Vicisitud progresiva

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Nadie lo niega: en este blog somos unos mitómanos. Puede que, en el transcurso de nuestras vidas, y por aquello de trabajar en el audiovisual, se haya hecho mucho más fácil el llegar a conocer a gentecilla de la farándula. Pero no por ello dejaremos de perder esa emoción que se tiene al hacerte una foto con uno de tus héroes o, lo que es peor aún, al pedirle un autógrafo a Ania de Gran Hermano en medio del Vips (jalop ¿lo tienes enmarcado?). Si algún día, tirándome en el sofá, decido que es más importante sacarme las pelusas del ombligo antes que intentar chupar cámara detrás del gran Phil Collins, entonces ese día me habré convertido en un auténtico gilipollas. Claro que soy fans de “Pil” ¿Qué os creíais? ¿Acaso no tengo dos orejas y un corazón?

Esto nos lleva forzosamente – o no – a nuestra militancia desaforada en el rock progresivo. Una de las grandes bellezas de esa música es que, en su época, fue el ne va plus del gafapastismo sólo para luego conocer la mayor caída en desgracia de la historia. A día de hoy, sólo Pink Floyd, King Crimson y Robert Wyatt se salvan del esputo generalizado: el resto del rock sinfónico se ha convertido en un show minoritario para una pandilla de sórdidos que, tras tres conciertos, ya nos conocemos con nombre y apellidos. En cada concierto de progresivo al que asistimos, siempre está el clásico grupo de los “sospechosos habituales” que nos producen tanto respeto como pavor.

Tanta familiaridad conduce, por supuesto, a que el grupo termine mezclándose con los fans para delirio de unos mitómanos como nosotros. ¡Que lejanos aquellos tiempos en los que Emerson, Lake y Palmer llegaban al estadio montados cada uno en su limousine! Ahora, puedes ir al foro de la Fnac y decirle a Ray Wilson – el onvre que sustituyó a Pil – “Ray, is it posible that I might have seen you last year at a mall in Marbella?”. Huelga decirlo, esta interacción con nuestros héroes sórdidos sólo puede provocar las más bellas y altas cotas de la vicisitud. A continuación, para su vergüenza ajena y la nuestra propia, pasamos a relatarles nuestras vicisitudes progresivas favoritas.

Pil

La convicción de que Phil Collins era mucho mejor que Peter Gabriel es uno de los mayores anatemas que se pueden pronunciar en un ámbito de rock progresivo. Pero eso es lo que yo pienso. La verdad, la pretenciosidad de Peter Gabriel no llega ni a producir gracia. Si aún hablase de Budas cósmicos cristalizados fundiéndose en el hiperespacio… Pero no. Por el contrario, el éxito de Pil, desde su barba de bucanero a su look de empleado de banca cutrongo es algo que siempre parecerá justicia poética. A quien no le haya convencido la reivindicación que, en ‘American Psycho’, se hacía de Pil sólo puedo decirle aquello de “¿Es que sólo sientes cuando te comen la polla?”.

Bien, pues en 1999, cuando el estreno de ‘Tarzan’, gracias a Ane Igartiburu, Vitijito y un servidor de ustedes descubrimos que Pil venía a Madrid. Nos colamos en el cine inventándonos que éramos de prensa sin enseñar una miserable acreditación. Una vez dentro, para evitar sospechas de gente que se empezaba a mosquear, se nos ocurrió apuntarnos al grupo de azafatos (y es que las camisas que daban de ‘Tarzan’ molaban mucho…). Pero fue breve: las camisas estaban contadas y nuestro look azafatil estaba más allá de lo lamentable. Cuando, por fin, llegó Pil, comenzamos a hacerle fotos con una cámara cutronga entre una nube de fotógrafos profesionales. Para terminar de añadir insulto al dolor, comenzamos a cantarle ‘Mama’ aun atónito Pil. Este hecho lamentable fue superado cuando nos dedicamos a chupar cámara detrás de Pil y Patricia Conde, la del informal. La estupefacción de nuestras familias al ver la tele alcanzó cotas que, gracias a Peich, no se han vuelto a igualar. O eso creo.

Dave Cousins & The Strawbs

“A mi lo que me gusta es el rock progresivo rural y a vicisitud lo que le gusta es el progresivo putero”. Con esta declaración de principios – que le valió el merecido repudio de la comunidad – Paco Fox decidió que Strawbs era SU grupo. Otrora algo relevantes – allí tocaron Rick Wakeman y Sandy Denny – actualmente se conforman con dar unos pocos conciertos al año en pubs perdidos por los pueblos ingleses. Evidentemente, ese aglutinador de frikis que es Internet hizo que Paco Fox supiese que no era la única persona del mundo apasionada por los Strawbs. Había otras once o doce personas más en Inglaterra que compartían su depravación. Tras esta epifanía, Paco Fox decidió que, en vez de gastarse los ahorros en viajar a Amsterdam para emporrarse como un interraileiro cualquiera, mejor sería ir a un pub donde oiría a David Cousins – cantante de Strawbs – vociferar canciones en contra del euro y otras lindezas rurales similares. Peor aún: haría que su novia, Snowymary, le acompañase en lo que sería la prueba definitiva de la solidez de su matrimonio.

Dave Cousins llegó al escenario y comenzó a chillar con su idiosincrasia tan característica. Mientras Snowymary capeaba el temporal lo mejor que podía, Paco Fox estaba en otra dimensión, pero lo peor estaba por llegar. Al final del concierto, Paco se acerca a David Cousins himself y le dice “He viajado desde España para verle”. Cousins se queda alucinado, acto seguido se ríe y dice “¿Estas de coña, no?”. Paco Fox le replica que no, y entonces, para Dave Cousins, el mundo se convierte en un lugar extraño y maravilloso. Comienza a besar a Paquito y Snowymary se pregunta dónde va a terminar todo eso.

Y todo comienza a ir a peor (como se puede intuir por la cara “ente onvre me va a borrá el serito sesuá” de Paquito en esta foto del año 2000).


A la que Cousins ve a Snowymary, pregunta “And this girl?” “-She’s my Blue Angel” (canción, por cierto, bastante buena de Strawbs). Cousins exclama “My best song!” y refuerza su manoseo hacia Paco. Entonces, para echar leña al fuego, Paco le pide un autógrafo, pero no en un cd como un mediocre cualquiera, no. Va el muy freak y saca el libro de poemas de Mr. Cousins (de un lirismo arrebatador donde la imagen más recurrente es la de pezones cual castañas pilongas). Sólo puedo decir que, entre otras lindezas, Paquito recibió el mail personal de nuestro sórdido rural favorito (junto con Ian Anderson, claro).


Años después, reincidió en su más que fea actitud incluyendo el cantar a duo el “No estamos locos/ que sabemos lo que queremos” con el batería de Strawbs. Además, arrancó el compromiso de que podría oficiar su boda en medio de un concierto del gran Cousins. Pero creo que Paco sabe que haber sometido a Snowymary a tanta vicisitud es la prueba de un amor inquebrantable, así que mejor es no meneallo.

Topographic y el universo Adiego

Luís Adiego es un señor con bigotón que decidió, a golpe de rock progresivo, animar la noche madrileña. Si bien dichas iniciativas quijotescas estaban abocadas al fracaso, es de justicia reconocer que nos permitieron no pocos momentos de disfrute propio y tortura para nuestros amig@s y señoras.

Jalop sufrió en su momento una noche en Malasaña – en el Tabú – oyendo música de Camel, en otra ocasión pudimos estar con Steve Hackett (exguitarrista de Genesis) y ver a Caravan. Y de entre todas estas aportaciones de Adiego, una brilla con luz propia: Topographic.

Haciendo cola para ver a Camel, una mujer le dio a Paco Fox un folleto fotocopiado de un grupo que hacía versiones de Yes y de Genesis. Un día me llamó y me dijo: “la novia de alguno del grupo me ha dado esto. Seguro que la cagan… ¿le echas valor y vamos?”.

Fuimos.

Contra todo pronóstico, el grupo fue la ostia, especialmente el cantante (enfrentarse a Jon Anderson, Peter Gabriel y, por supuesto, Pil, no es tarea fácil, creedme). El guitarrista y el bajo la gozaban sobre todo con los temas de Yes, demostrando que por sus venas corría el poder del metal. El teclista lograba igualar las mil notas por segundo de Rick Wakeman pero era incapaz de poner la cara de culo de Tony Banks y la chica, si bien era, como supusimos, la novia del teclista, también cantaba en el grupo (muy bien aunque sin llegar a los agudos de Jon Anderson) además de tocar los crótalos para gran vicisitud de los asistentes (“No os riáis, es un instruemento” nos reprochaba Vitijito). El concierto era en una sala pequeña y con mesitas, pero al tercer tema Paco Fox y un servidor ya habíamos perdido la poca compostura que alguna vez tuvimos: nos comportábamos cual locazas en un concierto de Cher durante el “Watcher of the Skies”, hacíamos la ola durante el “Close to the Edge”, gritábamos cual strippers en un concierto de cock rock… Durante el descanso, los anonadados Topographic quisieron invitarnos a unas cañas y, en el fin de fiesta putero con el “Owner of a Lonely Heart” y el “Turn it on Again” nos pusieron un micrófono en la mesa para que les regalásemos con los coros más lamentables ever.

Después de aquello, no faltamos a casi ningún concierto suyo. Y lo que es peor: arrastramos a todos nuestros conocidos a las simas del progresivo. Incluyendo ocasiones tan especiales como el cumpleaños de lanavajaenelojo, durante el cual los Topographic le dedicaron el “Yours is No Disgrace” para su monumental rubor. Tanto, que no le dio luego vergüenza cuando nos dedicamos a bailar el “É festa” de Premiata Forneria Marconi con el teclista: el gran Carlos Arboleda, un ecuatoriano alto que nos demuestra que América del Sur no sólo es salserío infame, sino que siguen guardando las esencias del progresivo y del AOR (recordemos que Rush llena Maracaná, mientras que en España nadie los conoce).

Pero todas las cosas llegan a su fin. En este caso, la chica se fue a los States – y acabó siendo vecina de Jon Anderson, flipa – y el grupo se disolvió, con Carlos Arboleda yéndose al Benelux, y los restantes miembros formando un excelente grupo de funk rock llamado “El quinto elemento”. Eso sí, se despidieron por todo lo grande con un concierto en La Sal y, acto seguido, con una pequeña fiestecilla en el sótano de una discoteca calorra. Cuando vimos que, en aquel sótano, éramos los únicos que no éramos familiares de la banda sentimos un importante complejo de fans fatales. El pobre jalop fue arrastrado a aquella celebración mientras intentaba pensar cómo, en aquella visita a Madrid, había pasado de infames discotecas vallekanas donde sonaba Bisbal a un sótano donde le atormentaban con Van Der Graaf Generator o la mítica “El perro, el perro, qué guarro el perro”. Al volver a casa, un calorro nos preguntó a qué discoteca podía ir y le remitimos a ese sótano. O aún sigue cagándose en nuestras madres o ha descubierto que oir reaggetón era desperdiciar su patética vida.

Después de aquello vimos a “El quinto elemento” y un concierto de Carlos Arboleda donde, acompañado por un cantante/bajista, hicieron varias versiones de Genesis, especialmente de su pretencioso “The Lamb Lies Down on Broadway”. Los highlights incluyeron ver a un onvre cuyos padres habían tenido la feliz idea de llamarle Rael (como el prota del citado disco) cantar, maquillado como Peter Gabriel, “The Carpet Crawlers” y, en otro arrebato de vicisitud, vernos a Paco Fox, Vitijito y un servidor andando sórdidamente por el bar como en el vídeo de “I Can’t Dance”. Como postre, nos pusieron un micro para cantar el “In the Air Tonight” de Pil y le dedicaron “Blood on the Rooftops” a Paco diciendo que, cuando una mujer te pide un tema, te desvives por satisfacerla, mientras que a un hombre lo ignoras. “Pero, como en este caso, el hombre era un poco afeminado…”.

Vas a ver progresivo y te llevas lo que te mereces.

Marillion

Mi grupo favorito. Punto. Por mi carácter excesivo soy talibán de demasiadas bandas, pero Marillion llegan a ese sitio emotivo del intimismo freak donde ningún otro grupo – es algo estrictamente personal, ojo – ha logrado llegar. Canciones como “Script For a Jester’s Tear”, “Hard as Love”, “Kayleigh”, “Neverland”, “Go” o “Now She’ll Never Know” me hacen llorar según tenga el día, así que está claro que tarde o temprano tenía que conocer a esta gente.

Marillion, además, son un caso particular: triunfaron en los 80 ¡¡¡haciendo rock progresivo!!! para luego, con el cambio de cantante – Fish por Steve Hogarth – lograr no sólo vender muchos menos discos sino también ser repudiados por los integristas del rock sinfónico: esa gente que considera que, con Steve Hogarth, se dedicaron a hacer pop blandurrio y sin fuste. Vamos, según Lázaro Carreter eso sería la definición de apestado: odiados por el mainstream y por el frikismo progresivo. Pero nadie se esperaba que un grupo desahuciado, a golpe de Internet, lograse meter un single en el top 10 británico. Esta es su historia:

El que redactó y montó esa pieza… ¡¡¡Era yo!!! Como siempre digo, el universo tiene catorce dimensiones espaciales y dos temporales y, por ese motivo, unos DJ referentes de la música electrónica española, gallegos como un servidor, y con los que me une no poca diarrea mental y frikismo jovial, consiguieron que colase una pieza de progresivo… ¡en “La hora wiki”! De no ser por su baja audiencia, los cimientos de occidente ya se estarían tambaleando. Lo importante es que logré entrevistarlos y maravillarme de lo buena gente que eran. Hablando con Mark Kelly, el teclista, le dije “Mi hermana ha viajado desde Vigo para este concierto”. Mark dijo “Pues si está ya en Madrid, dile que venga”. Así pues, cogí el teléfono y conminé a Tocotó a coger un taxi hacia la sala Aqualung donde pudo conocer al grupo. Huelga decillo, Mark le produjo no poco erotismo, como esta foto en la que se separa de The Monch para acercarse a Mark demuestra. Durante todo esto, Mark cometió el error de darme su teléfono, cosa que aproveché para quedar con el grupo cuando vino al años siguiente a Barcelona, esta vez con la pretensión de que conociesen a un gran realizador publicitario – y mejor persona y mejor fistro: me regaló un caganer, tú – con el que trabajo muy a menudo. A lo mejor, hasta se animaban a encargarnos un videoclip.

Cuando entramos en los camerinos, pensábamos encontrar una orgía de desparrame y farloperío pero, en su lugar, vimos fruta y ordenadores portátiles en los que el guitarrista jugaba al Quake. So much for the rock’n’roll despeloting. De entre las perlas logradas, la imprescindible foto de Marc con Mark, donde el tonillo filogay se justifica por la ingesta masiva de cervezas previas a la entrada en los camerinos (“No quiero que los Marillion me conozcan en este estado”).

Pero tal vez la perla de la vicisitud de Marillion se produjo la semana pasada, en el concierto de su reciente gira del álbum Somewhere Else (iniciada en Gibraltar, cágate). Cuando me volví a reunir con ellos – y poner a Tocotó al teléfono con Mark Kelly, que conserva su erotismo intacto – me acerqué a Hogarth con la sana intención de hacer pasar un momento de vicisitud a lanavajaenelojo. A la que iba a posar para hacerse una foto con ella, le dije: “En la gira pasada, me hice una foto con vuestra telonera y lanavajaenelojo me pegó cuando me vió con aquella rubia”. Al oír esto, Hogarth dijo “¿Ah, sí? Espera: ahora vais a quedar empatados. Revenge is sweet”. Y esta foto fue el resultado.


By the way, varios freaks de Marillion me reconocieron por una megaentrevista que un servidor de ustedes había colgado en el youtube (pronúnciese «lloutube»). «¡Eras tú!». As´´i de pequeño es el mundo del progresivo y así de larga esa entrevista que la propia manager de los Marillion tiene en sus favoritos del youtube.

Leyendo todo este artículo llego a la inequívoca conclusión de que Paco Fox y yo no nos merecemos a nuestras respectivas. Y que, a pesar de ese hecho irrebatible, el rock sinfónico sigue siendo sinónimo de amor. De verdad, oye.

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