El día que Chimo Bayo… ¡¡¡¡¡¡DUDÓ!!!!!

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Acabo de leer una maravillosa entrevista al gran Chimo Bayo en esa inconmensurable web que es viruete.com. El personaje, que siempre juzgué grande, adquiere ahora tintes próximos a lo mitológico. A nadie se le escapa que sin “Así me gusta a mi” no se puede entender la España de los últimos 20 años: Bisbal o Alejandro Sanz no podrán decir eso de sí mismos así se reencarnen treinta veces. Y, desde luego, eso fue un dato que no pasó inadvertido en Israel y Japón, donde los “¡Huh Ah!” de Chimo fueron catapultados al número 1.

Ahora bien, ¿es ese “chiquitínchiquitán” basado en una desviación etílica del “Chittychittybangbang” lo que hace tan grande a Chimo? No, hace falta más que un “nos vamos de bareta con la tía Enriqueta” para llegar a ese estadio. La clave está en Chimo es un ARTISTA que EXPRESA su INTERIOR a través de su OBRA en la que él CREE. ¿Queda claro? Mientras Paco Pil es un payaso y sabe que Johnny Techno Ska no halla resonancia en el alma de su drogada audiencia, Chimo quiere expresar el dolor de la población civil en la primera guerra de Irak a través del desgarrador “¿Qué pasa qué pasa?” tras la caída de las “Bombas Bombas”. Y, el hecho de que la canción permanezca en la memoria colectiva se debe a que su – también drogada – audiencia era capaz, a pesar de todo, de captar la angustia vital de Chimo. Angustia que expresó, con sus mejores armas de poeta, a la hora de cantar a las dudas, incertidumbre e indefinición propia de la edad juvenil en sus sobrecogedores versos “Exta sí exta no exta me gusta me la como yo”.

Es una explicación que nos reconforta a los fans de Chimo, pero, como todas las explicaciones sencillas, es incompleta. Porque, la verdad, amigos míos, es que, diga lo que diga Chimo en las entrevistas, nuestro maquinero favorito, al igual que Cristo en el huerto de Getsemaní… ¡¡¡¡DUDÓ de si mismo!!!! Y… ¿cómo culparle? Todos entendemos que el prota de Jesucristo Superstar vacilase en su santa misión (provocando, en su canción desesperada, los gritos de Ian Gillan en inglés y de Camilo Sesto en la versión española). Pero… ¿Créeis que Chimo no pasó por una pasión peor que la de Cristo? Por lo menos el hippie ese tenía doce colegas y algunas prostitutas, pero Chimo vivía sólo en medio del desprecio de la crítica y el pastillerío de sus teóricos seguidores. ¿Cómo mantener la fe en ti mismo si ni siquiera puedes multiplicar panes y peces (o rulas y lonchas) de vez en cuando? Y Chimo, que al igual que Cristo, basa su grandeza en ser humano a la par que divino, tuvo su particular pasión que ahora paso a relatar.

Unos amigos, harto relevantes en el mundo de la música electrónica española, coincidieron un día con Chimo Bayo. Hacía poco que, en una de esas fiestas sonadas dentro del mundillo, le habían otorgado a nuestro hijo predilecto de Valencia el premio honorífico de “Rey de la pastilla frita”. Debió ser la gota que colmó el vaso porque, en pleno arrebato de sinceridad, Chimo cogío por banda a estos amigos míos y los subió a su casa para regalarles con una sesión de “house del bueno”. Chimo les repetía una y otra vez lo arrepentido que estaba de su obra, lo que lamentaba el rumbo del movimiento bakala que el tanto había alentado en sus sesiones de DJ, y lo que abjuraba de toda la basura que había pinchado en tantos y tantos clubes. “Ahora sólo voy a pinchar música realmente buena”.¿Estábamos ante una nueva fase “de madurez” del artista? La sesión comenzó y, para gran estupor de los dos reputados DJs invitados, la música que emitían los platos, volvía a mostrarnos – una vez más – los abismos más profundos de la ignominia. Intentaron no decir que aquello era una mierda pero, de alguna forma, Chimo debió darse cuenta de que las rayas de un tigre no pueden borrarse y que, pese a la incomprensión del resto del mundo, el debía cargar con la cruz de su misión musical. Después de todo, la resurrección y la vida eterna le aguardan tras el calvario.

Visto lo visto, en este año 2006, podemos decir que falta muy poco para esto. Ánimo Chimo, las iglesias donde se comulgue con rulas y cubatas en tu honor están a la vuelta de la esquina. Mientras tanto, cantad conmigo los diez mandamientos de una nueva alianza “¡Uno, que no pare ninguno! ¡Dos, nos movemos los dos! ¡Tres, lo mismo pero al revés! ¡Cuatro, me voy a la barra un rato! ¡Cinco, pego un brinco y…! ¡Séis no me véis! ¡Siete, que nadie se siente! ¡Ocho, me voy de bareta bareta bareta! ¡Nueve, esto se mueve y…! ¡Diez, vuelvo otra vez!”.

Amen.

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