Elegía a Robert Altman, uno de los más grandes

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El 20 de noviembre recibíamos consternados la noticia de la muerte a los 81 años de Robert Altman, una gran pérdida para los cinéfilos del mundo, ya que este gran autor permanecía en activo, y muy en especial para los sórdidos, puesto que, aunque la industria y la crítica acaben siempre comulgando con ruedas de molino y subiéndose al carro de los que al principio tanto habían denostado, Altman era uno de los más puros y bellos ejemplos de iconoclastia, irreverencia y sordidez. Cuando la palabra independiente se ha convertido en una vomitiva etiqueta que utilizan los últimos directores culturetas trepillas que aspiran a entrar en Hollywood, o los miles de nuevos grupejos musicales indistinguibles entre sí que perpetran el penúltimo pastiche de los Beatles, conviene recordar que sí existen, o al menos existieron, indies de verdad, francotiradores con un estilo personal, y que este hombre fue uno de los pioneros.

¿Por qué Robert Altman debe ser referente de la comunidad sórdida, y todo sórdido de pro que no conozca sus películas debe descargárselas, verlas y reverenciarlas? Primero por su actitud ante el cine: Altman anteponía la cantidad a la calidad. Frente a idiotas sobrevalorados como Kubrick, que desesperaban a su equipo durante horas para decidir si la cámara debía estar colocada un milímetro más arriba o más abajo, y se echaba años para hacer una peli que a veces era buena, a veces regular, y a veces un pestiño, nuestro hombre, como Woody Allen, David Bowie, Corín Tellado, y todos los realmente grandes, prefería ser prolífico y hacer muchas pelis y rápido: unas saldrían mejor y otras peor; la mayoría, bastante mejor que las de los perfeccionistas. Su concepto televisivo de la inmediatez y de captar la espontaneidad de los actores en el momento le llevó a la estética y moralmente sublime decisión de optar masivamente por el zoom, el más bello y sórdido de los recursos narrativos del cine. Por si eso fuera poco, se especializó en un cine, más que coral, multitudinario, con cantidad de personajes que pasan por ahí, pronuncian diálogos improvisados, a poder ser hablando todos al mismo tiempo, preferentemente fuera de campo, mientras la cámara se detiene en objetos absurdos que no tienen relación alguna con la trama. Altman inventó el cine de los años 70, lo practicó con gran alegría, y lo mejor, siguió viviendo en la sordidez setentera para los restos.
En conclusión, ¿cumple Altman todos los requisitos para ser aspirante al título de mejor cineasta ever? Hagamos un sencillo test para comprobarlo:
1. ¿Sus pelis tienen despelote? Síííí, generalmente muchos y joviales.
2. ¿Hace cine familiar como el memo de Spielberg? Nooooo, sus pelis, por temática y forma, son para público adulto.
3. ¿Tiene moralina y contenido social didáctico y paternalista del gusto de progres fans de Fernando León? Noooooo.
4. ¿Por el contrario, lejos de querer ser edificante, muestra a personajes con chungueces psicológicas variadas, incluyendo esquizofrenia, dillingerismo, suicidio y demás transtornos que provocan la vicisitud de los espectadores? Sííííí.
5. ¿Su cine es de postalitas bonitas y musiquilla suave, como las gilipolleces de moda de Wong Kar Wai y Sofia Coppola? Nooo, es anárquico y guarro.
6. ¿Acaso tiene entonces un tono grave, pomposo y pretenciosamente desagradable à la Michael Haneke o Lars Von Trier? Nooooo, estamos hablando de alguien listo, con sentido del humor y que nunca caería en la obviedad ni la sociología de salón
7. ¿Utiliza el zoom? Sííííí, sólo Claude Lelouch y Valerio Lazarov se pueden poner a su altura.
8. ¿Va de rebelde por pose y luego mataría a su madre por ganar el Oscar y dirigir blockbusters con Tom Cruise, como el engañabobos de Spike Lee? Nooooo, siempre que lo han nominado al Oscar ha acudido a la ceremonia sin montar pollos infantiles para llamar la atención, y cuando no lo han nominado se la ha traído floja.
Sé que todos estos argumentos habrán convencido de sobra a los lectores con criterio, mientras que el resto ya hace tiempo que habrán dejado de leer y estarán escuchando el nuevo disco de Alejandro Sanz, así que ahora paso a hacer recomendaciones para los que deseen hincar el diente en la filmografía altmaniana. Podría hablar de MASH, pero es una comedia hippiosa coyuntural sin importancia, o de obras de más interés como Nashville y Un día de boda, típicos productos altmanianos. Están bien, pero si son tan imprudentes que quieren seguir mi consejo, ahí van mis altmaniadas predilectas, rigurosamente ordenadas de menor a mayor nivel de depravación:
The player / El juego de Hollywood (1992)
Si usted ha visto demasiado a menudo el programa de Garci, comete el grave error de leer críticas de cine en los periódicos o, peor aún, compra la revista Dirigido, y por lo tanto tiene problemas para asimilar la sordidez, puede entrar en Altman sin indigestarse demasiado con esta peli, que después de todo comienza con un gran plano secuencia tipo Orson Welles, aunque con gente hablando fuera de campo. A continuación vienen 120 estimulantes minutos de un curioso híbrido entre un anti-thriller donde a nadie le importa si el asesino será castigado o no, y una crítica al sistema de producción hollywoodiense. Entre otras joyas, podemos disfrutar de ejecutivos pensando en hacer una secuela de El graduado que sea un producto de terror en la línea de Psicosis, o a Whoopi Goldberg haciendo de comisaria que interroga a un sospechoso mientras juega con sus tampones.
Short cuts / Vidas cruzadas (1993)
Otro de los Altmans más apreciados por la crítica, y por lo tanto todavía softcore comparada con otras, aunque la cota de chunguez ya va subiendo peligrosamente respecto a The player. Nuestro hombre capta a la perfección el espíritu de Raymond Carver, un escritor tan sórdido como él, en una adaptación que bucea en la América menos edificante a través de las pequeñas historias de muchos personajes unidos por pequeños lazos. Quien espere una peli amable de valores cristianos tipo Grand Canyon o Crash se horrorizará ante Annie Ross cantando To hell with love, Lori Singer suicidándose, Huey Lewis orinando en un río y descubriendo un cadáver en el agua, Jennifer Jason Leigh atendiendo el teléfono erótico mientras da de comer a su bebé, o Tim Robbins de policía chuloputas que intenta usar el uniforme para ligar ante la gran indiferencia de su mujer, que pasa de todo. Aunque la mejor escena del film es Julianne Moore demostrando que es pelirroja auténtica cuando una copa de vino cae sobre su falda, se la quita y descubrimos con gran regocijo que no lleva bragas. Como decían en la obra maestra de John Waters Cecil B. Demente, ¡queremos desnudos frontales!
Gosford Park (2001)
En sus últimos años, nuestro hombre adquirió el insólito talento de vender al público masivo propuestas de lo más iconoclasta. Sin que podamos entender como, Gosford Park se coló en los mejores cines de las ciudades como peli de época con intriguilla tipo Agatha Christie, y lo que es más, el público no levantó una ceja ni salió echando pestes ante una depravación de tres horas con montones de personajes hablando a la vez y fuera de campo, un sinfín de pistas falsas acerca de un asesinato cuando es evidente que al director le importa un rábano quien es el asesino, y una peli típicamente inglesa ambientada con música jazz. Quien esperara un drama eduardiano sobre caballeros con altos valores o ideales románticos la llevaba clara, y no digamos quien pensara que Altman es un Ken Loach de la vida e iba a hacer un discursito maniqueo y demagogo sobre lo mala que es la clase alta y lo buenos que son los criados …
Dr. T and the women / El doctor T y las mujeres (2000)
Entramos ya en el Robert Altman totalmente hard, que, sin embargo, consigue otra vez camuflar como comedia para marujas con Richard Gere una peli que es todo un catálogo de personajes alienados a cada cual más delirante. Servidor se lo pasó bomba ante la mismísima Farrah Fawcett empelotándose en un centro comercial pijo delante de la tienda de modas Godiva, una guía turístico informando del punto exacto en el que Kennedy fue asesinado mientras la cámara muestra a los coches pasando por encima con toda la indiferencia (me imagino el gran escándalo de Oliver Stone ante la escena), o un bellísimo final donde un vendaval metafórico irrumpe sin contemplaciones en una boda.
The gingerbread man / Conflicto de intereses (1998)
Imagínense que un ejecutivo oligofrénico de Hollywood buscara un director de prestigio para el último bodrio basado en una novela de John Grisham, leyera por ahí que Robert Altman tiene nominaciones a los Oscar, y se le ocurriera llamarlo para dirigir la peli. Bien, pues este sinsentido no fue un suceso sino que fue verdad, y el demencial resultado es esta obra. En teoría, como todos los guiones-basura de Grisham, se supone que estamos ante un relato de género en el que un íntegro y sanote joven busca la verdad oculta, pero al director, como a cualquier persona con dos dedos de frente, esa historia se la suda y se dedica a aniquilarla sembrando la confusión con una puesta en escena de planos con espejos, un recital de zooms, y, por enésima vez, gente hablando sin parar fuera de campo. Robert, el mainstream no era lo tuyo.
Come back to the five-and-dime Jimmy Dean Jimmy Dean (1982)
De entre toda la subproducción que hizo Altman durante los 80, destacaremos su peli más gay, la filmación de una obra teatral estilo Tennessee Williams con varias mujeres que se reencuentran en su pueblo después de muchos años sin verse: el psicodrama y los tirones de pelos están garantizados. Para mayor petardeo, una de ellas es Cher, y la misteriosa visitante que se une al grupo acaba desvelándose como el mejor amigo de todas en la adolescencia, que ahora es transexual. ¿Qué hacen que no se la están bajando?
Images / Imágenes (1972)
La obra más Dillinger de nuestro hombre, con clara influencia de pelis tan alegres como Repulsión de Polanski, y con el gran agravante además del setenterismo y los zooms. Trata de las visiones de una mujer, un poco alienada ella, a la que se le aparece el fantasma de un antiguo amante muerto años ha. Cuando la visitan unos amigos, ni ella ni el sufrido espectador saben si estos personajes son reales o forman parte de su delirio. Robert Altman entrando en el cine fantástico, no se lo pierdan.
Fool for love / Locos de amor (1985)
Si usted es de los nuestros, un sórdido recalcitrante e impenitente que no tiene bastante con todo lo anterior, entonces está en condiciones de ver la obra más enajenada de Altman, que no es decir precisamente poco. Un psicodrama incestuoso de primerísimos planos, sinfín de zooms, y donde la esquizofrenia campa a sus anchas. Si la resisten entera preocúpense, pero si además les gusta y, sobre todo, si la entienden y le encuentran lógica, pidan ayuda antes de que sea demasiado tarde y acaben escribiendo en este blog.

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