacer los deberes: se presentó en el bar Ernie’s, un ámbito donde, en la barra, estaban los tarros de vaselina y, cogiendo uno, se dirigió al cuarto oscuro.
El problema fue – y esto es lo que convierte a Ronnie Cutrone en uno de los onvres definitivos – que se le dio realmente mal. No importaba la dedicación y ahínco que le pusiese. En una ocasión, un señor que estaba recibiendo una felación por parte de Ronnie Cutrone, le dijo “Tío, esto no es lo tuyo” a lo que un avergonzado Ronnie Cutrone le respondió “Ya lo sé, lo siento”.
Después de un momento de definición vital tan épico como ése, sólo puede ponerle un bocadillo distinto a la foto de los notas de The Factory: