Abigarrando Madrid: homenaje a Tony Encinas y Kazuichi Enomoto

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Si, al tomarte unas tapillas por el Madrid más sórdido y sabroso, de repente te invade una profunda vicisitud al ver ese arte mural que decora tanto las vidrieras como las paredes de un grumoso local, no lo dudes: acabas de toparte con la obra del superlativo Tony Encinas.

A muchos les gustaría pensar que el ser humano nace con una innata discapacidad artística y pésimo gusto estético. Craso error. Eso es lo que le dicen a la gentuza que, en «carreras» como arquitectura, por ejemplo, está deseosa por recibir un lavado de cerebro que les haga sentirse seres superiores. Pues no sólo no son superiores sino que, además, tienen que enfrentarse al hecho de que, si la capital de España no encaja en sus cánones estéticos, la culpa no es del alcalde ni del populacho poco instruido. No, señores, Madrid es como es porque así lo ha querido y así lo ha logrado the one and only Tony Encinas.

¿Os fascinan estas fotos? Cualquiera que pasee por Madrid reconocerá esos dos picos que sobresalen por los laterales de sus letras mayúsculas. Sí, cualquiera puede enumerar un mínimo de cuatro bares donde el talento de Tony es patente y manifiesto. Pero sólo espíritus sensibles como el de mi Primo Porno pueden ser lo suficientemente atentos para darse cuenta de que… ¡este hombre firmaba sus obras! Claro, mi Primo no se quedaba en el rótulo de “Bocata de calamares 150 pts.”, no. Aventurándose hasta el último ítem de la carta de precios pintada en la vidriera o la pared, podía ver, bajo «Croquetas de jamón (ración) 125 ptas.» ¡la firma de Tony Encinas! Desde que el Maestro Mateo se retrató en el Pórtico de la Gloria, ningún otro artista se había atrevido a tanto. Ni corto ni perezoso, mi Primo comenzó una denodada investigación fotográfica por Madrid que le llevó a descubrir innúmeras obras de Tony (expuestas ahora en este blog). Mientras realizaba una de esas fotografías, un camarero casposo y extrañado, comentó, haciéndose el interesante “Pues yo conozco a Tony Encinas…”, pero su aspecto chungo en demasía hizo que mi Primo no quisiese saber más.

Una noche, estando con lanavajaenelojo, mi Primo y su Santa, decidimos, en pleno arrebato de sordidez, ir a cenar al Pepita: la opción más barata y arrastrada de toda Malasaña. Al entrar en ese crossover taberna-de-viejos-de-toda-la-vida-meets-antro-calimochero-para-juventud-cutronga, de pronto, la cara de mi Primo se iluminó: «¡Todas las paredes y el techo de esta sala están pintados por Tony Encinas! ¡Este sitio es su Capilla Sextina! Mira, esa es su firma”. Y, de esa manera y modo, descubrí un nuevo personaje al que idolatrar.

La noche continuó por el camino del surrealismo. Después del Pepita, decidimos cambiar radicalmente de onda e ir al Oui, lo más cool de la zona. Por el camino, en la Corredera Baja de San Pablo, nos encontramos con toda la calle cubierta de cartas escritas en japonés. Fascinados por la aplicada escritura, nos pusimos a recogerlas. Iban destinadas a un tal Kazuichi Enomoto. Un acompañante guiri del Primo, llamó a un piso desde donde parecía que habían arrojado las cartas. Cuatro orientales bajaron y el guiri, sin inmutarse, les preguntó si se les habían caído las cartas. Con turbación y alguna media sonrisa, éstos respondieron que no. Con presteza, empezamos a buscar alguna carta escrita en español para saber algo más de la vida de Enomoto. Cuando por fin dimos con una, una mujer le comentaba que había tardado en escribrile porque se había muerto su madre. Vaya. Afortunadamente, todo se arreglaba cuando, más adelante, ella le comentaba que todos sus amigo recordaban al bueno de Kazuichi y que, en todas sus reuniones sociales, juntaban sus manos para gritar «¡Enomotoooooooo!”.

Por si alguno de vosotros es japonés, aquí quedan colgadas un par de cartas para que me las traduzcáis. Puede que, pese a la belleza del papel y de la escritura, sólo estén comentando “Pues el jamón en el Día ha subido unos cuatro céntimos». Claro que otra opción también es posible: si sois de los que no creéis en las coincidencias, algo tuvo que significar el descubrimiento simultáneo de Enomoto y Tony Encinas en ese noche tan freak. ¿Y si son la misma persona? Me imagino a Jesús Quintero preguntándole a Tony Encinas “¿Usted ha estado alguna vez en Japón?” mientras el humo del cigarrillo se dashace lentamente ante un incómodo silencio de nuestro artista mural favorito.

Nota final: muchos de los frescos de Tony perecerán ante inminentes reformas que todos los antiguos inmuebles de Madrid se verán obligados a efectuar. O ante esos mamones del grafiti que se creen superiores a la mierda, vaya usted a saber por qué. Es por ello por lo que recomendamos peregrinaciones al barrio de Huertas, al Pepita, al sórdido Gran Macetero de cerveza de Moncloa… Dadle un último adiós a la obra de Tony enfrentada a un futuro lleno de kebabs, graffitis, arquitectos y demás calaña y gente de mal vivir. Ojalá que sus imitadores, ese inconsciente colectivo madrileño, sepa mantener su legado para nuestros nietos.

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