
Mientras los únicos deportes que despiertan mi interés y admiración, que son la lucha libre femenina en el barro y el lanzamiento de atún, no sean reconocidos en los Olimpiadas, no se me ocurre ninguna encarnación mejor del hombre hecho a sí mismo y del ideal olímpico que Don Alessandro Lecquio, máximo prototipo de la tenacidad y la lucha por alcanzar un sueño anhelado durante mucho tiempo.¿Que dicho sueño consiste en vivir del cuento y de las mujeres? Amigo, eso querrían muchos, y ninguno lo ha conseguido mejor ni con más estilo que Alessandro; además, nuestro compadre no deja de ser una hermanita de la caridad en comparación con los miembros del COI, siempre pendientes de qué posible sede olímpica ofrece los más sustanciosos sobornos, aunque se trate de dictaduras tan corruptas y feroces como la China, los médicos de los deportistas de élite, enfrascados en su carrera por inyectar a los atletas nuevas drogas aún no detectables en los hipócritas controles anti-dopping, los propios deportistas, con sus chanchullos y matrimonios de conveniencia para nacionalizarse en los países donde les garanticen mejores condiciones fiscales, y luego sus familias y los entrenadores, siempre dispuestos a explotar a críos y crías sometiéndolos a todo tipo de torturas y anorexias desde la cada vez más tierna infancia para lograr medallas en gimnasias rítmicas y coñazos similares: a poco que se analice, el mundo de un gigoló como Dado es mucho más sano y ético que el del deporte, mucho más divertido, y también más digno, puesto que no da origen a spots televisivos tan bochornosos como los de la mamá del atleta preparándole a su nene el tazón de Cola Cao.
Pero vamos ya a lo que nos interesa, que es el repaso por la apasionante trayectoria de este gran seductor. Alessandro aparece en nuestras vidas cuando se enrolla en los últimos años 80 – primeros 90 con Ana Obregón, un personaje de muy poco interés por aquel entonces. La siempre discreta gloria de esta mujer no empezaría hasta años más tarde, cuando su incapacidad para afrontar su edad, unida a su patética autoconvicción de que el saco de huesos, pellejo y silicona que menea intentando llamar la atención de la prensa es un cuerpo atractivo y joven, la convirtió en mofa y befa de todo el país, provocándole humillaciones tan divertidas como ser calificada de
Barbie geriátrica por Victoria Beckham en la portada de The Sun, lo que la identificó para toda la prensa internacional como la penúltima pilingui española a la que Beckham se había pasado por la piedra. Es fácil suponer que Lecquio vio el cielo abierto cuando conoció a esta pijilla de pocas luces que ingresaba bastante dinero como presentadora de segunda fila, actriz de tercera y bióloga de cuarta, y que, como buena hidalga castellana ramploncilla, mataría por casarse con un aristócrata. Dado podría haberse conformado con una cómoda existencia de mantenido en casa de Ana, pero, una vez que nuestro inteligente amigo le hizo un hijo a la susodicha para asegurarse el saldo en la Visa para los restos, quedó claro que un espíritu tan sublime e inquieto estaba llamado a mayores cumbres y más interesantes peripecias. Y éstas no tardaron en empezar.
Y es que en España no sabíamos que Alessandro tenía un pasado en Italia, pero en el otoño de 1993 dicho pasado llamó a la puerta. Y con qué gritos llamó. La irrupción como un elefante en una cacharrería de su ex-esposa Antonia Dell’Atte fue el highlight de la época dorada de Tele5, cuando este canal representaba la quintaesencia de la sordidez berlusconiana con programas tan delirantes como Las noches de tal y tal, Vip, las reposiciones del cine de Martinez Soria y Ozores, Goles son amores, o el nunca bien ponderado Ay que calor, auténtica TV de culto. Cuán lejos quedaba en aquellos felices días el nauseabundo rollito cool de televisión joven y moderna que luce este canal hoy en día, con productos tan nulos como Los serrano, o variantes de la telebasura tan prefabricadas, vulgares y carentes de personalidad como Gran hermano, Crónicas marcianas o Aquí hay tomate.
Pero en aquellos otros tiempos, no resultaba extraño ver en la pantalla amiga un programa tan demencial como La máquina de la verdad, presentado por un Julián Lago de inolvidables peluquín y lentillas verdes, iluminado por su peor enemigo, y flanqueado por invitados delirantes de la talla de Fernando Arrabal o Massiel, por no hablar del mítico profesor Well con su tremenda pinta de borrachín. A pesar de haber emitido programas tan memorables como la entrevista a John Bobbitt, el hombre sin pene, o haberse inventado polémicas tan peregrinas como si Carmen Flores era la hermana o la hija ilegítima de Lola Flores, todo el mundo recuerda merecidamente este gran show televisivo por el sonoro espectáculo proporcionado por Antonia Dell’Atte. Aunque en la actualidad tengamos todos los
días en todos los platós a advenedizos que montan números parecidos, Antonia no sólo fue la pionera en el género, sino que fue y sigue siendo un personaje indómito que escapa a cualquier forma de control por parte del presentador de turno. Su forma de arremeter contra caro Dado y su por entonces actual pareja, perfecta puesta en escena de cornuda latina despechada, provocó estupefacción, admiración, y carcajadas sin precedentes. ¡Ya está bien de tanto mito con el cansino sketch de la empanadilla de Martes y Trece! La gran obra maestra catódica española es este programa que todavía no ha sido nunca reemitido ni comercializado en DVD. Imagínense poder disfrutar en calidad digital de una Antonia completamente ida, increpando en primer plano a su exmarido Vergogna, Caro Dado, sei un sinverguenza, o gritando perlas como Ana, tuo figlio è un poco cerdito, o la aún más surrealista, Il filete me lo como io!! ¿En serio alguien prefiere volver a ver La bola de cristal o Verano azul?
Es evidente por qué fracasó el matrimonio Lecquio-Dell’Atte; dos personalidades geniales juntas se eclipsan una a la otra, sería como un comic de Superman y Batman a la vez. Aparte de que la unión de dos buscavidas en la que uno pretende vivir a costa del otro no suele salir bien, sobre todo cuando descubren que ninguno de los dos tiene un duro. Alessandro se fue a hacer fortuna a España, y Antonia acabó haciendo lo propio.
Tras la insuperable gloria de su primera aparici


Pero hete aquí que, cuando parecía que Alessandro quedaba eclipsado por su primera mujer, volvió a demostrar que él era la auténtica alma de la fiesta y que lo mejor aún estaba por llegar. A mediados de los años 90 Dado protagoniza la que probablemente sea la mejor portada de la historia de la prensa nacional retozando en la cama junto con Mar Flores. Pensábamos que Mar era la más grande por haber escalado puestos sibilinamente, empezando por un vejete forrado y ascendiendo hasta llevarse al huerto al tonto del hijo de la Duquesa de Alba, pero la chica acabó demostrando que al lado de Lecquio era una vulgar aprendiz; tras el descrédito, sus posibilidades de entrar en la aristocracia cayeron a cero y bastante suerte tuvo de agarrar a un empresario pudiente en horas bajas; Mar Flores paga muy caro su amor por el conde Lecquio, apostillaron con tino las portadas de la prensa de la época.
Tras esta apoteosis, no creíamos posible que Dado tuviera más que ofrecer; en ese momento parecía estar estabilizado al lado de Sonia Moldes, una golfilla digna de respeto por algunos méritos como haberse fugado de casa con 14 años para ser groupie de Hombres G, o haber protagonizado un enfrentamiento verbal televisivo con un individuo de los programas de cotilleo con el que intercambió términos tan amistosos como maricón o puta. Pero al margen de estos grandes momentos, la vida de la pareja no parecía dar más de sí hasta que Alessandro volvió a convertirse en perejil de todas las salsas al aparecer detrás del titular Lo nunca visto de Lecquio. ¡El conde en bolas! Para el despelote recurrió, como no, al manido truco de tenerla ligeramente morcillona para aparentar más tamaño. No obstante, esta última campanada lo consagró definitivamente como el personaje más glorioso de la prensa rosa mundial después de Estefanía de Mónaco.
Durante estos últimos años, Dado ha tenido una vida más reposada, como corresponde a quien está consolidado y ya no tiene nada que demostrar. Alguna que otra aparición en debates televisivos, alguna otra pequeña polémica cuando hace falta, y algún que otro posado en las revistas, siempre impecablemente vestido de marca como buen italiano. En fin, que todo lo dicho demuestra que hay que ser fan de Lecquio; es uno de los dogmas de fe en este blog, y todo aquel que no muestre el debido respeto por su persona será considerado anatema, y sometido a penitencias tan severas como escuchar entero un disco de Amaral o leer un libro de Javier Marías. Quedan avisados.