

Y entonces, por supuesto, la llamas.
Esto es sólo un leve apunte de la patética autobiografía sentimental del gran Paul Feig: queda claro lo del “cómo me convertí en un virgen de 24 años”. No me creo que nadie no se haya sentido siquiera un poco identificado con la lamentable escena del primer párrafo – los onvres nunca sabemos darnos por vencidos… – y que, desde luego, nadie haya dejado de sentie las más elevadas cotas de la vicisitud al imaginarse esa llamada telefónica (en la que llantos y otras cosas patéticas acontecieron).
Ahora es cuando tenéis la opción de dejar de leer e impedir el acceso a este sórdido onvre a vuestras vidas. Yo le dejé entrar y las consecuencias psicológicas han resultado devastadoras. Vosotros aún estáis a tiempo.
¿Seguís ahí? Bueno, yo os avisé…
Ente onvre comenzó como actor en la serie “Sabrina, the teenage witch”. Podéis refrescar vuestra memoria con este clip:
El frikismo inherente de su papel no era casual. En su web pretérita y pluscuamperfecta se relatan una serie de papelones a cada cual más lamentable que, principalmente, implicaban el ser un nerd de primera. Viendo esta antología de vídeos caseros de su juventud, uno no se extraña de por qué las productoras decidieron encasillarle:
La pregunta que os haréis es: ¿Con tanto friki en el mundo, por qué nos enseñas a éste? Y la respuesta es que Paul Feig ha retratado la vicisitud de ser un adolescente nerd como NADIE en toda la puta historia del arte. “Soy adolescente, no muy agraciado, no me como nada, la clase de gimnasia es una tortura a evitar, no me como nada, me pajeo compulsivamente, no me como nada…”. Cualquier ser humano masculino que no se identifique siquiera un poco con esa frase es una presencia ciertamente extraña en este nuestro blog. El caso es que esas vicisitudes no han sido correctamente tratadas en los mitos griegos – esa gente que se empeña en decir que todo está en esas historias tan aburridas y tan peñazamente escritas debería
ir al psiquiatra sin más dilación – ni en esa basura llamada “Las cuitas del joven Werther” de Goethe – ¿puede ese libro provocar alguna emoción en pleno siglo XXI? ¿Puede alguien no alienado por el mundo de la “Cultura” soportar ese pestiño? – como mucho, pensaba yo, sólo Woody Allen, en “Play it Again, Sam”, se había acercado al tema. Pero Paul Feig lo bordó con una serie de televisión – cancelada en la primera temporada, of course – llamada “Freaks and Geeks”.
LA MEJOR SERIE DE LA HISTORIA. PUNTO. NI SE HA HECHO NI SE HARÁ NADA MEJOR SOBRE LA ADOLESCENCIA. Y, volviendo a citar a Alfonso Guerra “Ar que lo le guzte, ez un capuyo”.
Sobre la terminología acerca de qué es un freak y qué es un geek, podéis leer este excelente post. En viruete, por su parte, podéis ver más detalles sobre esta gran serie. La grandeza de esta serie está en su absoluta autenticidad: nada es particularmente triste ni dramático, nadie tiene toda la razón ni lo hace todo bien. Esa es la clave para que todos nos podamos identificar con esos personajes y, en ocasiones, terminar llorando al final de un capítulo sin saber muy bien por qué. Aquí os la podéis comprar: la edición es la ostia y el precio bueno. Me lo agradeceréis, de eso estoy seguro.
La protagonista, Linda Cardellini está llamada a ser la extraña musa de más de un fistro. Lanavajaenelojo se escandalizaba cuando Paco Fox y yo le comentábamos que tenía un importante atractivo. Más aún, borda su papel de vivir entre el mundo de la sórdidas “mathletes” y la fascinación por ese calientacoños que es James Franco, el cual inconscientemente se aprovecha de ella mientras no renuncia
a seguir trotándose a su sórdida tronca. TODOS los matices del outcastismo están en esta serie, de la cual pongo como ejemplo una escena en la cual el hermano de la prota intenta ser cool e impresionar a las nenas comprándose el último grito en moda discotequeira. La vicisitud es descomunal, pero no deberíamos extrañarnos si pensamos que es una escena basada en la biografía del propio Paul Feig. Y así queda todo explicado…
La serie también está en bittorrent, con lo que me debería ahorrar el describir unas doscientas mil escenas memorables. Furthermore, es tan válida para onvres como para mujeres: Linda Cardellini se encarga de que la vicisitud no sea 100% masculina, como ocurre con los libros autobiográficos de Paul Feig que son, en el fondo, lo que más os debería recomendar en un post de pura vicisitud y sordidez como éste. Eso sí, toda mujer debería leer sus dos libros como forma insuperable de adentrarse en la psique masculina. A pesar de detalles extremos aquí y allí, los onvres somos ASÍ.
Sus dos libros son “Kick Me” y “Superstud” (en esos links os salen por dos duros, so ratas). El primero – que aún espera a ser leido – es, como os podéis suponer, una pormenorizada crónica de lo que es ser un friki pringao en el colegio y que te curren por deporte. Yo soy un experto en eso, con lo cual no sé si soportaré su lectura. Paco Fox igual lo disfruta como curiosidad: ser el hijo de la directora del colegio te blinda contra según qué cosas…
El segundo, “Superstud: or how I became a 24 year-old virgin” es la crónica de la patética vida sexual del autor. Sus highlights incluyen el día que, subiendo por la cuerda en clase de gimnasia, descubre “the rope feeling”: así comienzan sus visitas al váter. Luego, vergonzosos momentos en los que le pregunta a su madre dónde ha guardado su revista de moda – “Es para un trabajo de clase” “¿Pero qué cosas te mandan hacer en ese colegio?” – ignorante la madre del anuncio de crema reafirmante de senos que entre sus páginas se hallaba. A continuación esa gran declaración de principios “Llega un momento en la vida en el cual el onvre tiene que salir de su casa para procurarse pornografía” junto con el recordatorio de que, si en su setentera infancia, le hubiesen dicho que, en el futuro, escribes cualquier cosa en un sitio web y lo consigues, eso sería algo más difícil de asimilar que contarle a un señor del medioevo que, en varios siglos, alguien llegaría a la Luna.
“Superstud” era leído, conjuntamente, por un servidor y lanavajaenelojo, porque la vicisitud experimentada era tan alta que se necesitaba el grito solidario. Cuando de la masturbación – que incluye diálogos con Dios, tales son las taras de una educación ultracristiana – se pasa al “Hellooooo ladies…” los gritos subieron de volumen. Momentos como el de conseguir invitar a la tía con las tetas más grandes de la clase – “my big prize date” – a un concierto de REO Speedwagon (toma sordidez) sólo para que los borrachos de detrás te la levanten antes que pudiese rozar nada eran duros.
Pero el momento en el que Paul Feig intentaba usar su talento “artístico” y “literario” para sorprender a las féminas (aquí es cuando yo me ruborizo) es todavía peor: tal es el caso de una compañera de teatro, Maura, novia de un amigo suyo. Ese amigo llamado Matt, más guapo y con más talento actoral que Feig, siempre le robaba los mejores papeles, conseguía a la chica que a él le gustaba… Por ese motivo, causa regocijo el flashforward del libro en el cual Feig, ya casado, se reencuentra con Maura. “¿Eres Paul Feig?” (cómo una mujer puede preguntar eso si huir, me supera) “¡Hola! Voy a presentarte a mi hija y a mi marido”. Feig da por hecho que va a ser Matt, pero… ¡Sorpresa! ¡Es otro señor! “Hey, Matt me arrebató todos los papeles que yo había deseado en mi vida. Ahora, podía disfrutar del hecho de que había un papel que ninguno de los dos consiguió: el de marido de Maura. Una cosa es que ahora ser mayor, pero nunca dije que fuese más maduro”. Ya veis: tirando hacia atrás con ira.
Para el final de este novelón, Feig se guarda dos cargas de profundidad: el capítulo penúltimo se titula “Please, do not read this chapter”. Sigo arrepintiéndome de haberlo leído: la única pista que doy es que implica tener un cuerpo elástico. El último capítulo, por su parte, está redactado con estilo bíblico, con sus capítulos y versículos y se titula “El libro de los milagros: Cómo el autor perdió su virginidad”. Vivo con el convencimiento de que Ratzinger himself redactó ESTO. Nada
quita más las ganas de follar que las descomunales vicisitudes de Paul Feig evolucionando en la cama. Needless to say, Feig nos describe problemas eréctiles, ganas desaforadas de mear, miedo a empelotarse (ella ya estaba en bolas y ahora le tocaba a él), dudas acerca de cómo practicar el sexo oral (es lo que había aprendido “que había que hacer” pero “En Playboy, esa parte de la anatomía salía desenfocada, y no se me ocurría cómo pedirle a ella que hiciese un viaje allá abajo”)… Bueno paro ya. A estas alturas, o ya os habéis comprado “Superstud” sólo por euro y medio o bien habéis decidido que tenéis suficiente Paul Feig en vuestras vidas. La pregunta, por supuesto es “¿Por qué alguien querría recordar con tanto detalle tales momentos de su vida?” o “¿Por qué ese alguien, además de escribir sus proezas amatorias y masturbatorias decide luego leerlas en público en eventos varios?”
Para redondear la grandeza de este señor, decir que emula a nuestro querido UBA al haber logrado introducir su largometraje “Unaccompanied Minors” en el bottom 100 de la imdb. Un sórdido del renacimiento nuestro Paul Feig, sin duda. Hace unos días, lanavajaenelojo y yo veíamos la serie “Undeclared”, creada por Judd Apatow, el cocreador de “Freaks and Geeks”. El capítulo estaba siendo especialmente bueno y pletórico de vicisitud. De pronto, un título de crédito lo explicó todo: “Directed by Paul Feig”. Nuestros gritos no cesaron hasta el final