Biografías de grandes personajes: Julio Iglesias

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Parafraseando una de las pocas frases inteligentes de Boris Izaguirre, podemos decir que en este nuestro blog, aunque nos vean un poco amariconados, somos niños criados en la más estricta izquierda. Que a veces confundamos el progresismo con la chabacanería y con la desvergüenza no significa que no puedan ustedes sentirse libres para proponer que se declare fiesta nacional el feliz día, ojalá no muy lejano, en que Aznar, Zaplana, Acebes, Espe Aguirre o Ana Botella se mueran. Pero, precisamente por estas firmes convicciones, denuncio igualmente el meapilismo de la izquierda española: pase que los fachas se hayan apropiado la bandera nacional, el nombre del país y la familia, pero que además se lleven a nuestros mejores artistas es algo que ningún sórdido debe tolerar. Julio Iglesias, al igual que Raphael, Camilo Sesto, José Luis Perales o Rocío Jurado, debe ser patrimonio común de todos los españoles; ¿En serio a alguien le importa la catedral de Burgos? De niña a mujer o Como una ola sí son riquezas culturales que merece la pena preservar. Los progres de toda la vida deben rendirse ante la evidencia: seguir apostando a estas alturas del partido por gentucilla como Joaquín Sabina o Victor Manuel tiene menos futuro que comprarse un vídeo Beta.

Y es que, admitámoslo, España no tendrá otra cosa, pero una buena música pop-rock, tampoco. Si Antonio Vega es, como dice la prensa, uno de los grandes letristas españoles y La chica de ayer una de las mayores joyas de nuestro pop, qué dura es la vida (además ya demostramos que los hermanos Cano eran muy superiores). Exceptuando pues a Mecano y a algunos artistas valiosos de la época de la movida, el género que siempre ha despuntado en España es la música ligera; no me vengan con el cuento del pop indie, Los Planetas o La buena vida no son más que las versiones porrera y lánguida respectivamente de La oreja de Van Gogh, mientras que Sergio y Estíbaliz SÍ que molan.
Y en la música ligera el liderazgo de Yulio es indiscutible. ¿Por qué él ha vendido 250 millones de discos en todo el mundo mientras otros que en sus comienzos tuvieron la misma o más promoción se han tenido que consolar con el apoyo de lo peor del género humano, que es la crítica musical? No le busquemos tres pies al gato, sencillamente porque Yulio es el mejor. Comparemos si no su actitud y filosofía de vida ética, estética y musical: Me gustan las mujeres me gusta el vino, cuando tengo que olvidarlas bebo y olvido, amo la vida amo el amor, tralalalá, soy un truhán soy un señor, tralalalá …. con la complacencia estomagante y pretenciosa de ripios de colegial del típico cantautor español, y seré bueno porque, pudiendo escoger a Ismael Serrano, me quedaré con uno de los menos malos, Serrat con Mediterráneo: mi niñez sigue jugando en tu playa … eres como una mujer (referido al mar) … echad al mar mi barca con un levante otoñal …. que eleve sus alas blancas … y de ahí para abajo. El contenido es igualmente sonrojante en ambos casos, pero mientras uno lo redime al convertirlo en una sublime y perfecta celebración de la sordidez, el otro pretende estar haciendo algo lírico. Está claro quien gana por goleada. Sólo hay un caso en el que puede haber dudas de la superioridad de Yulio.

JULIO VS. RAPHAEL

Si me permiten un apunte biográfico, en mi infancia fui testigo de tensos enfrentamientos dialécticos entre mi señora madre y mi señora abuela acerca de quién era el mejor artista ever, si Yulio o Raphael (que la gente con criterio pronuncia con la p). Una decía que Yulio sin duda, porque era un caballero que nunca salía al escenario sin el nudo de la corbata bien hecho ni perdía la compostura, frente a la teatralidad y desmelene de Raphael; la otra replicaba que la voz y el dominio del escenario del segundo se comían con patatas al blandengue del primero. En ambos casos la argumentación era irreprochable; a diferencia de gilipolleces como ser de los Beatles o los Rolling, del Madrid o del Barça, el decidirse por Yulio o por Raphael es una de estas elecciones fundamentales en la vida de un hombre o de una mujer que no deben ser tomadas a la ligera. Tras profunda reflexión, yo opté por Yulio por coherencia con mi predilección por los cantantes que no tienen voz ni saben qué hacer sobre el escenario. Para hacer gorgoritos e intentar dar notas altas ya están los karaokes y Operación triunfo, mientras que la gesticulación, la búsqueda de la complicidad del público en plan animador de hotel playero y las coreografías en los conciertos me dejan indiferente y me hacen añorar el play-back. Freddie Mercury tiene un pase porque las canciones eran muy buenas, pero no es lo mio; en cambio, el hieratismo de Liam Gallagher de Oasis, que canta con las manos a la espalda y cara de asco típicamente inglesa, sí es el camino a seguir. Hago excepciones con Ian Curtis de Joy Division, que en sus directos se ponía a imitar sus ataques epilépticos con una espeluznante verosimilitud, Courtney Love, que insulta al público y enseña las tetas, o los grandes espectáculos sórdido-circenses de Kiss o Marilyn Manson.

Entiendo que los no iniciados en la sordidez pueden no estar preparados aún para percibir la grandeza de la música de Yulio. No saben lo que se pierden, pero no los juzgo porque a mi me ocurría lo mismo (segundo apunte biográfico): confieso con gran vergüenza que en mi juventud me aparté del recto camino escuchando a grupos modernillos de moda en la época, como Smashing Pumpkins, Pulp o Manitrimprichers (eso sí, no llegué nunca a caer en cosas tan bajas como Radiohead) hasta que me fui dando cuenta paulatinamente de que esas gentes eran un tremendo coñazo, que una canción pop sin sintetizador, falsete ni coros que hagan ooooh, aaaah o lalala no puede ser buena y que la música de Modern Talking que escuchaba en mi niñez ochentera tenía mucha más calidad que aquello. Como San Pablo en el camino a Damasco, vi la luz y descubrí que aunque Blur estaba bien, porque ellos sí hacían ooooh aaaah, Camela era mejor y los temas clásicos de Yulio, no digamos.

DISCOGRAFÍA

La brillante trayectoria de Yulio no podía comenzar en un escenario más apropiado que el festival de Benidorm, que, como no podía ser menos, ganó en 1968 con su primer éxito, La vida sigue igual. Durante los años siguientes nuestro amigo vive su etapa cantautoril en la que compone canciones en solitario con desigual fortuna: algunas tan memorables como Un canto a Galicia, otras no tan apoteósicas como Gwendolyne, con la que representa a España en Eurovisión 1970 quedando en cuarta posición, un resultado muy discreto para alguien como él.

Aunque el éxito la acompañó desde el principio, su carrera no despega hacia el triunfo internacional de dimensiones gigantescas hasta mediados-finales de los años 70 cuando busca ayuda para componer sus canciones formando dream teams junto a Manuel Alejandro y el nunca bien ponderado Dúo Dinámico. De estas colaboraciones surgirán obras maestras como la ya mencionada Soy un truhán soy un señor, Pobre diablo, Me va me va, Hey o De niña a mujer, llenas de maravillosos arreglos hawaiianos e inconmensurables segundas voces por parte de las míticas Trillizas de oro. En ellas Yulio alterna una imagen de latin lover seductor (mujeres en mi vida hubo que me quisieron) con otra de hombre herido en el amor por mujeres malvadas (mas he de confesar que otras también me hirieron), en una clara referencia a su fracaso matrimonial con Isabel Preysler, de la que hablaremos con más detalle en breves instantes. Mientras proliferan por doquier los wannabes que imitan a Yulio, como Francisco o Bertín Osborne, su versión en español de Begin the beguine, gran tema de Cole Porter, lo lleva en 1981 al número 1 de las listas británicas, poniéndolo en un selecto grupo junto con Los Bravos y Baccara que demuestra el gran criterio de los ingleses al escoger lo mejor de la música española. Y es que si alguien prefiere la insulsa versión de Begin de Frank Sinatra, entonces es que lo suyo es Amaral.

Para facilitar su acceso a los mercados internacionales, nuestro hombre no duda en hacer versiones de sus éxitos en francés, italiano y portugués. Pero cuando quedó patente que su grandeza rebasaba el ámbito latino, su compañía de discos lo animó en 1984 a desembarcar en los USA por la puerta grande con el exquisito álbum en inglés 1100 Bel Air place. En él Yulio se codeaba con la crème de la crème yanqui haciendo duetos con Willie Nelson, Beach Boys y sobre todo la gran Diana Ross. Del encuentro de estos dos monstruos cabía esperar lo mejor, y no nos decepcionaron. Vean la indescriptible portada del single que, como yo, deberían colocar YA MISMO como fondo de escritorio; y el contenido está a la misma altura, o mayor si es posible. He aquí el no menos espectacular videoclip de All of you cuya visión podemos definir, en términos de John Waters, como morir y resucitar en el cielo, por la perfecta conjunción de música, voces, coros, arreglos, peinados, vestuario, decorados y coreografías. Extásiense:

Después de una cumbre como ésta, Yulio llevó a cabo todavía algunos otros grandes duetos con gentes tan ilustres como Dolly Parton o Stevie Wonder, pero su carrera sólo aguantó ese altísimo nivel unos cuantos años más. El disco que cierra su etapa dorada es Un hombre solo, de 1987, tal vez no tan popular como Hey pero que encierra dos joyas muy apreciadas por los gourmets de la discografía iglesiana: Lo mejor de tu vida (el despertar de tu carne, tu inocencia salvaje me la he bebido yo), dirigida a Miguel Boyer con el claro mensaje de chincha, yo me follé a la Preysler antes que tú, y el tema que da título al disco, tal vez la cumbre de las canciones de Yulio como hombre abandonado que no asume la traición de Isabel (voy de abrazo en abrazo, de beso en risa, me dan la mano cuando es precisa … pero soy un hombre solo). Y eso que el señor Iglesias acumula muchos ligues tras su divorcio, como Priscilla Presley, Sidney Rome o mi favorita, Vaitiare, una indígena de una isla polinesia que al parecer el patriarca de la tribu le regaló como muestra de cordialidad. Tras protagonizar unas cuantas portadas de ¡Hola!, Vaitiare tuvo una breve pero interesante carrera que incluye el papel principal de la película Tahiti’s girl, del respetable Mariano Ozores, la presentación al lado de dos grandes como Norma Duval y mi adorada Loreto Valverde de Bellezas al agua, un programa de cuando Telecinco era una buena televisión sórdida, y la grabación de un disco cuyo tema estrella era la enésima versión de Be my baby.

Pero todo lo bueno y tiene un final. Los años 90 supuso una gran pérdida de calidad en los discos de nuestro hombre. La cosa empezó a oler mal con el álbum de 1989 Raíces donde un Yulio un tanto pasado de solarium llevaba a cabo una versión de los Gypsy kings; y eso fue sólo el comienzo de una decadencia que pasaría por un disco de tangos de 1996 que compite con fuerza por el título de peor disco del cantante con el disco de coplas de pocos años más tarde, aunque el punto más bajo de su carrera fue sin duda grabar Corazón partido de Alejandro Sanz. Yulio pasa de ser imitado por cantantes de tercera fila a hacer versiones de ellos, que mal. Pero aún en esta época de declive e ignominia, surgen de vez en cuando grandes temas, como Torero, cantado a duo con uno de los hombres más admirados en este nuestro blog, El Puma.

LA FAMILIA IGLESIAS

Pasando a su vida personal y familiar, Yulio mantiene desde hace años una discreta relación con la guapa holandesa Miranda Cheeseburger (vale, en realidad es Rijsburger, o algo así, pero no me nieguen que lo otro es más fácil de recordar), pero evidentemente su pareja más famosa es su ex-mujer, Isabel Preysler. La susodicha parecía llamada a ser otra pedorra átona y gris de las revistas de cotilleos tipo Carolina de Mónaco, Lady Di o, peor aún, versiones lumpen como Belén Esteban, pero el saber responder cuando la sordidez llama a su puerta la redimió de tan lamentable condición y la hizo protagonizar la estupenda publicidad de Ferrero Roché, demostrando que la cursilería extrema también resulta sórdida: aquí estoy en mi casa de campo … estos amigos se presentaron por sorpresa. Su curriculum en la vicisitud incluye también sus pinitos como presentadora televisiva en el efímero magazine Hoy en casa, donde nuestra amiga, con menos naturalidad que Pitita Ridruejo teniendo un orgasmo, respondía a las grandes dudas que atormentan al ser humano, como ¿se puede comer el marisco con los dedos?

Pero los grandes momentos de Preysler los han protagonizado otros; el primero tuvo lugar cuando comenzó su relación con Miguel Boyer en los años 80; la revelación de interesantes datos sobre la técnica del carrete, practicada en los burdeles asiáticos para dar gustirrinín a los clientes y presunta arma secreta de seducción de nuestra amiga, provocó el cierre del programa con el que el aburridillo Miguel Ángel Gozalo pretendía recoger el testigo de La clave en TVE y que llevaba el didáctico y socialista título de Derecho a discrepar; pero no, no hubo tal derecho. Liarse con Boyer convirtió además a Preysler en protagonista involuntaria de una de las cumbres del audiovisual español: las publicidades de flan Duhl y bombones Trapa en las que Ruiz Mateos le decía a la doble de nuestra filipina favorita tómate un bombón Isabelllll y que no se entere Miguellll … Que gol hemos metido Isabelllll, con flan Duhlllll, de huevo ¡¡y leche!! Vale, este señor es un empresario corrupto cabrón y para más inri opusino, pero argumentos del peso del que te pego leche y los más memorables anuncios de la historia de la televisión en España (ex-aequo, eso sí, con Lorenzo Lamas el rey de las camas) podrían convertirme hasta en fan de Tom Hanks. Si conocen a odiosos individuos de los que dicen infamias como que las estetadas de Isabel Coixet o Michel Gondry son mejores que la publicidad de la familia Ruiz Mateos, apelo a su sentido del deber para que los apuñalen sin piedad cuando hagan cola para ver el próximo bodrio de Lars Von Trier.

La unión Iglesias-Preysler produjo tres retoños con biografías sórdidas por lo desbocado de su pijerío: la primogénita es la mítica Chabeli, la niña de largos silencios; La navaja en el ojo apunta de forma acertada que esta mujer arrastra probablemente el trauma de que en plena pubertad tu padre le anuncie al mundo en la portada de un disco que te ha venido la regla (se trata, eso sí, de la obra maestra De niña a mujer). Tal vez este bochorno desencadenó horribles consecuencias como su precoz y fugaz matrimonio con el también hijo de papá Ricardo Bofill Jr.; durante su noviazgo, la artística pareja, él como creador y ella como musa, fraguó una obra audiovisual conocida como Enamorada: de niña a mujer que las imprudentes revistas de cotilleos intentaron vender al suicida precio de dos mil pesetas de la época. Evidentemente, no se la compró ni el apuntador; pero qué no daríamos muchos porque algún buen samaritano sórdido que por razones X de la vida la guarde en su hogar (prometemos guardar un discreto silencio acerca de cómo la obtuvo) decidiera compartir tan preciada posesión con el resto de parroquianos de este nuestro blog; lo poco que recuerdo haber visto cuando la anunciaban en su época era realmente prometedor.

Tras su rápida separación matrimonial, el marido de Chabeli tuvo una carrera mediática breve pero intensa: en primer lugar escribió un libro, o al menos un algo que se llamaba Perséfone y que, para el estupor colectivo, la mismísima editorial Tusquets tuvo el valor y la poca vergüenza de publicar, con un éxito de ventas similar al de Enamorada. Tras el fracaso, Bofilito encontró su auténtica vocación y se dedicó a salir en bolas en Interviu y acudir visiblemente alcoholizado a varios programas para hacer imitaciones de su familia política, confirmando lo que había demostrado David Summers cuando cantaba Sufre mamón: que ver a un pijomierda burlándose de otros aún más pijomierdas que él es grotescamente divertido. Por si esto fuera poco, se trajinó a Paulina Rubio y empezó a abusar ligeramente del consumo de ciertos polvillos blancos que no venden en El Corte Inglés (siendo, eso sí, la imagen de la sobriedad y rectitud en comparación con su novia: la última vez que vi a Pau en la tele su euforia estupefaciente la hacía incapaz de distinguir el plató de una discoteca chundachunda de Ibiza). Tras esta etapa dorada pero efímera, Bofilín volvió a una existencia anodina con algún que otro intento más de ser artista, como su ignoto film Hot milk, y lo mismo se puede decir de Chabeli, la cual presentó con más pena que gloria A pleno sol, un programa sobre deportesss acuáticossss, y como aquí ya nadie le hacía caso se fue a dar la tabarra a Hispanoamérica, donde deben estar un poco hartos de aguantar a todos los que ya no se comen una rosca en España.

En cuanto a los hermanos varones, Yulio anunció a mediados de los años 90 a bombo y platillo la aparición de quien según él sería el artista más importante de la música en español de los últimos 30 años (léase entre líneas desde que aparecí yo): cegado por el amor de padre, nuestro hombre se mostró en esta ocasión un poco despistado porque Yulio Jr. acabó sacando un disco en inglés, Under my eyes, del que podemos decir eufemísticamente que recordaba un poco a George Michael, aunque no con el mismo registro vocal, ejem, y que su éxito no fue excesivo, por lo que Junior consideró que le salía más a cuenta descansar de no hacer nada en Miami que seguir grabando discos y videoclises.


Bastante mejor le fue al hijo pequeño, Enrique Iglesias, que se convirtió en ídolo de quinceañeras con un par de álbumes en castellano, eso sí, bastante inmundos ellos: la balada latina carece de sentido salvo que sirva para acompañar a los títulos de crédito de un culebrón, por lo que todas las canciones de esa etapa merecen ir a la basura sin más miramientos salvo, naturalmente, Experiencia religiosa, por incluir la brillante rima besar la boca tuya merece un aleluya. Su salto posterior al inglés fue algo más potable, aunque para ello tuvo que imitar descaradamente a su progenitor en Bailamós. Tal vez alguno de ustedes considere a Enriquitín digno de consideración como ídolo sórdido por la versión live de Rhythm divine que circuló por internet en la que sus chillidos llevaban el concepto desafinar a dimensiones hasta entonces desconocidas; lo respeto pero personalmente yo aplico de forma estricta la máxima de papá Yulio y Diana Ross, I want everything and I’ll take nothing less, y este hombre no deja de parecerme second best.

Pero sin duda el miembro más honorable y respetado de la familia Iglesias era don Julio Sr., el doctor Iglesias Puga, siempre en nuestro recuerdo. A su memoria dedicamos este artículo.

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