Joseph Linquito me da amor (o «Joe Lynn Turner… ¡Que Dios le confunda!»)

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Joseph Linquito es la demostración definitiva de que estudiar filología es tirar cinco años de tu vida a la basura. Imagínense la cara de su madre cuando, tras pagarle una carrera, el hijo le dice todo orgulloso que es capaz de leerse ‘La Divina Comedia’ en versión original. “Joder, hijo que ese libro se resume con “Una tal Beatriz hace pasar a Dante por un infierno” y ahora déjate de hostias y vete a trabajar con tu padre a la frutería”.

Pero no, Joseph Linquito no se resignó y decidió que su futuro yacía en el horterismo más deliberado que ningún ser humano conociere. Evidentemente, sus raíces italianas eran problemáticas, así que al igual que su amigo Michael Bolotin se cambió el nombre a Michael Bolton, él decidió ponerse un más pornográfico Joe Lynn Turner, con lo que todos salimos ganando. O no.

El caso es que, desde sus inicios con bigotillo gay-putero en la banda Fandango hasta la más cruda actualidad, en la que muchas de sus fotos promocionales las realizan profesionales de la fotografía porno, Joe ha recorrido un camino lleno de hard-AOR y puterío. Para muchos, su presencia en bandas legendarias como Rainbow, Yngwie Malmsteem’s Rising Force o los mismísimos Deep Purple sólo ha servido para que estos grupos conociesen su etapa más oscura y hortera. “Lo que hizo Joe Lynn en Rainbow después de que yo me fuese fue una vergüenza” dice Ronnie James Dio o “Joe Lynn es una mancha de ketchup americano en esa camisa de Lores ingleses que es Deep Purple” escupía Jon Lord. En resumidas cuentas, existía en la comunidad metálica un odio hacia Joe Lynn encarnado en la frase del simpar Carlos Molinero “Joe Lynn Turner… ¡Que Dios le confunda!”.

Durante mi época thrashmetaleira viví en la continua lucha interior de rechazar a Joe Lynn por sórdido y hortera y, a la vez, amarlo por los mismos motivos. Para comprar sus discos llegué a subterfugios tan demenciales como dibujarme una estampita de “San Joe Lynn Turner” para los exámenes de Contabilidad Financiera. Antes del examen, le rezaba y, si la zorra de la profesora Montejo decidía aprobarme, entonces tenía que comprarme un disco suyo como muestra de gratitud (sí, el “Difficult to Cure” de Rainbow y el “Slaves and Masters” de Deep Purple fueron adquiridos de esa forma). Un día, comprando el disco “Nothing’s Changed” le dije al dependiente de Hard Vynil “Es para el cumpleaños de un amigo”. “No tienes por qué excusarte. El disco está bien…” y entonces me di cuenta de que ya era hora de salir del armario y proclamar a los cuatro vientos mi amor por Joe Lynn. Fue así como me di cuenta de que yo no estaba sólo en el universo. A mi alrededor, muchos sórdidos salieron del armario hard-AORtera en el que vivían para corear juntos coplillas como “Can’t Let You Go”.

Finalmente, en el 2002 llegó el momento de poder disfrutar de Joe en directo. Era la gira que realizaba con el mítico Glenn Hughes (de Deep Purple y Black Sabbath entre otros, y uno de los mejores cantantes ever) y allí estaba yo para verlos. Pero no estaba sólo: a mi vera estaba el Dr. Who Appletree y mi mítico cuñado, The Monch, que, justo aquel día, y para nuestra tristeza, abandonaba Madrid tras dos años y medio de estancia. ¡Qué mejor despedida que corear junto a él clásicos como ‘I Surrender’, ‘Spotlight Kid’ o ‘Highway Star’! Aquí tenéis unas fotillos del evento.


Dos años después Joe y Glenn volvieron, pero The Monch no pudo viajar desde A Coruña a Madrid para verlos. Tras otro gran concierto, esperamos a la salida para pedirles autógrafos. Mientras Joe me firmaba el “Slaves and Masters” me comentaba. “A Ritchie Blackmore le encanta este disco. Dice que es el mejor de Deep Purple y el único que tiene un buen cantante. Y… ¿sabes qué? ¡Tiene razón!”. Cuando la turba de fans se despejó, el Dr. Who Appletree y un servidor vimos como Joe se dirigía subrepticiamente al hotel acompañado por una medio rubia. Corrimos hacia él cual dos fistros que lleva el diablo y, sin darle tiempo a respirar, le espeté “Joe, mi cuñado es fans tuyo y está deprimido por no haber podido venir… ¿Podrías decirle algo” dije mientras le acercaba mi móvil, con el que había despertado a The Monch a la una y media de la madrugada. Joe cogió el móvil y, demostrando que algo recordaba de su época de filología dijo, en perfecto español “Hola, buenas noches ¿Qué tal?”. The Monch, que es un grande de España, mantuvo su sobriedad y supo lidiar con la situación “They told me it was a magical night –Oh! Thank you!”. Joe pese a haber sido interrumpido camino del polvo, se portó como un señor y aún charló un rato con The Monch hasta despedirle con un “Buena suerte”. Mi cuñado aún nos oía gritarle “You are the best!” a Joe mientras desaparecía hacia el hotel.

Ya veis, igual a cualquiera de vosotros os puede suceder que os despierten de madrugada para poneros a Joe Lynn al teléfono. El mundo es cascada de colores, después de todo. Si alguna moraleja cabe sacar de todo esto es que no hay que hacer caso a la sociedad ni a los críticos: a todos se nos empuja a vivir en el armario del hard-AORterismo. Pero hay que salir de él si queremos una existencia plena de amor. Sonic Youth, Radiohead y similares son música horrible para gente horrible. Joe Lynn, con su huevera de cuero, su lifting y esa permanente marujona que sería la envidia de María Teresa Campos os esta esperando con sus bracillos jamoneros abiertos. ¡Acogedlo en vuestro seno, hostias!

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