Una película Dillinger (bautizada de tal guisa en honor de la piedra angular del género, Dillinger ha muerto de Marco Ferreri) narra las andanzas de un personaje autista, o movido al autismo por las circunstancias. ¿Que como se puede sostener una película con un solo personaje? He ahí el mérito y la sordidez de estas obras. Si la alienación y / o enajenación del protagonista son importantes, y las cosas que hace son absurdas y sin sentido, entonces estaremos ante un dillingerismo puro y encomiable. Naturalmente, los diálogos deben ser escasos o inexistentes en una película Dillinger, salvo que el protagonista hable consigo mismo o con objetos y seres imaginarios (aunque cuidado, porque si esos seres se visualizan y se comportan como personajes normales estaríamos haciendo trampa, El sexto sentido y las películas era yo no reciben diploma Dillinger).
El dillingerismo real ha sido vivido a lo largo de la historia por anacoretas, ermitaños, agorafóbicos, esquizofrénicos, y seres antisociales de toda índole, y también expuesto en otras artes además del cine, teniendo uno de sus más bellos ejemplos en los comics de Peter Bagge con el personaje de Junior, un freak cuya máxima aspiración vital es no tener que salir de casa y vivir feliz viendo gente simpática y sonriente en la tele en lugar de horribles personas reales, y que nos propone una útil guía práctica de cómo conseguir alcanzar este nirvana.
Pero existen otros teóricos de fuste de la filosofía dillingeriana, verbigracia:
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el personaje de Bridget Fonda en Jackie Brown, que tiene muy clara su actitud ante la vida (“colocarme y ver la tele”, algo loable cuando su programa favorito es Cheeks who love guns)
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el grupo Statler Brothers, otra referencia tarantiniana, puesto que su canción Dillinger Flowers on the wall aparecía en Pulp fiction (me voy de aquí, mis ojos no están acostumbrados a
tanta luz ….. tengo que contar las flores de la pared, fumar y ver Capitán Canguro, ¡¡¿cómo dices que no tengo nada que hacer?!!)
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los geniales Depeche Mode con Enjoy the silence (words are very unnecesary, they can only do harm)
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el deliciosamente sórdido grupo femenino Divinyls con su sensata oda al onanismo I touch myself (I don’t want anybody else, when I think about you I touch myself, aunque luego matizan que when I feel down I want you above me, frase igualmente sabia pero que se desvía del dillingerismo ortodoxo)
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la ilustre María Teresa Campos, uno de nuestros grandes ídolos espirituales, en un memorable programa en el que, estando ausente la marujilla que debía darle la réplica en un debate, decidió discutir consigo misma: ella argumentaba frente a su oponente imaginaria, luego se cambiaba de sitio y se rebatía esquizofrénicamente lo que ella misma acababa de decir: uno de los más grandes y sórdidos momentos de la historia de la televisión nacional.
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Last but not least, la injustamente incomprendida Yoko Ono. El mundo sigue equivocado pensando que el que tenía
talento era el cursi de John Lennon, un cateto con aspiraciones de cultureta creador de himnos de la ñoñez tardoadolescente tan vomitivos como Imagine, Woman o Give peace a chance, que además tenía la poca vergüenza de cantar él mismo con una insufrible voz a medio camino entre la psicofonía y el gato al que le pisan el rabo; Yoko, en cambio, no era una quiero y no puedo como John, sino una pedante pura y genuina con ideas tan divertidas como que el lenguaje estaba demasiado intelectualizado y que la gente debería comunicarse a través de formas de expresión más sencillas como el grito. Lo mejor es que ella llevó a la práctica sus delirantes teorías en temas tan imprescindibles y dillingerianos como Why; bájeselo ahora mismo, y amenice sus fiestas poniéndoselo a sus amistades y provocándoles ataques de pánico y de risa a partes iguales. Yoko forever!!

Diplomas Dillinger:
El viejo y el mar (The old man and the sea, John Sturges, 1958)
Spencer Tracy solo en un barco durante 90 minutos merece de entrada un diploma Dillinger sin más contemplaciones. Reconociendo este gran mérito, como lo cortés no quita lo valiente, lo cierto es que esta película es prueba de lo anteriormente dicho, el cine clásico de Hollywood y sus corsés comerciales no dejan que la depravación dillingeriana fluya con alegría; la película resulta tan castaña pilonga como el relato de Hemingway en el que se inspira, y se sostiene a base de voz en off. Un Dillinger con todas las de la ley, pero menor.
Naufrago (Cast away, Robert Zemeckis, 2000)
Aunque esta película tenga un grave error de raíz, que es que si hay un accidente de avión ninguna persona de bien va a querer que el único superviviente sea un individuo como Tom Hanks, autor de crímenes contra la humanidad tan imperdonables como Philadelphia, Forrest Gump y Salvar al soldado Ryan, no podemos obviar la valentía de Robert Zemeckis al recrear la dillingeriana historia de Robinson Crusoe sin apoyarse en ningún Viernes (aunque seguramente lo haga en parte para evitarse lecturas gays, porque en estos tiempos pocos se iban a creer que con tanta soledad Crusoe y Viernes no se dieran consuelo mutua y jovialmente). Lo de los náufragos, por otra parte, recuerda a la gran canción de Police Message in a bottle, en la que un hombre Dillinger envía un mensaje en una botella y al día siguiente se encuentra miles de botellas de otros autistas en respuesta. ¡¡Todos somos Dillingers!!
Episodio de navidad de Mister Bean (Mr. Bean, John Birkin, 1990-95)
El inefable Mister Bean, un personaje ya habitualmente dillingeriano, prepara las navidades. Escribe sus postales, sale para echarlas al correo, pero … ¡las introduce en su propio buzón y luego lo abre y las recibe alborozado! Tal grado de autosuficiencia solo se vio superado por el caso real de la mujer que se casó consigo misma, una noticia dada por Alfonso Arús hace años y que no he tenido ocasión de verificar ni confirmar. Se agradece cualquier información al respecto.
Terror ciego (Blind terror, Richard Fleischer, 1971)
Thriller protagonizado por Mia Farrow haciendo de ciega. La trama no tiene mayor interés salvo por una magistral escena de más de veinte minutos en la que Mia va por su casa haciendo su vida cotidiana, entrando aquí y allí, y poco a poco nos damos cuenta de que en su hogar han ocurrido cosas chungas. Finalmente llegamos a la conclusión de que las habitaciones …. ¡están llenas de cadáveres! Unos hombres malos han matado a su familia y la pobre mujer tendrá que huir de ellos y sufrir múltiples vicisitudes, pero esa trama es un simple apéndice a la gran secuencia Dillinger que vertebra la película.
Las aventuras de Jeremiah Johnson (Jeremiah Johnson, Sydney Pollack, 1972)
Robert Redford, siempre ecologista él, se apartaba del mundanal ruido para vivir rousseaunianamente con los bichillos y las flores en este western revisionista, con una mínima interacción no verbal con un indio durante los últimos 20 minutos de película. Kevin Costner se inspiró probablemente en este one man show de Redford para la parte más interesante de Bailando con lobos, su experiencia Dillinger en el fuerte abandonado, antes de que aparezca el buenrollismo con los indios y el film caiga en el panfletillo y las buenas intenciones perdiendo el derecho a diploma.
La pesadilla (Chasing sleep, Michael Walker, 2000)
Curioso cruce entre Polanski y David Lynch, en el que Jeff Daniels se preocupa porque su mujer todavía no ha vuelto a casa; la expresión chunga de nuestro amigo y las cosas no menos malsanas que empiezan a ocurrir nos llevan pronto a la conclusión de que la mujer no va a volver, a lo mejor porque el propio Jeff la ha quitado de en medio … El insomnio, sumado a la propia enajenación del personaje, provocará un desfile de delirios que incluyen agua que desborda de la bañera, dedos humanos que se pasean libres por la casa, y lindezas similares, un estimulante paseo por los infiernos del dillingerismo.
Hierro 3 (Bin-jip, Kim Ki-Duk, 2004)
El dillingerismo a dúo parece una contradicción a priori, pero Kim Ki-Duk nos demuestra que es posible. Una mujer maltratada le pone los cuernos a su marido con un hombre tan sumamente Dillinger que nadie nota su presencia salvo ella, por ser igual de depravada, formando una pareja dillingeriana capaz de comunicarse sin hablar, y hasta sin estar (¡!?). Por si alguien tenía alguna duda, el director ha vuelto a demostrar que no es trigo limpio con su última película, El arco, también poco pródiga en diálogos.
Une vraie jeune fille (Catherine Breillat, 1976)
Que si la mujer ofrece sexo para conseguir amor mientras que el hombre ofrece amor para conseguir sexo …. que si el hombre es polígamo por naturaleza y la mujer monógama …. que si la mujer necesita seguridad y estabilidad en una relación y el hombre aventura …. Quien haya trabajado o colaborado en servicios de atención a señoras de la tercera edad, que ya no tienen nada que perder y se han quitado todas las caretas, puede atestiguar la TREMENDA MILONGA que son todos estos tópicos sexistas y llegar a la conclusión que la grande y sincera Catherine Breillat plasmó en su opera prima: la mujer es igual de sórdida que el hombre y está igualmente salida. ¡Viva la igualdad! Como muestra, esta chica Dillinger que le da alegría a su cuerpo Macarena y descubre su sexualidad protagonizando un sinfín de secuencias a cada cual más delirante. Diploma cum laude.
Tamaño natural (Luis García Berlanga, 1973)
Michel Piccoli, digno acreedor del título de l’acteur le plus sordide de l’histoire du cinéma, unía al rosario de fetichistas y gente chunga que constituyen los personajes de su carrera el del propietario de una muñeca hinchable que inicia con ella toda una relación de pareja: chico conoce muñeca, se enamoran, se enfadan, discuten y tienen celos como todas las parejas …. ejem. ¿La película acaba con que la chica se desinfla? Tendrán que comprársela de oferta o bajársela del emule para saberlo.
Medalla de bronce: Spider (David Cronenberg, 2002)
Cronenberg no engaña: la película empieza con Ralph Fiennes, muy enajenado él, llegando a un campo de tierra, echándose al suelo y poniéndose a escarbar o hacer movimientos absurdos …. gran cumbre del dillingerismo. A partir de ahí, cuesta arriba de visiones esquizofrénicas del amigo Spider, que se pasea por las calles de un Londres imaginario y desierto, construye telas de araña en su habitación y reinterpreta su infancia y la historia de su familia, confundiendo un poco los personajes. Nada sorprendente en una película del director de Videodrome, para que nos vamos a engañar, aunque ahora con la complaciente y cultureta Una historia de violencia Cronenberg corre el peligro de hacerse respetable.
Medalla de plata: Repulsión (Repulsion, Roman Polanski, 1965)
Las mujeres Dillinger son escasas, y Catherine Deneuve brilla con luz propia entre ellas. Primero intenta con poco éxito salir a la calle e ir a trabajar, pero luego se da cuenta de que lo suyo es encerrarse en casa, sumirse en morbosas pesadillas de violación y cargarse a todo hombre que entre en su apartamento con intenciones libidinosas … claro que esta chica se toma muy en serio el consejo de la abuela de que todos los hombres llevan intenciones libidinosas, así que mejor no intentar venderle enciclopedias. Polanski posteriormente se ha ganado a pulso el premio especial al director más Dillinger ever al repetir la jugada en la todavía más sórdida El quimérico inquilino, donde él mismo interpreta a un freak pelín paranoico al que no le llega con obsesionarse con que a la anterior arrendataria de su piso se la cargaron sus vecinos, no, el señor tiene además que asumir la personalidad de la mujer y travestirse para gran vicisitud de los espectadores. No contento con tanta depravación, Roman nos deleita en su última obra maestra, El pianista (porque lo de Oliver Twist es un rollo), con media película de dillingerismo total por parte del prota intentando sobrevivir en un piso vacío. Dentro de Adrien Brody hay un Dillinger, y dentro de Polanski, unos cuantos.
Medalla de oro: Dillinger ha muerto (Dillinger è morto, Marco Ferreri, 1969)
No jugamos la baza de la sorpresa final si decimos que la mejor y más pura película Dillinger es … Dillinger. Michel Piccoli, como no, se aliena y, mientras en la radio suenan cancioncillas italianas de los 60 en consonancia con los colorines pop de la fotografía, empieza un recital de actos absurdos como lavar una pistola y pintarla de colores, proyectarse películas en el salón, bailar danzas indescriptibles y demás sinsentidos ante los ojos abiertos de par en par del incauto espectador. ¿Una obra maestra? Sin duda. ¿Una tomadura de pelo? También. Nos hallamos probablemente ante la película más importante de la historia, aunque en dura pugna con Un hombre y una mujer de Claude Lelouch, y Femme fatale de Brian de Palma. Ya sabemos que la gente sin imaginación dirá que su película favorita es Ciudadano Kane o El padrino, pero estoy seguro de que lo afirman de carretilla sin verdadera fe, y de que, en el fondo de su corazón, saben que son obras claramente inferiores.