Las catorce mejores masturbaciones de la historia

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No critiques la masturbación, es practicar el sexo con alguien que amo” o “-¿No te habrás quedado estéril por excesiva masturbación? – ¿Ahora vas a empezar a meterte con mis hobbies?” son algunas de las bellísimas loas que Woody Allen le dedicó a uno de los mayores placeres humanos que aún siguen saliendo gratis (mal que le pese a Mázinger 16). “¿Con cuál te pajeas tú de clase?” es también una pregunta que, en pleno alcoholismo friki suele producirse. Evidentemente “¿A cuál te has tirado de clase?” sería ciencia ficción entre frikis. Lo suyo es profundizar en las técnicas más avanzadas, como en esta web

Es, pues, en este contexto, donde doy rienda suelta a una de mis aficiones más gilipóllicas: el elaborar listas en plan Top Ten. Son consecuencias de una infancia dominada por el innoble programa “Número Uno”: una lista de superventas donde un pederasta con bigote y una adolescente con sobrepeso y problemas de dicción tenían que explicar a su target juvenil por qué, por aquello de las ventas, los cinco primeros puestos eran ocupoados por Julio Iglesias, Isabel Pantoja, Cantores de Hispalis y… ¡Dos discos de María del Monte! Así que, cuando ahora veáis mi lista de las mejores masturbaciones jamás registradas para la posteridad, no os quejéis. Peores listas ha habido. Ladies and gentelmen, sáquense el cimborrio o busquen a Nemo. Con todos ustedes, los catorce mejores placeres solitarios de la historia. ¿Y por qué catorce? Porque catorce versos son soneto, catorce los partidos de la quiniela que acertó Jenaro el de los catorce, un dos tres catorce dice Bono y… ¡Jodeos hijos de puta! ¡Este es mi blog y no tengo por qué dar explicaciones! ¡Si no os gusta, leed a Jiménez Losantos, pajilleros!

14. Zara Whites en “La casa de los sueños”

El porno fino at his very best

De acuerdo, encontrar masturbaciones en el cine porno está tirado. Pero es una categoría que tiene que estar por cojones y por clítoris. Si difícil es elegir una, yo lo tengo bien claro: “La casa de los sueños” de Andrew Blake es la vencedora indiscutible. A lo largo de 90 estetizantes minutos contemplaremos a la señorita Zara Whites dándose vidilla allá abajo mientras, por encadenado, pasamos a sus múltiples ensoñaciones. En ellas folgará entre luces fosforescentes, Rocco Siffredi hará que dé de sí en una bella y putera mansión y tantas otras bellas aventuras. El recurso de la masturbación marca “era todo un sueño” puede estar algo manido y resultar facilón, pero la elegancia de Andrew Blake a la hora de captar las sutilezas de las que sólo una Zara Whites en plenitud de facultades era capaz, hace que la película posea una fluidez y unidad de discurso que nadie había logrado antes ni después. 

“Llorarás, reirás, te correrás. Two thumbs up!” es lo que debería figurar en la carátula de esta gran cinta. Alguien dirá que el mismo recurso se utilizó en “Las fantasías sexuales de Traci”. Y es verdad. Incluso se podría decir que Traci Lords se come a Zara con nata en spray. Y también sería cierto. Pero insisto: la película de Traci es una ponzoña donde la masturbación sólo sirve para que un pésimo montador rescate, de cualquier manera, escenas descatalogadas de otras pelis prohibidas de la señorita Lords. El resultado es patético: nunca se sabe qué señor se la está metiendo en cada momento. Además, la violencia con la que Traci procede hace que no sólo temblemos por la integridad de su clítoris sino que, además, la ensoñación no resulta posible ni creíble. Andrew Blake gana por goleada y Zara Whites pasa a la historia. 


13. Onán en “La Biblia”



La mejor forma de pasar a la posteridad

Like it or not, Onán es el primer gran pajero de la historia escrita y no incluirlo en esta lista es tremenda muestra de incultura. Para quien no lo supiere, existía una tradición judía – ilustrada con piezas de Lego aquí – que dice lo siguiente: si una mujer estuviere casada con un señor que muriere sin dejarle descendencia, ésta no debiere procurar progenie fuera del ámbito familiar que la acogiere en primer lugar. Así pues, la mujer debe casar con el hermano del difunto (¡¡cuñaaaaaao!!) y tener descendencia con éste. Al vástago resultante, debe ponerle el nombre del difunto. Si el cuñao se negare, la mujer lo abofeteare con una alpargata y el consejo de ancianos lo apedreare. Es una historia esta que me gusta contar a todas mis amigas con cuñaos ignominiosos. La señora de Paco Fox tiembla ante la perspectiva de folghar con su cuñao, y no puedo criticalla. 

El caso es que Onán tenía que tirarse a la mujer de su difunto hermano por el motivo ya relatado. Como no era un necio sabía que el retoño resultante sería considerado hijo de su hermano, con lo cual Onán perdería los derechos de primogenitura. Fue entonces cuando Onán tuvo aquel interés en eyacular fuera de su cuñá. Porque de esa manera quedaba él primogénito, en compló… En suma, Onán es de los militantes en que follar es como hacerse una paja sin manos, lo cual es una filosofía que alguno defiende. Huelga decirlo, Dios, que es el tío más sieso y con peor follá de este universo, se cargó a Onán instaurando la condena actual al pajillerismo. Craso error de los que no supieron interpretar la Biblia. Yahvé se cargó a Onán por no respetar la ley judía. Recordemos que los antiguos hebreos no tenían poder de abstracción, con lo cual tendría que haber una ley que prohibiese la masturbación específicamente. O el control de natalidad (los egipcios usaban intestinos de cordero como preservativo). Y no la había. Así pues, señor Mázinger 16, revise sus encíclicas y únase a los gloriosos protas de esta lista.

12. Torrente, el brazo tonto de la ley 

“¿Nos hacemos unas pajillas?”

La masturbación recíproca es algo más antiguo que Platón y Aristóteles. Es, sin duda, una de las bases del machismo de la cultura árabe, cuando los jóvenes se van al Hamam y dejan a los seres inferiores enclaustrados en casa. Pero, pese a quien pese, Santiago Segura logró apropiarse de este fenómeno cultural en una gran escena que logró repetir, con éxito, con Gabino Diego, y con la boca, en “Torrente 2: Misión en Marbella”. Esta frase permanecerá y, como prueba, una escena de “Un paso adelante” en la que el Paleto está con Beatriz Luengo, esperando a la salida de un hotel: “-¿Van a tardar mucho en salir? –Igual unas horas… – ¿Y qué hacemos hasta entonces? -¿Tú has visto Torrente? –No ¿por qué? –Por nada, por nada…”. Después de este film, dos hombres solos se lo pensarán dos veces antes de decir “¿Y qué hacemos ahora?”.

11. The Who “Pictures of Lily” 

“Lily ooohhhhh Lily”

Dentro del género musical, las referencias a los pecaminosos tocamientos son muchas. Incluso hay quien considera a artistas como Sade la banda sonora perfecta para machacársela. A bote pronto, uno piensa en la excelete copla “I Touch Myself” de Divynils como el no va más en su género. Pero, una vez más, voy a disentir. Era 1965 y una pandilla de sórdidos capitaneada por el espantoso Pete Townshend nos contó la historia de un chaval que no era capaz de dormirse por la noche. Su padre, bondadosamente, empapeló las paredes de su cuarto con fotos de una pin-up llamada Lily. Desde entonces, el chico durmió mejor. El problema vino cuando decidió que quería casarse con Lily y el padre le explicó que aquella pin-up de principios de siglo ya la había palmado. ¿Quién puede dar más en una coplilla de dos minutos? Pajillerismo adolescente malrollísticamente esponsorizado por el padre y, a la vez, falismo trágico mientras sigue con el “Lily ooohhhhh Lily” del estribillo. Y, en cuanto a calidad musical, pocas cosas se me ocurren mejor que los Who (autores posteriormente de “Mary Ann la de la mano temblorosa”) . Y no, los Beatles y los Rolling no pueden con ellos. Eso sí, como versos masturbatorios – no canción completa – es muy difícil superar ese inicio del Thick as a Brick de Jethro Tull en el cual se decía “Tu esperma está en las cañerías/ Tu amor en el lavabo”. 

10. Ricky Martin, la mermelada y “Canelo”

La mejor paja que jamás nunca se fiziera

Los frotamientos tienen su lugar de honor dentro del género de la leyenda urbana. Si la historia del “colega que se rompió el frenillo de la minga al ser sorprendido por su madre en el váter” es mítica, está claro que la presencia fantasma de Ricky Martin en el programa “Sorpresa Sorpresa”

es la indiscutible joya de la corona de este género. La falsedad de la historia está más que analizada en múltiples páginas web, pero eso a la gente le da igual. La fuerza metafórica de un Ricky Martin encerrado en un armario del que, a día de hoy, aún no ha salido es uno de los elementos que hacen que la gente quiera creer en esta historia. Después de todo, eruditos como los defensores de la teoría de supercuerdas, dicen que hay que creer en todas las teorías que resulten elegantes. Y qué habrá más elegante que la niña untándose el potorro con mermelada mientras le dice al perro “Ven, Canelo”. Y no, no es zoofilia. Los perros son animales gilipollas sin voluntad. Son sólo atrezzo, como quien se la machaca con una barra de pan o con una sandía, como Roberto Benigni en ‘Night on Earth’

9. Victoria Abril en “Átame”

Underwater love

El barriobajerismo de Victoria Abril puede echarnos tanto patrás como sus discos de bossa nova. O puede hacer gracia en momentos como “¿Quieres que te diga si alguna vez me he comido algún coñito? ¡Anda que no te queda a ti sopa que comer!”. Milites en el bando que milites, no cabe duda que, con la escena del submarinista en la bañera, Almodóvar hizo historia del cine. Este país, aún pacato y sin las leyes de ZP en aquella época, era capaz de convertir bizrrismos como “Átame” (ese final con el Duo Dinámico…) en taquillazos. El mundo es cascada de colores y, aquel día, Almodóvar se lo tomó bien en serio. Lo de la cascada y lo de los colores.

8. Godoy en “Las Majas de Goya” 

El primer porno español… ¡Y en el Prado!



En este triste país dominado por la Inquisición, hubo que esperar a que un aragonés genial consiguiese meterles tamaño gol con dos de los cuadros más famosos de la historia. Las majas son el primer desnudo español pintado porque sí. Sin justificación mitológica ni hostias. Una señora tumbada en actitud de publicidad de teléfono erótico. Si Graham Bell hubiese inventado el teléfono antes de la época de Goya, la Maja Desnuda tendría encima un cartelito tipo “Tus deseos se hacen realidad en este cuerpo”, no lo dudéis. Pero, como Graham tardó lo suyo, Goya tuvo que conformarse con ser el precursor de esos bolígrafos que, si los pones boca abajo, empelotan a una señorita o a un Manolón. Sí, lectores: los cuadros fueron un encargo de Godoy, que quería sofisticar sus pajillas a través de un ingenioso juego de poleas que hacía que el cuadro de la maja desnuda se superpusise al de la vestida. Sólo Godoy, el hombre más poderoso de España por aquel entonces pudo permitirse tal gol a la Inquisición. Desde aquel momento, la pintura española entró en su fase de madurez: adiós a la loa sistemática a Cristo o a la foto de estudio hortera de los nobles del momento. ¡Demos la bienvenida a los desnudos frontales! Me río de Larry Flint… ¡Larga vida a Don Francisco de Goya



7. Ex-aequo: American Pie/ Algo pasa con Mary




Las cumbres de la comedia palillera de los 90



Si hablamos de comedia adolescente, mi corazón está con los títulos ochenteros. “La revancha de los novatos” o “Porky’s” son títulos aún no superados y con una densidad de tetas por minuto que, en las nefandas décadas posteriores, ha decaído preocupantemente. El caso es que, por extraños motivos, esas películas carecen de momentos masturbatorios relevantes. Hay que esperar a los dos principales títulos de la comedia noventera para encontrar dos gallolas para la historia. “American Pie” es la demostración de cuál es la principal utilidad del clásico pastel americano. Tan concisa y eficaz fue la escena en la que el chavaluco judío mancillaba la idiosincrasia del postre, que vivo en el convencimiento de que muchos restaurantes rehicieron su carta a resultas de tal escena. Eso sí, la paja con Loctite de American Pie 2 me parece más graciosa aunque menos icónica. 

Por su parte, la escena de “Algo pasa con Mary” es, indudablemente, más profunda y completa. No sólo se centra en el turbador plano de Gaylo Follen menándosela, no. En primer lugar, la motivación es gloriosa: eyacular para liberar tensiones previas y, así, no decir gilipolleces en la cena. Se supone, claro está, que el pajero irá tan caliente que, pese a tener ya una edad, logrará recargar el rifle en un corto periodo de tiempo. En segundo lugar, la escena es bella porque enfrenta al pajero a las consecuencias de sus actos: el peinado subsiguiente de Cameron Díaz debería figurar entre las fotos que adornan cualquier peluquería. Será uno de mis primeros decretos-ley como dictador de todas las Españas. 


6. El Pirri en “Colegas”




Apoteosis de la paja proletaria

Si pensabais que darsus vidilla con el Clima era muy arrastrado, eso es que no habéis visto ese mítico momento palillero de “Colegas”. En una de esas habitaciones de barrio donde varios quinquis se ven forzados a sobar juntos, llega el momento en que varios se la pelan. Pirri, ese grande de España, le pide a José Luis Manzano el calcetín para poder limpiársela. Ante la vicisitud que esto le produce a este último, Pirri le replica, con esa gran voz del que está condenado a espicharla en un descampado, que no se queje, que ya tiene dónde meterla… Uno se queda sin palabras ante tal sinceridad y recuerda, una vez más, que las pajas son gratis. Y que si los ricos tienen “Historias de Filadelfia” y los pobres honrados “El ladrón de bicicletas”, los quinquis de España siempre tendrán un “Colegas” donde enarbolar sus pajillas y donde sufrir con la espantosa visión del potorro de Rosario Flores. Las droJas son muy malas…

5. Alvaro Vitali and co. en “Amarcord”

La paja de autor

Fellini demostró que hay algo más importante que ser un auteur reputado, idolatrado por Bergman y similares, y ganador de varios Oscar. Ese algo es… ser italiano. Y Federico nunca fue más italiano que en “Amarcord”. La peli, a su manera, tiene menos argumento que “Julieta de los espíritus” o puede ser más críptica que la por muchos vilipendiada “Ocho y medio”. Pero… qué más dará eso cuando “fogonazos de cine en estado puro” como la descomunal estanquera diciendo “¡No soples! ¡Chupa!” o el friki de psiquiátrico subido a una higuera grita durante horas “¡Quiero una mujer!” golpean tu retina. En momentos como esos, mandas a todo el cine clásico, empezando por Ford y Hawks al carallo. Por supuesto, de entre todo el rosario de sordideces italianas de “Amarcord” dos son momentos indiscutibles del onanismo. El primero lo protagoniza el señor cura cuando le dice a ese chavalillo italiano con cara de masturmán “¿Te tocas? Sabes que San Luis llora cuando te tocas. Claro que te tocas… No te vas a tocar con esos tentáculos”. Sólo con esa escena, Fellini hubiese entrado en esta lista. Pero hay más: contar con Alvaro Vitali, ese Jaimito, en tu peli, sólo te puede predestinar a la grandeza. Y eso es lo que obtiene Federico cuando mete a todos los chavales del pueblo en un coche y les hace repartirse sus objetos de deseo “¡La Gradisca! ¡Qué dices, la Gradisca es para mi!”. Una vez llegados al pacto, todos comienzan una bella masturbación al unísono que hace que el coche en el que se hallan tiemble rítmicamente. Eso, niños y niñas, es la magia del cine.

4. Charlotte Alexandra en “Une Vraie Jeune Fille” 

Lo que piensan las mujeres

Hasta ahora hemos visto cómo un hombre fantasea con la masturbación femenina. Ahora, le toca el turno a una mujer (en este caso, Catherine Breillat) el decirnos cómo realmente se masturba, qué siente, qué piensa “una verdadera chica joven”. Las mujeres que yo conozco que han contemplado esto habrán pensado que la educación católica española las habrá convertido en bichos raros, porque si lo que hace nuestra “verdadera chica joven” es lo normal… entonces es que la “normalidad” cuesta, y en esta peli la vais a empezar a pagar… ¡Con sudor! Lo primero, ya os la estáis bajando de la mula. ¿Lo habéis hecho? Bien, ahora va una somera explicación. Nuestra prota se encamina a pasar un aburrido verano en la casa pueblerina de sus tíos. “¡Ah!” diréis “Entonces, en el campo, venciendo la represión de sus familiares, ella es capaz de descubrir su sexualidad, ayudada por quienes le rodean y, a la vez, posar de forma que podamos verla bien ¿no?”. Amigos míos, habéis visto demasiado “Erotísimo” en Tele 5. Nadie reprime a esta chiquilla. Simplemente, se aburre, y empieza a pensar y pasear y hacer cosas por ahí. Por ejemplo: pasea por la playa y el corral de las gallinas con las bragas a ras de suelo. Va a pajearse a la vía del tren para solaz de los viajeros que por allí pasaban. Se mete la cucharilla del postre por el coño mientras está con sus tíos en la mesa. Después, se durante cinco minutos una actuación de Johny Halliday para, a continuación, 

mientras se ve las tetas en el espejo, tener un flashback de su época en el internado. En este flashback, ella se levanta para ir a mear por la noche. Una compañera la sigue. Quiere entrar al váter donde Martine, nuestra heroína, se ha encerrado. Martine enciende un pitillo y no abre la puesta. Plano detalle de su coño emitiendo una meada. La compañera, fuera, araña la puerta y dice “Martine, q’est ce-que tu fais?”. Plano del coño de Martine meando. “Martine, q’est ce-que tu fais?”. Martine fuma, su coño mea. “Martine, q’est ce-que tu fais?”. Su coño vuelve a mear. “Martine, q’est ce-que tu fais?” Ahora es la compañera la que mea desde fuera. El meo entra dentro del váter por la rendija de la puerta. Martine, indolentemente, con su pie desnudo, pinta en el suelo un corazón usando la mezcla del meo y del barro. Sublime. Un amigo al que se la pues, al minuto seis de esta escena empezaba a gritar “Martine, q’est ce-que tu fais?” desesperado. La verdad es que, a lo argo de esta hora y media de masturbación física y moral, sólo se puede gritar “Martine, q’est ce-que tu fais?” a esa chiquilla. 

Esta peli la vi en el cine más cultureta de París, el Sant André del Arts. Se estrenaba después de más de veinte años de censura. Los gafapastas allí presentes tardaron mucho en calentarse pero, llegado un punto, todo era un clamor. Martine era jaleada, encomiada y apoyado, como no podía ser de otra forma. Años después, jalop, otro fans de la peli, me regaló la novela homónima también escrita por Catherine Breillat: “Creo que debería poner semen en la tisana que hay en mi mesita de noche”. Esas son las cosas que piensa una auténtica chica joven. Y estamos agradecidos a Catherine por descubrírnoslo.


3. Concha Velasco en “Más allá del jardín”

Ah, las pesadillas…

Pedro Olea es un cabrón. Cuando todo el mundo le llamaba rancio y académico se sacó de la manga la película que demostraba que “la chica de la Cruz Roja” favorita de muchos españoles no era la aorgásmica que parecía.

Que el maricón de Antonio Gala escribe para satisfacer las fantasías marujiles todos lo sabemos. Que no llegará a la altura de Corín Tellado así se reencarne mil veces, también. Pero, amigo de la Voz de Vigo, Pedro Olea se atrevió con una novela ignominiosa sólo por regalarnos ese momento de intimidad en el que Concha se abandona a sus instintos y comienza a acariciarse la entrepierna. ¡Concha Velasco! ¡Olea, hijo de puta, te puedo denunciar por daños psicológicos irreversibles! Ni Berlanga en París Tombuctú pudo hacer algo tan sórdido. Y eso que lo intentó: aquí está la prueba.

2. Estefanía de Mónaco en su piscina 

La princesa está triste… ¿Qué tendrá la princesa?

Si en este blog afirmamos que los 90 pertenecen a Caro Dado, está claro que los 80 son de Estefanía de Mónaco. Cuando esa mujer se lió con Mario Olivier, yo descubrí lo que era un macarra de playa. Cuando cantó “Ouragan” – ¡bájatela, indocumentado! – entendí la grandeza musical y, cuando se pajeó tan espectacularmente en su piscina, entendí a Rubén Darío. Estefanía está indolentemente echándose su pitillo, mudo el teclado de su clave sonoro. De repente, se aventura por allá abajo, se retuerce y comienza a llorar. ¿Qué tendrá la princesa? ¿Añoranzas? ¿Son sus orgasmos dolorosos? Hijos míos, este es el carácter enigmático del gran arte. ¿De qué se ríe la Gioconda? ¿Por qué llora Estefanía? Podríais mirar aquellas fotos durante años y no descubrirlo jamás. Pero no os importa verlas, ¿Verdad, guarros? Sórdidos, que sois unos sórdidos…

1. Kim Bassinger en “Nueve semanas y media”

Gracias a usted…

Sólo por esa iluminación que Adrian Lyne supo conferir a la escena de la masturbación de Kim Bassinger mientras ésta ve diapositivas en este clásico del cine erótico de los 80, esta escena merece la medalla de oro. Pero hay mucho más. Aún, a día de hoy, marujones americanos detienen a Kim por la calle y, casi con lágrimas en los ojos, le dicen “Muchas gracias, señora. Gracias a usted aprendí a masturbarme”. Un nuevo mundo de placeres se abrió ante el reprimido colectivo Marujo norteamericano, y pocas cosas pueden producir más orgullo que eso. “Yo logré que los críticos hablen del ‘Ulysses’ durante trescientos años” ¿Y eso es como para sentirse orgulloso, Joyce, mamón? 

Kim ha sido una benefctora de la humanidad, tanto para mujeres como para hombres, y por eso se merece el honor de la medalla de oro. Feck, cada uno se la daríamos al que nos descubrió el hecho – y yo al niño que me enseñó a limpiarme el culo – pero Kim es la que pasó a la posteridad inmortalizada por Adrian Lyne. 



Hala, a cascársela. 

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