
¿Qué tienen en común películas como “El club de la lucha”, “Psicosis” o “Sospechosos Habituales”? La respuesta se da en dos palabras: “¡Era yo!”. Y que nadie me venga ahora a tocar las narices: si a estas alturas del partido no sabías que Anthony Perkins era su madre, que Brad Pitt y Edward Norton eran la misma persona o que Kevin Spacey era Kaiser Xosé, es que no te importan una mierda esas películas. O el cine, for that matter. O, peor aún: que eres un espectador cándido que ve las pelis inocentemente cuando las ponen un día en la tele. Si eres así… ¿Qué haces en este blog? ¿Cómo has llegado hasta aquí? ¿Buscando “implantes mamarios acróbatas” en el Google?
Vale, ya ha pasado el plazo para abandonar la lectura. Si estás en este párrafo ya sabes lo que hay. Vamos a realizar el más grande análisis jamás fecho sobre ese “género” cinematográfico de incógnito que son las películas “¡¡¡Era yo!!!” tan de moda últimamente. Si odias el género de puro repetitivo y falto de originalidad hoy en día, enhorabuena: este artículo te avisará sobre qué películas debes evitar. Si, por el contrario, eres un fans depravado del género, aquí tendrás una selección de obras para disfrutar de antemano con los maravillosos bodrios que se avecinan. Es bello imaginarse a los colegas reuniéndose en el salón diciendo “¡No, una de Uwe Boll no pongáis! ¡Ni una de Lucio Fulci! ¡Hoy toca una de “Era yo”!
Pues eso, hoy toca.
¿El primer “¡¡¡Era yo!!!”?
Podríamos ser unos culturetas aburridos y hablar de lo del destino ineludible del héroe trágico y que si Edipo era el primer era yo mundial o Segismundo, en “La vida es sueño” era el primer “¡¡¡Era yo!!!” español. Pero eso es un rollo y esos “¡¡¡Era yos!!!” no son joviales. Por ese motivo, concedemos nuestro galardón a la sutilmente sórdida Agatha Christie y su mítica novela “El asesinato de Rogelio Ackroyd”.
Esta novela, narrada en primera persona por el ayudante de Poirot, avanza jovialmente en la investigación hasta que, en una de esas típicas reuniones finales de todos los sospechosos… Habéis adivinado. ¡Era él! El “Era usted” que le espeta Poirot es tan brillante y original como decididamente sórdido. Agatha había abierto la caja de Pandora. Había creado un monstruo. Y el mundo nunca fue igual, como ahora vamos a comprobar.
¡Soy mi propia madre y soy mi propio abuelo!
Nos hallamos ante el “¡¡¡Era yo!!!” más celebrado de la historia del cine. Para muchos, la mejor película de la ídem. Ahí es nada. “Psicosis”, dentro del género “¡¡¡Era yo!!!” pertenece al subgénero de películas de esquizofrenia/disociación de la personalidad, perfectamente analizadas por il nostro jalop en este artículo de obligada lectura. Dentro de ese subgénero también se podrían englobar demencialidades como “Santa Sangre” de Jodorowsky donde el prota, en vez de ser su madre, se convierte en los brazos de su padre. Vivir para ver…
A todo esto, debo decir que yo vi “Psicosis” a la tardía edad de dieciséis años y… ¡Sin saber que Anthony Perkins era su propia madre! Demostración inapelable, me temo, de que soy una secta dentro de mi mismo.
Por supuesto, si hubiese visto “Psicosis” a día de hoy, con tal cultura del “¡¡¡Era yo!!!” acumulada, me hubiese mosqueado sobremanera el no ver nunca a la madre de Norman. Sin embargo, lo que sí me seguiría cogiendo por sorpresa, sería la aterradora revelación del oligofrénico Tom Arnold en la obra maestra no reconocida del gran John Landis “La familia Stupid” – peli a la que un día dedicaré un artículo, temblad. Bien, Stanley Stupid, por estúpidas vicisitudes de la vida que ahora mismo me aterra resumir, termina en uno de esos realitys chungos de la tv americana en el que, de pronto, tiene que sacarse una historia sorprendente de la manga. Tranquilamente, se levanta de su silla y proclama “Yo soy mi propio abuelo” para, acto seguido, explicarlo con una canción que pondrá a prueba vuestra cordura. Bajadla aquí, os juro que os arrepentiréis.
Mi hermano, mi hermano… ¡Mis cojones van a ser!
Dentro de los trastornos de personalidad, el parentesco que más evidentemente se presta al “¡¡¡Era yo!!!” es el de los hermanos. La culpa de todo la tuvo Robert Mulligan con su clásico del terror psicológico “El Otro”. Un chaval, bastante cabrón e infanticida él, tiene un hermano bueno que muere. Del shock resultante, absorbe su personalidad y se dedica a cosas bellas como tirar bebés al pozo. Por supuesto, toda esta información sobre el hermano muerto es obviada por un Robert Mulligan ávido de realizar un clásico del “¡¡¡Era yo!!!”. Y, la verdad, es que lo consiguió.
De entre las muchas imitaciones generadas por “El Otro” debemos destacar la despelotada “Hermanas” del gran Brian de Palma: una cinta pletórica de asesinatos con pantalla partida y demás sordideces que tanto celebramos en este nuestro blog. Por supuesto, si títulos como “El Otro” o “Hermanas” ya tienen como que un tufillo “¡¡¡Era yo!!!”, no os cuento qué ocurre si cometéis la torpeza de titular a una peli “DOS hermanas”, en el caso del film de Ji-woon Kim. Joer, a eso se le llama dispararse en el pie. Y, encima, la peli es un pestiño lentísimo que sólo se la metió doblada a los necios de El País. El poster, eso sí, me parece de una gran belleza erayóica.
¡Era Brian de Palma!
Acabamos de hablar de “Hermanas”, pero esa no es la única incursión de Brian – probablemente el mejor director sórdido de la historia del cine – en el (in)noble género del “¡¡¡Era yo!!!”. Antes bien, como buen discípulo de Hitchcock – quien, además de “Psicosis” ya había coqueteado antes con el género en “Alarma en el expreso”, como luego veremos – Brian rodó obras como “Vestida para Matar” con el apoteósico travestismo de Michael Caine (¡era él!) o la gloriosa “En Nombre de Caín” (¡Todos eran John Lithgow!) sin olvidarnos de la superlativa “Femme Fatal” donde, para variar… ¡no era ella!
Obras todas estas, en definitiva, de gran calado ético y que, por su relevancia, analizaremos en los siguientes apartados. Lo importante ahora es decir que, si no admites la santidad irrefutable de Brian de Palma, Yahvé hará que los buitres devoren tus testículos o, si eres mujer, que tengas que hacerle una bajadita al pilón a Ruiz-Mateos mientras en la habitación del hotel suena música de Santiago Rouco.
¡Era un travelo! O ¡Era mi pilila! O ¡No tengo pilila! O…
Si lo de la disociación de personalidad cansa, una alternativa muy bella para seguir militando en el “¡¡¡Era yo!!!” es la de disfrazarse. Como persona que, en ocasiones, se ha maquillado de Gene Simmons he de decir que es una opción que me resulta más sana y jovial que la de creerse tu propia madre y, desde luego, más saludable que la de ser tu propio abuelo.
La película fundacional del travestismo erayóico es “Vertigo” de Hitchcock donde, sin embargo, Alfred renunciaba a la sorpresa del “¡Era ella!” para el final. Antes bien, nos lo adelantaba en una escena cutremente rodada en la que Kim Novak lo cuenta todo en una carta… ¡que al final rompe!.
Nunca se podrá insistir lo suficiente en la grandeza del pelucón y medias de Michael Caine. Si, encima, lo rematas poniéndole un traje de enfermera en una escena final que… ¡era un sueño! Entonces la grandeza se hace insuperable. Ford, Hitchcock, Wilder, pueden retirarse… Brian de Palma es el elegido para ser azafata del Un Dos Tres. Ah, aquellos castings de Chicho…
El mejor discípulo con bigote de Brian de Palma, Richard Rush, también se lució de lo lindo con “El color de la noche”, una de mis películas favoritas ever. En ella, Jane March se disfrazaba de hombre o mujer según le diere para lograr fornifollarse a todos los miembros de una terapia de grupo mientras un ninja iba cometiendo asesinatos múltiples y variados. Los polvos incluían su dosis de lesbianismo y una set-piece en una piscina repleta de zooms a unos decepcionantes genitales de Bruce Willis censurados en la versión americana. “Es como quitarle las gárgolas a una catedral gótica” dijo un inspirado Richard Rush. He de confesar que, perdido entre zooms y delirios varios, yo fui de las pocas personas que no se dio cuenta de que el chico freak del principio era, en realidad, Jane March. Así que el “¡¡¡Era yo!!!” tuvo todo el efecto en mi impresionable ser. Pero fue sólo un deliro más en una obra maestra irrepetible que mucho necio no sabría apreciar así les pusiese Jane March el potorro en la cara.
Y no puedo terminar este apartado sin citar los delirantes cambios de sexo de Kenneth Branagh en “Morir todavía”, su película más dePalmiana. En un momento de las sesiones de médium a las que asiste, descubre que, en realidad, él era una mujer. Por supuesto, todo esto se rebate en las múltiples y magníficas piruetas finales del guión, pero es un momento “¡¡¡Era yo!!!” por el que, si yo fuese director, firmaba ya mismo.
¡Era yo y era mentira! ¡Era yo y era verdad!
“Sospechosos habituales”, con sus trampillas – que han dado lugar a sesudos análisis de guión – lleva a sus últimas consecuencias el truco inventado por Hitchcock en “Stage Fright”. El truco consiste, como ya sabemos, en que el flashback relatado es mentira. El maestro inglés se arrepintió de lo que consideraba “una trampa inaceptable al espectador” pero Bryan Singer no sólo no se arrepintió sino que, además, se refociló añadiendo insulto al dolor cuando Kevin Spacey “¡¡¡Era yo!!!” digo, ¡¡¡era Kaiser Xosé!!! (y galleguizo el nombre porque me sale de los pendexelines).
Una vez deslumbrados con uno de los mejores finales de la década, una modesta y poco conocida película, “Escalofrío” de Bill Paxton, nos sorprendió a unos cuantos haciendo exactamente lo contrario que “Sospechosos Habituales”. “Escalofrío” consiste en el relato que un sospechoso de homicidio – como Kevin Spacey – hace a un policía. En él cuenta cómo su padre cree no sólo que oye a Dios himself sino que éste, en un arrebato de cabronada inédito desde el Deuteronomio, le pide que se dedique a ir por el mundo matando pecadores. El chaval se resiste, pero el padre convence a su hermano. Al final, el niño logra liberarse cargándose al padre y al hermano. Una vez explicado esto al madero, los espectadores nos decimos “Ya, y al final él es el propio hermano psicópata que matará al policía”. En efecto, esto sucede y decimos “¡¡Vaya “¡¡Era yo!!” más cutre!!”. Pero quietos paraos. Cuando va a matar al madero le dice que la razón de su muerte se halla un ignominioso episodio inmoral de la corrupta vida de ese innoble servidor de la ley. Y así es cómo descubrimos que sí, que él sería su hermano, pero lo chungo y lo gordo es que la voz de Dios impulsándote a cometer homicidios… ¡era verdad! Aún tengo mal cuerpo…
La película que inventó el “¡¡¡Era yo!!!”
Una de las formas más lamentables de pasar el puente de la Constitución consiste en meterse ocho horas en un coche y viajar de Madrid a… ¡¡¡Gibraltar!!! Tal fue el monumento a la sinrazón que perpetramos Paco Fox, un servidor y nuestras respectivas y nunca bien ponderadas sufridoras. Como colofón a dicho viaje, nos metimos en unos multicines calorros de Algeciras para ver lo que fuere. La madre de Paco Fox nos invitó amablemente a cambio de elegir la película que sus hormonas le dictaren. Ganó “Timeline” de Richard Donner, protagonizada por Paul Walter y Gerard Butler (las razones que nos metieron en la sala).
La peli trata – malamente – de viajes en el tiempo. En una escena del presente, al principio de la película, una arqueóloga se escandaliza cuando se encuentra con un relieve románico destruido. “¿Quién puede haber sido capaz de hacer esta monstruosidad destruyendo el gran arte?”. Hacia el final de la película, la chica está encerrada en un túnel en plena Edad Media. De pronto una pared suena a hueco y ¡oh, sorpresa! ¡En esa pared está ese relieve románico intacto! Y, lo más importante, la chica se da cuenta de quién había sido tan hijoputa de cargárselo. “¡¡¡Era yo!!!” exclamó. Y un nuevo género cinematográfico quedó acuñado en nuestros corazones. Por supuesto, otro tío dice “¡¡¡Era yo!!!” al final de la peli, cuando se da cuenta de que la escultura de un tío sin oreja “¡¡¡Era yo!!!”. Por supuesto, lo aprende por las malas, cuando su apéndice auditivo es rebanado por un señor medieval desalmado.
A raíz de “Timeline”, hay que decir que toda película de viaje en el tiempo que se base en la teoría de los universos consistentes acaba cayendo en el “¡¡¡Era yo!!!”. ¿Qué significa ese palabro? Pos mu fócil. Si viajas en el tiempo, hay dos opciones. La primera, que con tus acciones cambies el devenir del mundo tal cual lo conocemos. Por ejemplo: matar a Hitler. Estaríamos en una peli del tipo “Regreso al futuro”. La otra opción, la del universo consistente, impide cambiar nada. Antes bien, la historia es cómo es porque ya contiene tu viaje en el tiempo. Así, si viajases a Austria para matar a Hitler, lo más probable es no sólo que no lo encontrases sino que, además, te follases y preñases a la futura madre de Hitler. Esta es la diferencia entre “Terminador 2” (mal) y “Terminador 3” (bien).
Así pues, grandes películas de viaje en el tiempo con universos consistentes y, por cojones, con “¡¡¡Era yo!!!” serían la soberbia “Doce Monos” (la mejor de Terry Gilliam) y “El final de la cuenta atrás”. ¡Sus las veáis!
¡¡¡No era yo!!!
La aparición de este subgénero es inevitable. En su forma más primitiva tenemos, una vez más, a Hitchcock con la filogay “Alarma en el expreso”. En dicho film se le hace creer al protagonista que nunca hubo una viejecilla en un tren, sino que todo es producto de su imaginación. “¿Era yo?” se debe preguntar el prota. Pero no, al final no era él.
Más profunda es, sin embargo, “El rapto de Bunny Lake” del sórdido Otto Preminger. La columna vertebral de la película es saber si esa niña, Bunny Lake, que la madre dice ha desaparecido, existe o es sólo un producto de su imaginación. La policía piensa esto último no sólo porque abunden indicios sino porque la madre es… ¡¡¡¡soltera!!! ¡¡¡¡Y por elección propia!!! (recordemos que es una peli de 1964…). Lo más interesante de la
película es cómo Preminger administra la información para que pensemos que la niña es ficticia: entre otras cosas, nunca la muestra. A ese respecto, habría que comparar “El rapto de Bunny Lake” con la reciente “Plan de vuelo: desaparecida”. En los fascinantes treinta primeros minutos de esta última, vemos muchos y extraños planos de Jodie Foster con su hija pero, como todos ya estamos acostumbrados al “¡¡¡Era yo!!!”, pues nos imaginamos que es una ilusión y que Bruce Willis estaba muerto. Ay, no, eso es otra película… Por supuesto, al final de ambas las dos cintas, las niñas existen. ¡¡¡No eran ellas!!!
En la película “El Escondite” ya no es la niña la que no es ficiticia. Para variar, es ahora la chunga infante llamada Dakota Fanning la que tiene preocupada a su pobre padre- a la sazón Robert de Niro – hablándole de un señor llamado Cahrlie que le dice toda suerte de inconveniencias. Cualquier persona normal sabe que nadie contrata a De Niro para que haga de buen señor sobrio. Eso ya lo intentó en la ignominiosa “Enamorarse” y ninguna persona de bien temerosa de Marx se lo ha perdonado. Así que, a mitad de la película, lanavajaenelojo, medio dormida en el sofá, me dijo “Tengo una teoría sobre esta película”. Creo que, a estas alturas, ya sabemos que “teoría” es sinónimo de… Sí, de “¡¡¡Era yo!!!”. De Niro era Charlie y la vergüenza ajena volvía a desfilar triunfante.
Otra variante del no era yo está en la camp kitsch trash y, a la vez, magistral “Canción de cuna para un cadáver” de Robert Aldrich. En ella, Bette Davis vive traumatizada por haber matado hace trainta años a su marido, pero, al final… ¡¡no era ella!! Era el cabrón de su doctor, Joseph Cotten, que se lo había hecho creer… Supongo que lo haría con el convencimiento de que, décadas después, ese film sería citado en este magno artículo.
¡¡¡Eran el mismo señor!!!
Al César lo que es del César: el final de “El club de la lucha” se veía venir a la legua, pero Edward Norton tiene el dudoso honor de ser uno de los principales actores “¡¡¡Era yo!!!” después de su actuación el “Las dos caras de la verdad”. Si en una tenía múltiple personalidad, en la otra era todo mentira, que dirían Pimpinela. Entre la de Richard Gere y la de Brad Pitt, me quedo con la primera mil veces. De hecho, creo que la definición de gafapasta oligofrénico en la enciclopedia Espasa es “Le parece magistral “El club de la lucha” o “Se creía que Matrix se planteó originalmente como una trilogía”. Ahora mismo no estoy seguro.
¿A quién tenía que buscar el detective?
¡Pues a él mismo! La verdad es que, en un despropósito como “El sueño eterno” de Howard Hawks lo podrían haber hecho y no hubiese pasado nada. Feck, hasta Bogart podría haberse empelotado, enseñar el potorro, y decir que era su propia abuela y todo habría sido coherente con el desarrollo del film. Pero no. Hubo que esperar hasta que el gran Alan Parker nos regalase “El corazón del ángel” para tener el primer “¡¡¡Era yo!!!” detectivesco del cine. Robert de Niro – again – contrata al guarro de Mickey Rourke para que busque a un hombre malo de la pradera. ¿Tengo que contar el final? El problema es que, a mi por lo menos, me dio igual que Mickey Rourke fuese él: la complicada escena de menstruación de Lisa Bonet eclipsó al resto de la peli. A Bill Cosby se le debieron caer todos los pelos del escroto de golpe cuando vio aquello.


de David Lynch. Pero, como ya dijimos, al igual que con “Memento”, nadie entendió que Bill Pullman y Baltazhar Getty eran la misma persona. Hubo que esperar algo más para conseguir otro “¡¡¡Era yo!!!” detectivesco que se entendiese. Eso sí, menuda frikada de peli.
La marcianada en cuestión fue “Wallace y Gromit: La maldición de las verduras”, donde los múltiples desvelos del anormal de Wallace por encontrar al conejo malvado que desbarata todos los huertos de la oligofrénica e inglesa comunidad en la que reside… ¡¡¡era él!!! Pero creo que el espectador medio estaba más pendiente del monederito filogay del cual el perro asesino sacaba sus peniques. Qué se le va a hacer…
¡¡¡Era un cachondeo!!!
“Scary Movie 3” fue una llamamiento a la cordura en medio de tanto caos y despelote erayoíco. Hacia el final de la película, a la protagonista le revelan que su hijo es ficticio. Turbada, comienza a replantearse el mundo, descubriendo , con estupor, que Papa Noel también era ficticio. Hasta Leslie Nielsen, que hace presidente de los USA se plantea si es real o ¡¡¡era ella!!! Para poner orden en el caos, la pobre mujer, a voz en grito, ordena a todos los personajes de la película que se coloquen a la izquierda si son reales y a la derecha si son ficticios. Esto es: si eran ella.
Desafortunadamente, los productores de la película debieron encontrar todo esto muy intelectual (o una falta de respeto al noble género del “¡¡¡Era yo!!!”, vaya usted a saber…) y cortaron este final, condenándolo a ser un mero extra del Dvd. Y, de aquesta manera y modo, no se pudieron prevenir varios “¡¡¡Era yo!!!” que traspasaban los límites de la vergüenza ajena.
En primer lugar, tenemos la peli de terror gabacho “Haute Tension”, adaptación del relato “Intensity” de Dean Koontz. El director, Alexandre Aja, se vió en la obligación de creerse más listo que nadie (por aquello de estar haciendo un remake…) y decidió darle un giro original a la historia. ¿Adivinan ustedes cual? Sí, al final, el asesino Santiagosegúrico que perseguía a la prota, Cécile de France, y a su bollérico objeto del deseo, tras haber asesinado a la familia de esta última… ¡¡¡era la propia prota!!! Estuviera yo en el cine y, a la que veo que un asesinato es filmado por una cámara de seguridad, ya me quedó clarérrimo que, al final, vería la cinta de video demostrando que la asesina… ¡¡¡era ella!!! El problema no es que se vea venir, sino que no tiene ningún sentido ni coherencia con el resto de la peli. Es un pegote innoble que degrada, aún más, a este nuestro género.
Lo mismo ocurre en “Llamada perdida 2”. Si en la primera parte, rodada por ese incomprensible ídolo de gafapastas que es Takashi Miike, la historia hacía múltiples aguas y el final no se entendía, en la segunda parte, para añadir insulto al dolor, deciden perpetrar tamaño cristo narrativo y, cuando uno ya se quiere abrir las venas, de pronto se encuentra con un chinillo grabando una escena con su videocámara. En ese momento, empiezo a preguntarme qué sentido tiene en el conjunto de la trama que “¡¡¡Era ella!!!” y no consigo encontrarlo. ¿Era ella la asesina? ¿Qué hacía yo viendo aquello? Para cuando llegó el momento en el que lo grabado por la videocámara del chinillo nos daba la monumental sorpresa de que “¡¡¡Era ella!!!” no había logrado entender nada aún. Ni a día de hoy. Sólo recuero el estupor de lanavajaenelojo quien, viendo la peli conmigo, y habiendo renunciado a entenderla, dijo “¡¡¡¿¿¿Cómorl???!!!” y yo, tranquilamente, le respondí “No, si ya lo sabía yo…”.
¡¡¡Todos eran yo!!!
En medio de tanta sinrazón, la película “Identidad” decidió lanzarse al abismo y cachondearse del espectador con cierta elegancia. En ella, varios personajes, a cada cual más friki, se reunen por extrañas circunstancias en un hotel y, de pronto, comienzan a ser asesinados. Hacia el final de la película nos damos cuenta de que todo sucede en la mente de un perturbado con personalidad múltiple, que intenta conseguir que sólo una de sus personalidades de imponga al resto. ¡¡¡Todos eran él!!
La peli merece nuestra aprobación con ciertas reservas. Todo lo contrario que “En nombre de Caín”, que merece nuestro amor incondicional: el travestismo múltiple al que se somete John Lithgow para hacer la mitad de los papeles de este desquiciado film es un monumento al despelote que justifica el brillante tagline de la pinícula: “De mente, De generado, De pravado, De Palma”. Si no AMAS esta película, que te jodan sin mantequilla, hombre ya.
¡¡¡Era España!!!
Y termino este artículo con una nota patriótica, porque yo no digo “el estado español”, sino que soy de los que se le llenan la boca de España. Y respeto a la selección.
¿Cuál es la cumbre del “¡¡¡Era yo!!!” patrio? Resulta tentador volver a echar mano de Victoria Abril y Almodóvar, como hice con lo de las masturbaciones. En este caso, sería en la única escena buena de “Tacones Lejanos”. En ella, Victoria Abril, locutora del Telediario, da la noticia de la muerte de su marido. A mitad de la noticia, dice a todos los hogares de España que no es necesario proseguir con las pesquisas policiales, porque el asesino de su marido “¡¡¡Era yo!!!”.
Sí, resulta tentador, pero, en su lugar, hay que quedarse con el fascista de Sanz de Heredia y su clímax final de la inmensa “Historias de la radio”. En él, un pobre hombre va a un concurso radiofónico para conseguir el dinero que su pobre nieto necesita para una operación. El locutor es más borde que Carlos Sobera con diez lonchas encima y le hace, una tras otra, múltiples preguntas para putearle. Con gran tensión, el vejete las logra responder, hasta que llega la última, la más hijaputa… No lo cuento, mejro véanlo. Eso sí, creo que está muy claro cuál va a ser el final. ¿No?
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