
La política local es, lógicamente, la más proclive a engendrar perturbados. Muchos recordamos con cariño gente como el alcalde rockero del PP. Pero este buen onvre se queda en pañales a la hora de hablar de los dos casos que nos ocupan:
H’Angus The Monkey:
En un pueblo de Inglaterra votaron para alcalde a la mascota del equipo de fútbol. Estas cosas hay que decirlas así, rapidito y sin preámbulos. Son tan acojonantes y chungas que no hay introducción que valga. Es una bofetada de vicisitud que no sólo te deja la cara enrojecida, sino que además hace que te replantees hacia donde va la sociedad actual. Y va hacia el lugar correcto: al cachondeo. Si todo lo que hiciéramos estuviera dictado por esta máxima, otro gallo nos cantaría. O no, porque seguro que habríamos sustituido el gallo por un disco de Santiago Rouco.
Pero estoy desvariando. La historia fue la que sigue: En 2002, un tal Stuart Drummond, que se vestía todos los domingos como ‘H’Angus el mono’, le pidió al presidente del club de fútbol de Hartlepool, de algo así como tercera división, el dinero para presentarse a alcalde con el fin de lograr un poco de publicidad para el equipo y, de paso, echarse unas risas. El lema de su campaña era, por supuesto, “Plátanos gratis para todos los escolares”. Si eso escondía un subtexto anti-bollicao u homoerótico es algo que desconozco, pero que no creo probable. Supongo que Drummond era simplemente un gran actor del método.
Tan bueno que ganó. Y lo mejor de todo no fue eso: encima, justo un par de años antes, el gobierno había reformado la figura del alcalde, hasta entonces un cargo testimonial, para darle poderes reales. Y así, el primer alcalde con potestades ejecutivas de Hartlepool fue un tipo vestido de mono cuyo nombre proviene de una tradición algo denigrante de la ciudad (se dice que, en las guerras napoleónicas, los habitantes juzgaron y colgaron a un mono por espía).
El epílogo de la historia es que Drummond volvió a arrasar en las elecciones de 2005. Pero ya no era H’Angus. Justo tras su primera victoria, decidió colgar el disfraz. Había descendido un grado en la escala evolutiva, y ahora era sólo un político.
Ariel Santamaría:

Ariel Santamaría es uno de los nuevos concejales del ayuntamiento de Reus. Ha accedido al cargo con su partido con nombre de actor ochentero, el CORI. Y va vestido de Elvis. Y no sólo eso. Esta es la descripción que hace Ricard García en El País:
“Ariel Santamaría, que así se llama la criatura, ha optado por un programa de impacto o petrificación al ciudadano. Ya ha anunciado en sus mítines-conciertos su programa. Es partidario de plantar marihuana en las zonas verdes (nunca mejor dicho), que la Guardia Civil lleve un GPS para que la gente con ganas de encender un canuto obtenga su ayuda… así podríamos seguir hasta incluso, pintar el ayuntamiento de rosa.”
Además, García nos regala en su columna un video con un mítin-concierto del susodicho:
– Que Cataluña no son sólo los gafapasta barceloneses.
– Que en la política también hay espacio para el amor.
– Que cada vez estamos más cerca de no tomarnos nada en serio. Porque, como todos sabemos, todos los grandes errores de la humanidad (guerras, genocidios, Campo de Batalla la Tierra…) vienen de tomarse las cosas demasiado en serio.