Los sórdidos estamos de luto

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Esipión es un sórdido canario amigo común de Paco Fox y un servidor. Tan glorioso onvre tuvo la desgracia de ser compañero de fatigas en la dirección de aquel infraprograma de televisión llamado Red Infernal. Recordando esa etapa, Esipión me dijo: “Te estaré eternamente agradecido por haberme descubierto a esa gran mujer que es Anna Nicole Smith”. Siete años pasaron y ese “es” se ha transformado, tristemente, en un “era”. Anna Nicole ha muerto recientemente y el universo es un lugar un poco más triste y mediocre.Aquí podéis ver la biografía de una mujer sobre la que ya se ha escrito todo. Ni que decir tiene que los sórdidos del mundo seguimos guardando un riguroso luto por su muerte. De su biografía me gustaría destacar momentos de arrebatadora belleza, como cuando decidió que le gustaba mucho su culo (como a muchos camioneros que acudían al bar de strippers donde trabajaba) y que era una pena que sus tetas no hiciesen juego con sus posaderas – y todo eso que ganamos. También revistió innegable belleza que, tras su boda con el nonagenario magnate Howard Marshall, en plena noche de bodas, se cepillase al guardaespaldas de tan venerable señor.

Lo que realmente me jode de la muerte de Anna Nicole es verla como una importante batalla que ha ganado el bando de los mediocres. Siempre he tenido amor por las arribistas sórdidas (y lo de Anna Nicole es cum laude) y un desprecio que raya en lo homicida ante los “clasistas” que puedan creerse superiores a la best playmate ever. Es por ello que, ante la rabia del hijo del magnate al ver que Anna Nicole podía quitarle “su” herencia no podía evitar sentir un inmenso regocijo. Y es que, hablemos clarito ¿alguien cree que al hijo le importaba un carallo la felicidad del padre? ¿alguien cree que ese imbécil tenía derecho a un pellizco de su herencia? Si por lo menos me pudiese demostrar que ponía el culete para que su padre, jovialmente, le introdujese pinzas de colgar la ropa por el recto, entonces aceptaría el debate. Pero, amiguito, lo siento: fue Anna Nicole la que le dejó sobarle tamañas peras en esos tristes días de su ocaso. Las pelas son para ella. Y quien piense lo contrario, que no vuelva a este blog en su puta vida. ¡Hombre ya! O, peor aún, que se vuelva a ver una peli tan mongoloide, facha, clasista y peñazo como “El gatopardo”. Joder, sí que soy mala gente.

Para muchos, la muerte de Anna Nicole es el remache a la fascista – y Disneyiana – lección de “aprende cuál es tu lugar en la vida y no oses salir de él”. Otra batalla ganada por el bando de los mediocres. Pero yo no lo creo así: los sórdidos tenemos una nueva – y bellísima – martir que nos inspira en nuestra lucha diaria (con o sin bigotón). Y apoyaremos a su abogado para evitar que el hijo de Howard Marshall huela un centavo de la mítica herencia. Como recuerdo de Anna, sólo se me ocurre rememorar unos versos de ese gran poeta que es Ian Anderson de Jethro Tull:

“Ella tiene un mirar chungo,
Y está falta de amor.
Ella es un suspiro de champán
En una noche estrellada.
Ella es un cálido pedo
En Navidad.
La visión de un hombre joven
En mi sueño de anciano”

In loving memory of.

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