América 3000: ¿Pero de verdad se estrenó en cines?

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Antes de la perniciosa llegada del Oblivion a mi vida, parte de mi tiempo a la espera de que mi novia llegara a deshora a casa (bien por un master, bien por explotación laboral) era desperdiciado en el visionado de cantidades poco saludables de películas italianas de género. La povre munjé sigue trabajando doce horas diarias, y yo he llegado a un punto en el que mi dedicación a explorar cavernas y ruinas élficas me empieza a preocupar. Así que, poco a poco, estoy volviendo a ver cine-colonoscopia. Efectivamente: es como dejar de esnifar pegamento y pasarse a los peta zetas intravenosos. En cualquier caso, mi salud mental está comprometida.

Claro, que ahora me he apartado de los italianos porque hay un nuevo horizonte vital más ambicioso en mi vida: ver todas las películas que pueda de la Cannon, con la intención de preparar un temible libro sobre el tema. Mi existencia es así de triste, y estoy alcanzando cotas nunca pensadas de masoquismo. De aquí a buscar a una dominatrix que me haga pupita sexual sólo hay un paso y una cantidad de dinero que no estoy dispuesto a pagar.

Por ahora, la cosa ha fluctuado entre lo aburrido (‘El guardaespaldas de la primera dama’), lo malo que casi (sólo casi) hace gracia (‘Firewalker’) y lo putrefacto (‘Sinbad’ o, sobre todo, ‘Viaje al centro de la tierra’, pronto en este blog en cuanto venza mi vergüenza y me anime a mandarle un mail al casi-director). Pero el otro día me encontré una de esas piezas de chunguez memorable. La verdad es que no estoy hablando de un clásico de la caspa. Difícilmente podrán lograr los americanos imitar la vicisitud y fascinación de una bazofia italiana. Pero sí que se trata de una finstro poco conocido con un par de detalles de ridiculez que merece la pena compartir con el resto de la humanidad. O, al menos, el puñado de depravados como yo que hayan llegado al tercer párrafo de este artículo.

‘America 3000’ es el título de esta cosilla. Que empezó como una buena idea. Pero todos sabemos lo que suele pasar con las buenas intenciones. A menudo acaban en el DVD de algún graciosillo dispuesto a cachondearse de ellas. El director, David Engelbach, había escrito ‘Yo soy la Justicia’ para Menahem Golan y, según creo recordar, un tratamiento no utilizado de ‘El justiciero de la noche’. En algún momento entre esto y el primer guión de ese clásico ochentero que fue ‘Yo, el Halcón’, los jefes de la Cannon decidieron dejarle hacer su propia película. El tipo sacó del cajón una historia futurista que tenía guardada desde los 70. Y los primos aceptaron. Claro que, por aquellos entonces, Golan y Globus habrían financiado hasta una adaptación de las Páginas Amarillas. Según su director, se trataba de una película que, cuando la escribió, se adelantó a su tiempo. Y, cuando la rodó (1986), venía con un retraso más preocupante que el de la regla de tu novia. Se trataba de un flim…

¡POSTAPOCALÍPTICO!

Una palabra escalofriante. Y sé lo que me digo: ya he tenido mi buena ración de género ochentero e, incluso, he pagado por ver ‘Residen Evil: Extintion’: Esa cosa en la que, bajo tierra y en un mundo devastado, la Malvada Corporación ®le dice al Científico Loco ® que no haga nada ‘…hasta la próxima reunión’. ¿Y qué coño tienen mejor que hacer en el puto búnker en lugar de reunirse? ¿Jugar al mus?

Pero me estoy desviando del tema principal. ‘America 3000’ que, curiosamente se desarrolla en América en el año 3000, se abre con un magnífico cartel introductorio:

Nueve años después de la Gran Destrucción Nuclear… El mundo que el hombre creó, él mismo lo destruyó. De la oscuridad y la ignorancia de los escombros radiactivos surgió un nuevo orden. Y el mundo estaba… ¡woggos! En la antigua lengua, eso significa – ¡Loco!

¿Hace falta decir que este texto da menos buen rollo que las primeras líneas del Necronomicon? Pues sí. Porque no sólo nos está diciendo que nos enfrentamos a una cosa postapocalíptica. Es que, además, parece que, a lo mejor, quizá, puede que… ¡vayan de graciosos! ¡Y un poco gays! Pero, eso sí, no muy inteligentes. Porque, vamos a ver: Si suponemos que el cartel está escrito desde el futuro post-nuclear, la palabra de la ‘antigua lengua’ sería, precisamente, ‘loco’. El palabro ridículo pertenecería a la nueva lengua. ¿Y para qué explicarla entonces? Ay, me empieza a doler la cabeza.

Entonces, ¿es la película una comedia? Difícil de decir es. Y eso nunca es buena señal.

El flim comienza y nos establece la situación gracias a nuestro viejo amigo… ¡El narrador pesado! Curiosamente, esta vez se trata de uno de los protagonistas, aunque no el principal. De tal manera que se dedica la mayor parte de la película a contar cosas que no sólo estamos viendo ya en la pantalla, sino, además, eventos en los que no está presente. ¿Será una mutación nuclear? ¿O será que al autor (recordémoslo: director-guionista bajo el reinado de libertad creativa de la Cannon) no le importa un carajo?

Con las primeras escenas quedan claras dos cosas: La primera es que la sociedad retratada se divide entre hombres y mujeres, siendo las féminas las que dominan el cotarro. ¡A-já! ¡Así que la sutil anécdota argumental es sólo una excusa para realizar un agudo comentario sobre la lucha de sexos! Claro está, sólo si por ‘comentario’ entendemos ‘esputo’ y por ‘agudo’, ‘inane’.

La segunda cosa que descubrimos bien prontito es que lo del lenguaje inventado no se quedó en el ominoso rótulo inicial. De hecho, lo que eleva esta película por encima de otros productos Cannon en cuanto al nivel de diversión es el uso de un peculiar y colorido idioma futurista. Supongo que el autor acababa de ver ‘La Naranja Mecánica’ y pensó: ‘¡Yo también quiero hacer eso!’. Pero el resultado es totalmente vicisitúdico, debido a que el número de palabros es muy reducido y, sobre todo, a que dan mucha risa. He aquí los únicos términos que habrán cambiado dentro de mil años:

Waggos: Loco. Ya conocido y, a pesar de haber sido introducido al comienzo, prácticamente no se utiliza en la película.
Neggi: No. En serio. ‘’ sigue siendo igual, pero ‘no’ ha cambiado. Una de las palabras más utilizadas en el leguaje cambia por algo que sólo diría un bebé hasta arriba de marihuana.
Neggi Neggi: Muy mal.
Tiara: Jefa. Supongo que como recuerdo del objeto más importante en la cultura americana: la corona de reina del baile del instituto.
Plugart: Hombre. No me preguntéis por qué.
Macho: hombre trabajador. Por supuesto.
Frauls: Mujeres. Parece que el guionista, como los escritores de fantasía de segunda regional, nos está diciendo: ¡Zé Idiomah! ¡Tengo ehtudioh!
Nuclear: Matar.

A partir de aquí, las cosas empiezan a ponerse más extrañas todavía:

Plástico: Malo. Esto refuerza mi teoría de que las únicas supervivientes del holocausto fueron las pijas del instituto.
Plástico Waggy: Bueno. Chahipiruli. Cojonudo. No sé cómo, etimológicamente se llegó a que el compuesto ‘malo-loco’ se convirtiera en ‘Guay’. ¿Se tratará de… humor de calidad?
Cruz Roja: Ayuda. Mi favorito. Ese gran momento dramático tras la batalla final en el que las tipas llegan malheridas a su fuerte plagiado de ‘Mad Max 2’ gritando ¡Cruz Roja! ¡Cruz Roja! es vicisitud de alta calidad.

Así que probemos una frase inventada:
Yo neggi sé nada. ¡Plástico! Las frauls me tienen prisionero y van a nuclearme
¡Ya-ta! ¡El idioma del futuro! Pues así, toda la película.

Con todo esto, podríais tener la impresión de que, efectivamente, toda la película es una parodia. Pero no es exactamente así. Se trata de un flim de aventuras de ciencia ficción con los usuales momentos de comedia añadidos de cualquier manera. Pongamos, por ejemplo, el mutante. Como puede verse en uno de los posters, hay una especie de Chewbacca con peor cutis que Edward James Olmos que se pasea por la película y que responde al sutil nombre de ‘Arg el feo’. Pero, en lugar de ser Bicho Mutante Antagonista ® en plan Roger Corman, es sólo el Respiro Cómico ®. Al pobre monstruo lo tienen preso en una celda donde lo utilizan para echarse unas peleíllas. Los hombres lo sueltan por accidente. Y no hace nada. Sólo se dedica a ir por ahí con un radiocasete y echándose desodorante. Lo juro. No recuerdo de dónde salía el bote de spray, pero lo importante es que todos estamos agradecidos que acabara en las manos de un gorila mutante para que pudiéramos disfrutar de unos momentos de inigualable comedia.

Llegados a este punto, sólo queda hacer un repaso a la trama: Un par de tipos se escapan del fuerte de las chavalas, el cuál debería ser llamado ‘Fortaleza Laca’, pues parece ser que es la única comodidad de nuestra civilización que sobrevivió al holocausto nuclear. Forman un pueblo rival que lucha por su libertad. En un momento determinado, el prota descubre un búnker supuestamente preparado para el presidente de los EEUU y lujosamente amueblado con cama, aparador, traje de papel de aluminio, lanzallamas y una maquinita del ‘Centipede’. Como el pueblo del futuro parece esperar la llegada del redentor ‘Prezidente’, el chaval decide hacerse pasar por él y, por si son necesarias negociaciones agresivas, se lleva unas cuantas granadas. Al final, hay una gran pelea por culpa de la Segunda al Mando con Ansias de Poder ® (por aquello de que una película de los ochenta sin explosiones es como Günther sin bigotillo), la verdadera jefa hace cositas con el prota, a todo el mundo le entran ganas de fornicio y Arg el feo (repito, ¡qué gran nombre!) salta con el radiocasete frente al desolado paisaje israelí. Que es, por supuesto, donde la Cannon rodó la peli.

Al ver este maravilloso final, mi novia, que ya había llegado a casa, sólo pudo preguntar: “¿Pero esa cosa se estrenó en cines?”. Claro que sí. Al menos en Estados Unidos. Que los ochenta eran así de chungos.

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