Pussy-Rock

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Recogiendo el testigo del magnífico artículo de jalop sobre pussy-pop, paso a intentar cumplir una reivindicación de lanavajaenelojo: definir un nuevo género musical, el pussy rock.

En esta sociedad patriarcal en que vivimos, el acceso de la mujer al rock sigue siendo muy restringido, por eso el hecho de ver a una señora cantando cual Robert Plant nos parece un acto feminista, positivo y reivindicativo; mientras que oír a Robert Plant diciendo “baby, te voy a dar cada centímetro de mi amor” provoca vicisitud. En consecuencia, la definición de un pussy rock válido pasa por que la mujer proyecte su sexualidad de una forma igual de incómoda y agresiva que el cock-rocker. No llega con que una hembra toque rock, y menos aún si el grupo consiste en un marujón con sus dos hijas como en caso de Sherock (vése foto). Cierto, que una mujer pase de ser el objeto del deseo a demostrar que tiene iniciativa, por sórdida que ésta sea, siempre es una (gozosa) provocación a la basura de cultura cristiana en que vivimos (“no desearás a la mujer de tu prójimo”, claro, la mujer sólo es una puta que provoca con su olor, pero es incapaz de poder desear al marido ajeno). Por eso, una buena pussy-rocker siempre será considerada más políticamente correcta que un cock-rocker, aunque lo que pretendan es hacer lo mismo cambiando el género de la palabra “baby”.

Años 70: Inicios del Pussy Rock.
La primera, tímida y proto-pussy-rocker es Suzi Quatro. No componía sus canciones y, pasado el furor de sus éxitos iniciales como la excelente ‘Can the Can’ se desdibujó. Su relevancia radica en que demostró que una mujer chiquitilla podía coger un bajo, enfundarse en un ceñido traje de cuero y gritar sus coplas con la misma chulería y “marcacoñerío” que un Paul Rodgers de la vida. No es poco.

Pero lo mejor estaba por llegar. En torno a 1975 se forman dos grupos clave para dar forma al pussy-rock: The Runaways y Heart.

The Runaways: Jóvenes, salvajes y sin sujetador


Cuenta la leyenda que un avispado productor musical vio, en el exterior de una discoteca, a unas chiquillas fumando, empastillándose, potando y tirándose a alguno en un coche y decidió que un grupo formado íntegramente por mujeres macarras sería una gran idea. Y así nacieron The Runaways. Éste video sirve para darse cuenta de la revolución que estas niñas, en su momento, provocaron.

Ver en 1975 a un grupo de tías que parecían unas delincuentes juveniles bolleras con tres kilos de maquillaje y las tetas embutidas en tops de poliéster que aún tendrían restos del bourbon y la farlopa de la noche anterior fue un shock brutal. Sus letras decían joyas como ‘Parezco la vecinita de al lado/ Soy la zorra que estabas esperando/ Hola papá, hola mamá, soy vuestra bomba de cereza/ Hola, mundo soy tu niña salvaje/ Soy tu bomba de cereza’. Su carácter pussy-róckico es indiscutible si tenemos en cuenta que sus héroes musicales del momento incluían a Gene Simmons, Robert Plant y Paul Rodgers. Hasta entre sus primeras demos se encuentra una versión del ‘All Right Now’ de Free, lo cual demuestra que la palabra ‘baby’ es tan fácilmente cambiable de género como lo es el marcar paquete. Robert Plant y Ritchie Blackmore llegaron a ser groupies de las Runaways, habiendo suma jovialidad entre ellos y las muchachuelas tras los conciertos. Por favor, no me vengáis ahora con lo del falo agresor: cuando se folga con alegría, lo pasan bien las dos partes, sin entrar en debates sobre si fue Donna Kirkpatrick la que se tiró a Plant o viceversa. El sexo es alegría sin teoría: si no entiendes esto no entenderás ni el cock rock ni el pussy rock. Ni el rock, joer.

Tras su disolución, de alguna de ellas no se supo nada, aunque sus admiradores deseamos que no vivan con varios críos en un apartamento de mierda, sino que conduzcan borrachas por Las Vegas mientras un novio que tenga la mitad de su edad les haga una bajadita al pilón. Pero, ojo, hubo dos miembras de The Runaways con una interesante carrera en solitario.

La primera de ellas era la guitarrista, Lita Ford, que se reconvirtió, a golpe de cardado, en una competentísima guitar-hero del metal. Con una mano se cuentan las acróbatas del mástil, y Lita Ford, claro, no podía seguir el camino trillado. Algunos consideran su look metálico como una reivindicación feminista, otros creen que sólo da carnaza a los adolescentes metaleiros que desean ver su fantasía de chica-objeto-salvaje à la Barbarian. Ahí queda el debate, pero su valentía, y esta foto, merecen nuestro aplauso.

La otra señorita de The Runaways que sí que arrasó en solitario fue Joan Jett. Sí, la de ‘I love Rock’n’Roll’. Su filopunkismo, amistad con los Sex Pistols y oído para las buenas melodías le depararon tanto éxito comercial como crítico. Es por ello – por el éxito de crítica – por lo que mi corazón estará más con el cardado y la incomprensión metálica de Lita Ford. Al fin y al cabo, los críticos son todos gentuza y gafapastas que no merecen su consideración dentro del género humano (salvo los de SuperPop y su hermana metálica Heavy Rock, que jamás dirían polleces como que Massive Attack no son un coñazo). Volviendo a Joan Jett, pues eso, que es uno de los pilares básicos del pussy rock, aunque su “respetabilidad” nos huela mal. Por lo menos, su look tiorro es un buen contrapunto especular del look femenino de grandes cockrockers como David Lee Roth.

Heart: del hippismo feminista al cardado dominatrix (uséase, las mejores)

Lo primero, debo decir que, erótica y musicalmente, no conozco mejor combinación que Ann Wilson (cantante de Heart) en sus años mozos. Así que quien ose decir algo malo de esta mujer – aunque luego, avanzados los ochenta tuviese problemas de obesidad que derivaron en una operación de reducción de estómago – se expone a mi ira divina. A Ann Wilson sólo se le puede reverenciar y, si aún no has oído el primer disco de Heart, ‘Dreamboat Annie’, ni te estás planteando bajártelo de la mula ahora mismo, entonces eres un pedazo de excremento humano. ¡Fuera de este blog! ¿Ah, que ya lo estás bajando? Así me gusta, no te arrepentirás.

Tampoco se arrepintieron los millones de personas que, en 1976, descubrieron con ese disco que una señora podía cantar como Robert Plant sin mayor esfuerzo. Mejor aún que Robert Plant, leñe. Y más guapa. La revolución de Heart fue la de ser “unos Led Zeppelin con faldas”. Al lorito, que estamos derribando uno de los pilares del cock-rock. Y cómo. Donde The Runaways carecían de cierta finura musical, Heart era un grupazo de hard rock capaz de himnos como Magic Man, donde relataban sin tapujos el placer erótico que sentían aprovechándose de un señor (‘Es un hombre mágico, mamá/ Tiene manos mágicas’). A la par, eran capaces de impresionantes baladas como ‘Dog and Butterfly’ donde un lado romántico más femenino marcaba las diferencias. Quizás ese matiz hippy aleje a Heart de la mayor sordidez pussy-rockica de The Runaways pero, ojo, las hermanas Wilson (sí, Ann tenía una hermana llamada Nancy que tocaba la guitarra) aún guardaban un cartucho que hace que podamos ser megafans de ellas como mujeres y como sórdidas: su reconversión en los años 80.

Y es que, después de sus explosivos primeros discos, Heart entró en un imparable declive comercial. Se imponían medidas drásticas, y éstas llegaron en 1985 con el discazo ‘Heart’. Del jipismo pasamos a los cardados más desmesurados imaginables y al número 1 de la copla ‘These Dreams’. Las hermanas Wilson eran la mayor oda a las hombreras, los corsés que más marcasen tetas y Nancy, que vagó por los 70 con un desafortundo look tiorro, se reconvirtió en una erótica tronca cuasi-heavy capaz de las más procaces poses con el mástil de su guitarra. Jimmy Page enrojecería, como también lo hizo el cenutrio sureño de ZZ Top cuando se le ocurrió decirle “Tocas bien la guitarra, para ser una chica”. Nancy, muy de Seattle ella, le respondió “Tú también tocas bien, para se un chimpacé”.
Últimos coletazos de los 70
Huelga decir que Heart y The Runaways abrieron una vía para muchas pussy-rockers que no vamos a citar en su integridad, pero sí reseñar alguna de ellas.

En primer lugar, viene a nuestra mente la hipersexualidad de Tina Turner, capaz de realizar desagradables sonidos de succión salivar en medio de algunas de sus coplillas setenteras. Lo que ocurre es que, la sumisión al pérfido Ike hace que la consideremos más como una víctima de malos tratos que como una legítima pussy rocker en posesión del control de su feminidad. Su emancipación se produjo en unos tardíos 80 y lo hizo realizando un pop adulto poco pussy-rockico. A pesar de todo, te queremos Tina. Y que venga Ike, que lo inflamos a hostias.

Bonnnie Tyler, en su carácter de “reverso femenino” de Meat Loaf no sabemos si englobarla en el erotismo festivo o en el freak show, pero su voz, a día de hoy, sigue acojonando más que la de vuestras madres cuando realmente se cabrean con vosotros.

Dentro de la variante arena-rock, tenemos a Pat Benatar. Todos la conoceréis por canciones más en una onda new wave como ‘Love is a Battlefield’ o ‘We Belong’. Pero cuando la amiga Pat quería gritar, no dudaba en echarse la mano al coño y hacer que temblasen los estadios. Una recomendación personal: escuchad su escalofriante canción sobre pederastia titulada ‘Hell is for Children’ y os haréis una buena idea acerca de la gran pussy rocker que Pat pudo haber sido y no fue.

El cambio de década: el punk-rock

¿Aceptamos la variante punk en el pussy rock? No queda más remedio. Es un hecho consumado que el papel de la mujer en el rock se sigue circunscribiendo al puesto de cantante, existiendo bastante poca pericia instrumental en comparación con el género masculino (Lita Ford o Nancy Wilson son la excepción, recordemos). Es por ello por lo que el punk se convierte en un vehículo muy adecuado para rockear sin mayores requisitos: al fin y al cabo, el prepunkismo de The Runaways era manifiesto, y ya vemos cómo evolucionó la carrera de Joan Jett. Dentro del propio periodo punk dos son las señoras que brillan con luz propia.

Wendy O. Williams: akan de morl

Ríanse de Sid Vicious, lo de Wendy O. Williams, líder de The Plasmatics no tiene parangón. Eran una banda ignominiosa, en la que Wendy cantaba en pelota picada tapándose sólo con cinta aislante negra o rociándose sus vergüenzas con crema. A mitad de concierto, disparaba sobre el público con balas de fogueo, incendiaba coches en el escenario y destrozaba un maniquí lleno de sangre con su motosierra mientras el guitarrista se golpeaba su cabeza con la guitarra hasta lograr hacerse importantes heridas. Wendy era frecuentemente detenida por indecencia, pero eso no le impidió seguir realizando shows sexuales en vivo, rodar pelis porno y lograr que se le prohibiese actuar en Inglaterra. De entre su lamentable legado discográfico se debería destacar su EP grabado con el gran Lemmy de Motorhead (su chorbo por aquel entonces) y su LP WOW, producido por Gene Simmons y donde tocan todos los miembros de Kiss. ¿Alguien dudaba del pussyrockismo de esta gran señora? A los 48 años, Wendy se suicidó y el planeta Tierra se convirtió en un lugar un poco más mediocre. Por cierto, lo mejor que tenía esta mujer es que, si su baby se quería tatuar sus iniciales, ya sabía que lo tendría que hacer en las nalgas.

Deborah Harry: ¿A máis ghrande playmate?

Jerry Bruckheimer, con su escena de strip-tease en el ‘Bar Coyote’ a ritmo del ‘One Way or Another’ de Blondie, nos demostró que el poderío y la actitud de Debbie Harry, constantemente colocada y desaliñadamente semiempelotada en directo, se merecen un lugar de honor en nuestro particular olimpo.

Debbie fue conejita playboy entre muchos otros trabajos que le permitían mantener al drogadicto de su novio. El nombre Blondie (rubita) lo sacó de la frase que le gritaban muchos camioneros “¡Hey, rubita, ven a aquí a hacerme un pajote!”. Me parece una actitud. La maravillosa voz de Debbie es una cumbre del guarrismo que sólo puede merecer una reverencia religiosa. ¡A bajarse todos de la mula el ‘Paralel Lines’! ¡Indocumentados!

Las Vulpess: Spain is Different

1983 era algo tarde para el punk, pero el Madrid de la movida se guardaba un as en la manga con el que, por una vez, desde España pudimos mirar a Europa sin complejos de inferioridad. Se trataba de la mítica actuación de Las Vulpess en TVE.

Eso sí que son los minutos de fama Warholiana. En este link podéis ver el monumental cristo que se montó entre un sector de españoles que no encajaban bien el libertinaje al que el PSOE estaba conduciendo el país. Como diría Encarna Sánchez “Los socialistas confunden el progresismo con la chabacanería… ¡Y la desvergüenza!”.

El Post-punk: Riot Grrrl

Pasan las décadas y el neopunk sigue teniendo el mismo tufillo misógino que el punk original. Así que, inspirado por Suzi Quatro y The Runaways, surge el movimiento Riot Grrrl. Básicamente, todo es mucha conciencia feminista y abordar muy seriamente el abuso sexual, la imposición de una imagen, la homosexualidad… Sus grupos más relevantes fueron Bikini Kill y Bratmobile, y su personaje más distinguible la cantante Kathleen Hanna. Personalmente, me parece que esta chica es feílla y viste fatal: rebelarse contra la estética no tiene por qué merecer el mismo aplauso que el cardado de Ann Wilson. Que Franco también era un rebelde, hombre. Su único momento de jovialidad a ser apoyado es cuando ella – y otras – se escribían lindezas como SLUT (puta) por el cuerpo, a modo de provocación hacia la clásica mentalidad machista, pero poco más. Y es que la excesiva militancia política, además de carente de humor, no me parece adecuada para el cock-rock o el pussy-rock. Lo siento, no me da amor el Riot Grrrl. Denunciadme.

Los años 80: ¡¡¡¡El Metaaaaaaaaal!!!!

Muñequita de cuero/ Ahh, cómo me pones el siruelo/ Me pones a cien/ Cuando chupas tu poster de Dave Mustein/ Pero qué buena estás nena/ Qué cartucheras/ Hija de puuuuuuuuuuta” cantaban unos inspirados Gigatron. Desde la era de Judas Priest, esta “muñequita de cuero” es la imagen que, en el heavy, se suele tener de la mujer. Pero, excepcionalmente, surgen personajes especiales – como Lita Ford – que se ganan, a berrido limpio, la categoría de “tronca” y, con ella, la admiración y el respeto de toda la comunidad metálica. Por ejemplo, una moza como Alannah Myles (la de la foto) fue vilipendiada por el colectivo jebi, que sólo la consideraba una posturitas más pendiente de sus poses de guapita ñoña que de sentir fluir por sus venas el poder del metal. Que te den, Alannah, el olimpo de las troncas lo han conquistado, por méritos propios, estas grandes señoras que ahora glosamos.

Doro Pesch: la más pequeña pero la más mujer (¡¡¡y sin cardado!!!)

Ni el rollo glam-rock de Joan Jett, ni el rollo 60s-girl-band de Blondie, ni el Hair-Metal apastelado de los yankis. En plenos 80, Doro Pesch irrumpió en el power metal alemán y demostró que una tronca con el coño bien ceñido en sus pantalones de cuero era capaz de cantar coplillas sobre dragones y mazmorras con la misma convicción que un Ronnie James Dio. Cuando sonaron las primeras notas del ‘All We Are’ de su banda Warlock, todos caímos postrados a sus pies. Y, vale, en nuestro corazón de jebis adoradores vergonzantes del cardado, sabíamos que C.C. Catch era más guapa que Doro, o que, siendo igual de bajita, Samantha Fox era mucho más apta para… para eso. Pero, leñe, de Doro se habla con el mismo respeto que de una madre. Ved esta foto de la Pesch con Dave Mustaine: no es la muñequita de cuero que “chupa el poster de Dave”, sino que ese peso pesado del thrash metal la eleva del suelo hacia las alturas a las que pertenece, cual virgen de Murillo. Doro, forever, será la tronca por antonomasia.

Girlschool: Maiden con tacones

1980: de la nada surgen miles de bandas de heavy británico, especialmente Iron Maiden y Saxon. En medio de ese campo de nabos, Girlschool le echaron un par de ovarios para triunfar con la copla ‘Demoliton Boys’ donde, oh sorpresa, aparecería en las letras del heavy el concepto de hombre-objeto por vez primera (de la filogay “London Leatherboys” de los alemanes Accept prefiero no hablar). La actitud de estas chorbas les hizo ganarse el fanatismo de sus compañeros de generación a resultas de lo cual grabaron el mítico single “Please Don’t Touch” con el gran Lemmy. La forma de cantar de Kelly Johnson es lo más barriobajero y macarra que jamás nadie podrá echarse a la cara. Al mancebo que esta mujer se llevare a su catre de arrabal puede quedarle la certidumbre de que no habría “más que un peta entre los dos”.

Los mejores cardados del metal ochenteiro: Vixen y Phantom Blue

La superioridad de la mujer sobre el hombre se manifiesta en muchos aspectos de la vida. Pero, en este blog, al que más atención prestamos es al cardado. Y es que, a la que las Vixen tomaron los ochenta por asalto, la belleza de su estilismo capilar pondría amarillo de envidia al mismísmo David Coverdale. Al igual que Girlschool, eran todas tías, pero ninguna tronca. Claro, eran americanas y eso, en los 80, significaba sonar como Bon Jovi, cosa que hicieron sin menor problema y (casi) con el mismo éxito.

Phantom Blue, quienes probablemente irían a la misma peluquería (mataría por oirlas hablar de punteos con las Vixen mientras una nube de laca flotaba sobre sus cabezas) no tuvieron el mismo grado de éxito, pero citar a este grupo me permite poner una foto de sus cardados, lo cual es motivo suficiente para que se ganen mi admiración.

Por supuesto, con la llegada del grunge, los grupos de laca-metal (como Warbride, en la foto) desaparecieron del panorama. Pero, pasada esa moda, el afán de las pussy-rockers por expresar su visión del mundo según su entrepierna y a través del poder del metal no desapareció. EL METAL NUNCA MORIRÁ. Me cago en la putaaaa…

El metal contemporáneo: menos laca, menos melodía, más troncas

Paradójicamente, aunque la voz femenina es la que mejor se adapta a los excesos vocales del metal, en esta época nefanda en que vivimos, las nuevas troncas se han apuntado a sonar como un retrete deathmetaleiro, lo cual también tiene su gracia.
Destacaría a grupos como Kittie, Arch Enemy, Otep, My Ruin o Astarte (éstas últimas no son famosas, pero es que su estética de fantasía épica me puede: nunca serán como Doro pero da su amor ver a alguien fracasar tan estrepitosamente en el intento).

El reducto femenino más importante, empero, en el metal contemporáneo, es el de todos estos grupos góticos con cantante femenina que salieron a la luz pública a raíz del éxito de Evanescence. Si bien esta banda no me gusta y su cantante me parece excesivamente lánguida y anoréxica para ser una buena pussy-rocker, sí que hay otras bandas como Nightwish o The Gathering que merecen más atención.

Quien sí que merece toda la atención es la italiana Cristina Scabbia, de Lacuna Coil. Su técnica vocal es un cruce entre Ann Wilson, Stevie Nicks y Bruce Dickinson, uséase que es la mejor. Y no sólo lo pienso yo, sino también Franco Battiato. Pese a tener una mayor sofisticación que Doro, ha logrado el respeto de los fans, que no osan enseñarle el miembro en directo. Bueno, uno sí lo hizo una vez, pero Cristina se desovarizó de tal forma que ese pobre fistro no se quitará la vergüenza el resto de sus días. Más aún, ser elegida “Hottest Chick of Metal”, en vez de escandalizarle por la caspa – como haría una Kathleen Hanna de la vida – le hizo entender que es lógico que una revista venda más por una portada tan inusual que poniendo la foto de un gincho borracho. “No me he operado las tetas, ni soy alta y delgada como una modelo; pero no le veo sentido a vestirme como un tío o disimular que pueda estar buena. Es agradable ser un objeto de deseo”. Bien dicho, Cristina, ese es el espíritu de una buena pussy-rocker y, además, debo añadir que el reportaje fotográfico que, en su día realizó la revista Metal Hammer, de herself y Angela Gossow, de Arch Enemy me parece el más bello ejemplo de Metal-meets-SuperPop-meets-Hola. El momento en que se llevan a ambas de compras para ver qué prendas elige cada una mientras hablan de heavy metal me parece algo que Cosmopolitan TV sólo podría soñar.

Los 90: en el grunge también puedes marcar shosho
El gran problema de los 90 es que fueron una década políticamente correcta. Esto es, caldo de cultivo para cosas tan aburridas como el Riot-Grrrl. De pronto, todas quisieron ser como Patti Smith: rocker, pero no pussy (¿Os imagináis a David Coverdale recitando sus pretenciosidades?). Así que hubo que aguantar subproductos “serios y respetables” como su mala imitadora PJ Harvey.

Pero hasta en los 90 hubo lugar para que, en el corazón del grunge, surgiesen bellos comportamientos pussy-róckicos: esos que producen sonrojo en hombres y mujeres y que, al igual que la salida de teta de Sabrina, difícilmente podrán ser incluidos como ejemplos a seguir en el manual de conducta para la buena feminista. Cosas como cuando la cantante de Never the Bride dice en un concierto al que asistí “Al que compre todos los cds del grupo, luego le dejo hacerme una bajadita al pilón en el camerino”. Cuando salía de la sala, vi a un friki gafotas con cara de pajllero contumaz sostener los 3 cds del grupo en sus delgadas manos. No quise saber más.

L7: ¡no, a mí no me lo tires!

Era yo un mozo vigués que, recién llegado a los Madriles, podría padecer un poco el “síndrome Paco Martínez Soria”. Bueno, pues lo que pudiera quedarme de pueblerino lo perdí cuando vi, en mi primer concierto en la capital, a las L7. ¡Qué troncas! Ver cómo se desprendían de sus chupas vaqueras para marcar pezonada ante el delirio del público y, a la vez, ser perfectas dueñas de la situación, me demostró que el mundo era un lugar mejor. Semanas después, cuando contemplé su aparición en el film del inconmensurable John WatersLos Asesinatos de Mamá’ marcando labios vaginales me quedó meridianamente claro que L7 fue una de las mejores cosas que los 90 ofrecieron al mundo.

No puedo despedir a L7 sin recordar su mayor momento pussy-róckico. Estuviera la cantante Donita Sparks incómoda mientras deshilachaba su vaquero en el escenario y, en una de éstas, se equivocó de hilo y, mira tú, se sacó el támpax en pleno concierto. Tras unas milésimas de turbación, decidió que el código de honor del rock’n’roll le obligaba a arrojar su tampón al público, cosa que hizo sin vacilar. Algún cultureta proclamaba que era un gran acto reivindicativo de su feminidad no aceptada por la cultura patriarcal. Personalmente, creo que hasta Sammy Hagar la miraría con admiración. Ningún cock-rocker, en su campo, ha hecho algo tan grande y sórdido.

Courtney Love: que se joda Kurt
Si Nirvana son la tristeza seguida del suicidio, todos debemos estar agradecidos a Courtney de que acabase con ese muermo de señor. Al fin y al cabo, desaparece una banda y surgen dos mejores: el salto a la megafama de Hole y de Foo Fighters.

La oda a la vergüenza ajena y la vicisitud que constituyen todas las apariciones públicas de la señora Love, a la par que sus esfuerzos por lograr una estética cutrelux que implica cientos de kilos de maquillaje mientras enseña las tetas en el escenario o se lanza sobre la peña para que la soben a base de bien, merece nuestro aplauso. Más que grupos de tías como Babes in Toyland, 7 Year Bitch o Cycle Sluts Form Hell ¡Que aplaudáis ya, joer!

¿Pussy Rock hoy? ¿Y en el futuro?

Si bien el cock-rock está un poco muerto y enterrado, mientras no haya una plena igualdad entre el hombre y la mujer, ver a una Sammy Hagar con faldas, pese a ser sórdido, seguirá teniendo un sentido. De entre toda la oferta actual (ya hemos hablado del metal). Hay tres bandas a destacar.

Nashville Pussy: In Lust We Trust

“Dejad que coman coño” reza el título de su primer disco, cuya portada encabeza este artículo. Para muchos, esta portada es de una zafiedad insuperable y merece ser quemada. Para nosotros, la portada es de una zafiedad insuperable y merece ser llevada a los altares.

Musicalmente, la banda practica un Psychobilly desfasado, como los Cramps, pero con más gracia, y creo que las fotos dicen todo lo que hay que decir sobre esta oda al fornicio y descerebre que es Nashville Pussy. Si tocan en la plaza mayor de vuestro pueblo, preparaos para la experiencia de vuestras vidas. ¿Cómo reaccionaría un gañán ibérico ante estos gañanes sureños? ¿Habría hostias o la catarsis de la verbena? Ah, preguntas…

The Donnas: ¿Las Nuevas Runaways?

“Ya hemos ido al cine/ Ya hemos ido al centro comercial/ llévame a tu asiento trasero”. Lo más interesante de este grupo, aparte de la jovialidad con la que se revuelcan en el zorrerío, es que, en pocos años han recorrido toda la historia del pussy-rock. Si bien empezaron en un rollo más punki-indie, intentando imitar el rollo Ramones/Runaways, al final su joven edad se impuso y se acabaron convirtiendo en la versión femenina de los héroes cock-róckicos de sus ochentenas infancias. Donde The Runaways reverenciaban a Plant, Rodgers o Simmons, The Donnas querían ser como Motley Crue o Judas Priest. Dejemos que los progres debatan interminables horas sobre si la actitud de The Donnas es aceptable o no. Nosotros seguiremos militando en el cock y en el pussy porque nos da la puta gana.

Rockbitch: Ya no va más

De todos es sabido cómo el lesbianismo se ha integrado en el movimiento feminista hasta llegar al extremo de desvirtuarlo. Dado el carácter “agresor” del falo, no conseguían abordar una relación sexual con un hombre “sana” y que no “degrade”, con lo cual la opción lesbiana se hallaba a la vuelta de la esquina. En fin, debates aburridos que dejan de serlo cuando la militancia feminista-lesbiana se lleva a cabo a través del metal extremo, el paganismo furibundamente anticristiano, y los shows sexuales en vivo. Todo eso, y mucho más, es Rockbitch, de las cuales os ponemos el mítico vídeo del fistfucking:

Sobran palabras. En Inglaterra, al parecer, tienen prohibido actuar, pero, si os encontráis en un país donde sí les dejen realizar sus lluvias doradas y demás ¿os las vais a perder?

Y ya estoy hasta el coño de glosar tantas y tan variadas bandas. Ahí os dejo todo un nuevo mundo por explorar. Pido perdón por las omisiones cometidas (alguno opinará que la guitarrista de Bangles debería salir, o que Janis Joplin sí que es rockera y no bluesera o…) pero he de decir que sí son todas las que están y que, gracias a ellas, nuestras vidas son más completas. Son tus troncas del metal, son sus támpax en tu jeta, son tu bomba de cereza.

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